—Ha sido un impulso. Dayana lo miró con recelo, mirando nerviosa la salida de su habitación de hotel. —Creo que tenemos algunas cosas que resolver entre nosotros —dijo bruscamente Vicente. A Dayana se le subió el corazón a la garganta. —¿Qué quieres decir? —preguntó ansiosa. Vicente permaneció en silencio. Cuando por fin habló, lo hizo como si estuviera escogiendo con cuidado cada una de las palabras que empleaba. —Después que te vi en aquel café, con esos dos hombres bailando a su alrededor… —empezó a decir Vicente con expresión grave. —¡Simón iba con mi amiga Ana, no conmigo! —exclamó apresurada Dayana. —¿Ana? ¿Ese es su nombre? Qué curioso—dijo Vicente con cinismo. —¿Qué quieres decir con eso? Vicente le dirigió una mirada fulminante. —No estarás intentando convencerme de que tú musculoso amigo estaba verdaderamente interesado en tu amiga obesa, ¿Verdad? ¿Qué era aquello, una cita a ciegas que habías preparado para no tener que enfrentarte a ninguna competidora? Dayana l
—Ese es el problema, ¿Verdad? —le replicó— Nunca me trataste como a un igual. Era alguien de quien te sentías responsable, a quien controlabas del mismo modo que controlabas tus negocios y el resto de los aspectos de tu vida. De alguna manera, creo que tenías razón. Yo todavía no había madurado. Debería haberme enfrentado a ti de una manera racional, adulta, en vez de haberme puesto a patalear para intentar llamar tu atención.Vicente se burló.—¿Así que montarme los cuernos es tu forma de llamar mi atención?... Bueno, palomita, ya tienes mi atención. Y con todos mis sentidos puestos en ti, te digo, que he llegado a la conclusión—la miró con rabia y le espetó— ¡De que eres una maldita puta!—¡Desgraciado! ¡Vulgar! —gritó ella.Dayana furiosa le lanzó una bofetada y Vicente le detuvo la mano en el aire y le dijo amenazante.—¡No se te ocurra, porque me voy a olvidar que eres una mujer!—¡Cómo te atreves a insultarme!—¡Es lo que te mereces!Dayana se soltó de su agarre y le dijo.—Toda
Sofía introdujo las llaves en la puerta de su casa cuando escuchó la voz de Arturo a sus espaldas y se giró nerviosa. Sofía se quedó inmóvil al reconocer la voz y ese odioso apodo que tanto le repugnaba. Se volvió despacio, para enfrentarse al hombre que le hablaba y entonces supo que era verdad. Arturo estaba ahí, a unos cuantos metros de distancia, el rostro parcialmente cubierto por las sombras, solo sus ojos brillaban en la luz de la luna con triunfo malévolo. Parecía haber surgido de la noche, para convertirse en una criatura nocturna vestida de negro.Sofá retrocedió para reclinarse contra la puerta.—Hola gatita… ¿Cómo estás?Sofía ya no era una niña, no le mostraría miedo, respiró profundo para calmarse y le dijo con voz fría.—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?—Mami, no seas maleducada. ¿Esa es la forma de recibir a tu hombre?—¡Tú no eres nada mío! —le exclamó furiosa.—¡Oye! No me hables en ese tono… ¿Acaso no extrañaste mis besos y mis caricias?...—¡No! ¡Cerdo asquer
Arturo se rio de nuevo. Estaba drogado, Vicente podía olerlo.Vicente miró a Sofía y Arturo volteó rápido hacia él, y estrelló su puño en la mandíbula y le volteó la cara, y Sofía le gritó.—¡Hijo de puta, no lo toques! —y comenzó a patearlo.Vicente se frotó el lugar del impacto, y se enderezó sin esfuerzo.—Solamente defiendo lo que es mío —dijo Arturo, empujando a Sofía, haciéndola caer de espaldas al suelo— ¡Y tú eres mía! —le gritó señalándola con el dedo—¡Suficiente! —gritó Vicente molesto, poniéndose entre Arturo y Sofía. De súbito estampó un golpe en la quijada de Arturo tirándolo de espalda al piso y lo señaló—¡Vete de aquí! ¡Cruzaste la línea! ¡Estás drogado y vuelto una mierda! ¡Si sigues… te vas a arrepentir! Arturo se puso de pie y miró a Vicente con burla, limpiándose la sangre de la boca y le dijo.—¡Vaya! Esta mañana, cuando fui a tu oficina, pensé que eras una nena, escondiéndote tras de tus escoltas. Quién iba a decir que aquel Sifrino flacucho que eras cuando niño
