Vicente la cogió entre sus brazos y habló con el rostro muy cerca del suyo. —Todo lo que sé es que quiero que vuelvas. Unos días sin ti han sido suficientes para volverme loco. La besó de una manera que le impidió discutir. La boca firme y sensual de ese hombre hizo que respondiera con docilidad. Después, la docilidad cambió y ella correspondió al beso, consciente de que al fin había encontrado el paraíso que buscaba. Vicente la estrechó con más fuerza, le besó la cara y descendió hasta su boca ansiosa y expectante, y Sofía emitió un gemido sofocado. La recorrió un enorme estremecimiento cuando sintió que la lengua de él ahondaba en los secretos de su boca. Vicente gruñó y alzó la cabeza para mirar el rostro sonrojado de la joven; luego, volvió a besarla, con más decisión, mientras sus manos la acariciaban y se movían sobre todas las curvas de su cuerpo. —¡Sofía, te deseo y te amo tanto! ¡Eres una hechicera! —exclamó sin aliento, frotando su mejilla contra la de la chica—. ¿Me desea
—No hay mucho más que contar. Para mi sorpresa, Mari me dijo que había tenido un problema con unas de las secretarias y que ya no quería trabajar para Empresas Rivas. Renunció y regresó conmigo. En aquel entonces, yo había regresado a la universidad y pasaba poco tiempo aquí. De cualquier modo, no logré que me dijera por qué había abandonado un trabajo que tanto le gustaba. Dos meses después, estaba embarazada —los ojos de Sofía se endurecieron mientras describía cómo su hermana le había dado la noticia con una desesperación sin límites.Le confesó que estaba aterrada, pero se negó a darle el nombre del padre. Todo lo que admitió fue que era un hombre casado.— El médico que la atendía estaba muy preocupado porque mi hermana no se sentía bien. El parto empezó, se adelantó. Al dar a luz, me hizo prometer que jamás denunciaría al padre de su hijo. Me obligó a jurárselo, como si presintiera... —Sofía tragó saliva—. Al final, admitió que el señor Rivas era el responsable. —aspiró para con
—¡¿Qué apenas existía?! Esto no tiene sentido, Marina me habló de tener una relación con alguien, que me lo iba a presentar. —No lo sé quizás en su cabeza… —¡Estás diciendo que mi hermana era una mentirosa, que Ernesto no la ilusionó! —Conozco a mi hermano, nunca le gustaron las jovencitas… —¿Y explícame cómo fue que te persiguió a ti a la habitación? —De lejos las personas nos confunden porque tenemos la misma complexión, aunque soy más alto, pero nuestras facciones son bastante parecidas, bueno, eso nos dicen los demás. Quizás se confundió de habitación. Mi hermano asistió solo a la fiesta porque Elba se sentía mal, había agarrado un resfriado. Tu hermana probablemente vio la oportunidad porque Ernesto se quedó en el hotel esa noche. Sofía suspiró tratando de asimilar todo y le preguntó. — ¿Alguna vez intentaste averiguar lo que le había sucedido a Marina? —los ojos de Sofía se tornaron fríos, duros. — ¡Claro que sí! Traté de ponerme en contacto con ella, a través de nuestros
— ¿Quién te visitó anoche? —preguntó Marta, cuando la encontró recogiendo los pedazos de vidrios a la mañana siguiente—. Y no me pidas que me vaya porque Vanesa está arriba, con Fran, y yo ya le he pasado la varicela. -—Vicente Rivas —respondió Sofía, cerrando la puerta de la habitación del niño—. Gabriel se ha vuelto a dormir. Está recuperando el sueño perdido. Sofía le dio a su amiga una versión resumida de lo sucedido la noche anterior. El recuerdo de su discusión no la dejó conciliar el sueño durante horas, esa mañana no soportaba pensar en ello. Su mente estaba concentrada por completo en el hecho increíble de que Gabriel era hijo de Vicente Rivas, no de Ernesto. —¡Por dios! Sofía, ¿Y qué intenta hacer Vicente ahora? —preguntó Marta cuando Sofía finalizó la historia. —Dijo algo acerca de encargarse de Gabriel y de mí —musitó Sofía. — ¿Y has aceptado? La joven se sentía tan cansada que no recordaba con precisión lo que había dicho, solo que al final le pidió a Vicente que se
— Enfermo. —dijo Gabriel señalándose el mismo.—Sí, ya lo sé, mi cielo, pobrecito — respondió Elba. — Sofía. No sé qué te parece, pero he envejecido diez años en las últimas dos semanas.—Siento que tus hijos hayan estado enfermos —expresó Sofía, sintiéndose incómoda—. Permíteme prepararte una taza de té. Marta, mi inquilina y hada madrina, me ha comprado galletas de chocolate.— ¡Me encantan! —Elba observó a Gabriel, que volvió a entretenerse con sus borregos y vacas de juguete—. ¿Puedo ayudarte?Era evidente que deseaba hablar.—Desde luego. Acompáñame a la cocina —le pidió Sofía—. Gabriel vendrá a buscarnos si se aburre.Mientras Sofía llenaba la tetera de agua, Elba no le dio vueltas al asunto.—Vicente nos contó todo, Sofía.Los dedos de la joven temblaron al enchufar la tetera.—Debe de haberte sorprendido la historia —se enfrentó a su visitante sintiéndose acongojada—. Francamente, me asombra que hayas querido verme de nuevo.— ¿Por lo que intentabas hacer a Ernesto? —Elba se s
Dayana la miró con desprecio y exclamó indignada. —¡¿No entiendo cómo Vicente pudo haberse metido con una mujer tan vulgar como usted?!. ¡Pero gracias a dios ya recobró la razón!... Solo vine a advertirle que no se acerque más a Vicente, porque ya regresé a la mansión, hemos decidido darnos una segunda oportunidad. Y nos volveremos a casar. Sofía se quedó atónita y palideció, pero alcanzó a decir. — ¡Está mintiendo! Daniela vio con satisfacción la expresión de Sofía y le dijo con malicia. —No, por supuesto que no. Desde que nos vimos en la fiesta de gala de beneficencia, empezamos un acercamiento—Sofía apretó los puños con rabia y Dayana continuó diciendo—Vicente se dio cuenta de que a pesar de mis errores del pasado aún me ama. —luego sonrió con ironía, le restregó—Yo la invitaría a la mansión para que fuera testigo de cómo volví a ser la ama y señora de la mansión, de cómo me consiente volviendo a ser los mismos amantes apasionados. Vicente es muy bueno en la cama... Pero eso us
—Legalmente tal vez, pero no quiero ni necesito su ayuda. —No seas tan orgullosa, él es el padre de Gabriel y tu bebé —le dijo Marta—. Puede que haya iniciado una relación seria con otra mujer, pero eso a ti no te incumbe. —No es orgullo, no quiero estar cerca de él. —Quizá convendría esperar a que nazca el bebé para exigirle responsabilidades. —De verdad que no quiero su dinero, Marta. Lo que me preocupa es encontrar la manera de mantener a mis hijos y encontrar otro trabajo. Después de que Marta se fue, su amiga María la llamó para invitarla a tomar un café. —Se me ocurrió que podíamos comer un postre mientras hablamos —comentó María con una sonrisa. —Qué buena idea... —dijo Sofía. María la observó detenidamente y frunció el ceño. —Tienes muy mala cara, Sofía. ¿Qué te ocurre? La perspicacia de María incomodó a Sofía, que estuvo un rato comiendo su postre antes de responder. —No ocurre nada. El calor me agota, eso es todo. —Sofía quiero comentarte algo—dijo duda
—Este es un lugar estupendo para trabajar. Espero que disfrute de su tiempo aquí —dijo Aura y salió de detrás del mostrador. Estaba descalza y llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo. Y Sofía trató de poner cara de que estaba acostumbrada a ver a los empleados descalzos en una empresa."¡Ok!... Espero no arrepentirme de buscar trabajo aquí. Ya que fueron los únicos que me llamaron para hacer la entrevista.Caminando sobre la esponjosa alfombra, escoltó a Sofía hasta unas puertas dobles de roble. Empujó una de ellas, dio un paso atrás y le hizo un gesto para que entrara. —Tome asiento, Mateo llegará enseguida. —para Sofía no pasó inadvertido que tuteó a su jefe.La puerta se cerró silenciosamente detrás de ella, dejándola sola en el despacho de Mateo. Como le habían indicado, se sentó en uno de los sillones de cuero negro. Cruzó los tobillos y se colocó el maletín que llevaba sobre el regazo. Miró a su alrededor, nerviosa. El despacho era enorme y su decoración impersonal, pare