Tienes cinco dedos en esta mano —dijo Vicente, tomando el dedo medio—. La mayoría de las personas todavía pueden escribir con el anular y meñique rotos, pero eso se complica si pierden este. ¡Discúlpate con Sofía, ahora! —¡¡Discúlpame!! —sollozó Arturo en cuanto Vicente ejerció un poco de presión—. ¡Lo siento, lo siento mucho! Vicente miró a Sofía, que lo observaba anonadada. Luego sacó su pistola y se la puso en la cabeza. —Tengo mi arma sin seguro, y he practicado lo suficiente, como para tener buena puntería. Aunque desde esta distancia no puedo fallar ¿Verdad? —luego miro a Sofía y le dijo—¡Sofí, nena! Acércate, no te preocupes, lo tengo bien sujeto. Revisa sus tobillos y sus cinturas y sácales, sus armas. Sofía no lo pensó dos veces, se levantó apresurada y le busco sus tres armas y efectivamente ahí estaban. —¡Ya las tengo! —¿Lo revisaste bien? —Sí, solo tenía tres. —Cariño, toma las llaves de mi camioneta, en mi chaqueta. Y Lanza las armas dentro de la guantera. Sofía b
Sofía se encontraba en la sala de estar de Vicente pensando lo que había ocurrido. Durante todo el viaje estuvieron lanzándose miradas de deseo, al llegar le dijo que podía utilizar cualquier, habitación. Ella entró en la que se supuso era una habitación de huéspedes, se bañó y se cambió vistiéndose como lo hacía cuando iba a limpiar su casa, unos mini shorts color verde, aceituna y una camiseta blanca. Vicente entró en esos momentos con el cabello mojado, una franela blanca y un mono de color crema y unos zapatos deportivos y pantuflas blancas, Era la primera vez que veía vestido informal. Se veía magnífico, sus músculos se reflejaban a través de la ropa. Vicente caminó despacio hacia ella, se sentó a su lado y tomó la mano con la que le dio el puñetazo a Arturo y deslizó su pulgar encima de mis nudillos enrojecidos. —¿Duele? Sofía negó con la cabeza, él se quedó mirándole el cuello, y bajando hasta su pecho, que se transparentaban a través de la camiseta de algodón. Sofía aspiró
Vicente cerró su laptop y se volvió hacia ella. —¿Importante?, después de cenar te noté algo inquieta y pensativa… ¿Estás embarazada? —¡No!... ¿Pero por qué lo dices? ¿Estoy gorda? —¡Oh, cielos!... Esa la clase de pregunta en que no importa cuál respuesta de, siempre te vas a molestar conmigo. ¿Verdad? —¡Exagerado! Si me dijera que estoy pasada de peso, me pondría a hacer ejercicio, aunque nunca lo he hecho. —¿En serio? ¿Ese cuerpazo que tienes lo esculpió la naturaleza? ¡Vaya! Qué naturaleza tan sabia. —Está bien, adulador, te perdono que me hayas dicho gorda. —No te dije gorda, ¡Estás perfecta!... ¿Qué es lo importante que me vas a decir? —Prométeme primero que no te vas a molestar conmigo por no haberte dicho. —¿Tan grave es? —preguntó preocupado. —Desde tu punto de vista no lo sé. Pero promételo… —Sofía, eso es infantil, porque como voy a saber si me voy a molestar o no. —Si quieres no lo prometas, pero si te enojas conmigo no tendremos sexo por un mes. —¡Eso es chanta
Pero Vicente no escuchaba, solo escuchaba el golpeteo de su corazón en los oídos. Todos los ruidos a su alrededor estaban enmudecidos. Veía a Sofía mover su boca, pero no pudo darle sentido a los ruidos que escapaban de sus labios. Bajo corriendo las escaleras y los guardaespaldas que se encontraban custodiando a la entrada de la mansión, les pidió que lo acompañara. Se subieron a una camioneta doble cabina de color negro con vidrios ahumados. Miguel, su jefe de seguridad, quién se encontraba descansando, fue alertado por sus compañeros y comenzó a seguirlo en otra camioneta. Miguel preocupado, comenzó a llamar a Vicente por la radio intercomunicador.—5,12… señor — ( 5,12: Informe novedades)Pero no recibió respuesta.—Jefe, el señor Rivas, salió apresurado, no creo que llevara la radio.—¿Quiénes están con él?—Braulio, Esteban, Carlos y Renato.Miguel se comunicó con Braulio.—5,91… escolta 4— (5,91: Informe Hacia Donde Se Dirige)—5,20 Avenida la paz… Jefe, estamos 5,10— (5, 20: