—No le debe haber gustado para nada que lo traicionara.—¡Por supuesto que no! Por eso tuvimos que ponerle una trampa. Néstor sabía dónde, Arturo escondía las armas y las drogas. Yo hice una llamada anónima a la policía. Meses después, cuando estábamos huyendo, nos enteramos por la prensa que lo habían sentenciado a treinta años de prisión. Fue un alivio.—¡Wow! Siempre me describiste a Néstor como un hombre tranquilo, amoroso y protector. Que me cuesta imaginármelo trabajando para un tipo como Arturo Rivas.—Y es verdad todo lo que te dije de él. En el momento que nos casamos él se convirtió en otro hombre, no le fue fácil conseguir trabajo, él tenía un título de administración de empresa. Pero siempre tuvo el temor de exponerse demasiado. Así que deicidio camuflarse de mecánico, y al fin le dieron la oportunidad en un taller reparando autos, tenía talento para eso. Nos apoyó cuando entré a la universidad y Marina a la secundaria.—Económicamente hablando, no debe haber sido fácil pa
—¡Bueno, estaba ilusionada ¡Me has dicho que el hombre es encantador!Sofía pensó que su hermano mayor también. Y luego exclamó.—¡Eso es lo que me está matando! ¡Diantres! ¡Qué Ernesto parece incapaz de matar una cucaracha!—Reflexiónalo por un instante. Solo conoces a dos Rivas, y los dos son buenas personas.—Bueno, existen tres Rivas más, está el perro de Arturo, pero queda descartado porque estaba preso. Gerardo Jr., pero lleva mucho tiempo viviendo en el extranjero. Aunque ha visitado la empresa en varias ocasiones y también está Antonio, pero él nunca trabajó para la empresa, aunque sí estuvo en las celebraciones y fiestas conmemorativas. —dijo Sofía.—¿Gerardo Jr. y Antonio? ¿Son primos de Vicente?—Gerardo Jr. es su hermano y Antonio es su primo.—Pero tenía entendido que eran solo dos hermanos, Vicente y Ernesto. ¿Por qué nunca me contaste?—Porque eso significaba tener que hablarte de Arturo, y te dije, quería enterrar ese pasado. Además, lo poco que sé, me lo contó Arturo
Se despidieron y cuando Marta se fue. Se quedó viendo inquieta el celular. “Han pasado tres horas desde que me fui de la empresa y Vicente no me ha llamado. A estas alturas María le debe haber dado mi recado. ¡Diantres! Como quisiera saber que le dijo Arturo… ¡Voy a llamar a María!” Marcó el número personal de María. —¡Aló Sofí! ¿Cómo estás? ¿Ya te sientes mejor? —Sí, María, ya estoy mejor. Te llamo para preguntarte si ya le disté mi recado a Vicente… —Sí, Sofía, apenas te fuiste lo hice. Le dije que te sentiste mal y por eso te retiraste temprano. —¿Pero no dijo nada? —No, nunca levantó la cabeza de los documentos que estaba revisando, y sin mirarme me dijo que si eso era todo que me retirara. Hasta ahora solo se comunicó conmigo para decirme que iba a recibir una llamada de Italia y que no quería interrupciones. Que cuando se hiciera la hora de la salida me retirara, y avisara a Miguel, su jefe de seguridad, que él se iba a quedar en la oficina trabajando hasta tarde. —Está b
—Ha sido un impulso. Dayana lo miró con recelo, mirando nerviosa la salida de su habitación de hotel. —Creo que tenemos algunas cosas que resolver entre nosotros —dijo bruscamente Vicente. A Dayana se le subió el corazón a la garganta. —¿Qué quieres decir? —preguntó ansiosa. Vicente permaneció en silencio. Cuando por fin habló, lo hizo como si estuviera escogiendo con cuidado cada una de las palabras que empleaba. —Después que te vi en aquel café, con esos dos hombres bailando a su alrededor… —empezó a decir Vicente con expresión grave. —¡Simón iba con mi amiga Ana, no conmigo! —exclamó apresurada Dayana. —¿Ana? ¿Ese es su nombre? Qué curioso—dijo Vicente con cinismo. —¿Qué quieres decir con eso? Vicente le dirigió una mirada fulminante. —No estarás intentando convencerme de que tú musculoso amigo estaba verdaderamente interesado en tu amiga obesa, ¿Verdad? ¿Qué era aquello, una cita a ciegas que habías preparado para no tener que enfrentarte a ninguna competidora? Dayana l
—Ese es el problema, ¿Verdad? —le replicó— Nunca me trataste como a un igual. Era alguien de quien te sentías responsable, a quien controlabas del mismo modo que controlabas tus negocios y el resto de los aspectos de tu vida. De alguna manera, creo que tenías razón. Yo todavía no había madurado. Debería haberme enfrentado a ti de una manera racional, adulta, en vez de haberme puesto a patalear para intentar llamar tu atención.Vicente se burló.—¿Así que montarme los cuernos es tu forma de llamar mi atención?... Bueno, palomita, ya tienes mi atención. Y con todos mis sentidos puestos en ti, te digo, que he llegado a la conclusión—la miró con rabia y le espetó— ¡De que eres una maldita puta!—¡Desgraciado! ¡Vulgar! —gritó ella.Dayana furiosa le lanzó una bofetada y Vicente le detuvo la mano en el aire y le dijo amenazante.—¡No se te ocurra, porque me voy a olvidar que eres una mujer!—¡Cómo te atreves a insultarme!—¡Es lo que te mereces!Dayana se soltó de su agarre y le dijo.—Toda
Sofía introdujo las llaves en la puerta de su casa cuando escuchó la voz de Arturo a sus espaldas y se giró nerviosa. Sofía se quedó inmóvil al reconocer la voz y ese odioso apodo que tanto le repugnaba. Se volvió despacio, para enfrentarse al hombre que le hablaba y entonces supo que era verdad. Arturo estaba ahí, a unos cuantos metros de distancia, el rostro parcialmente cubierto por las sombras, solo sus ojos brillaban en la luz de la luna con triunfo malévolo. Parecía haber surgido de la noche, para convertirse en una criatura nocturna vestida de negro.Sofá retrocedió para reclinarse contra la puerta.—Hola gatita… ¿Cómo estás?Sofía ya no era una niña, no le mostraría miedo, respiró profundo para calmarse y le dijo con voz fría.—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?—Mami, no seas maleducada. ¿Esa es la forma de recibir a tu hombre?—¡Tú no eres nada mío! —le exclamó furiosa.—¡Oye! No me hables en ese tono… ¿Acaso no extrañaste mis besos y mis caricias?...—¡No! ¡Cerdo asquer
Arturo se rio de nuevo. Estaba drogado, Vicente podía olerlo.Vicente miró a Sofía y Arturo volteó rápido hacia él, y estrelló su puño en la mandíbula y le volteó la cara, y Sofía le gritó.—¡Hijo de puta, no lo toques! —y comenzó a patearlo.Vicente se frotó el lugar del impacto, y se enderezó sin esfuerzo.—Solamente defiendo lo que es mío —dijo Arturo, empujando a Sofía, haciéndola caer de espaldas al suelo— ¡Y tú eres mía! —le gritó señalándola con el dedo—¡Suficiente! —gritó Vicente molesto, poniéndose entre Arturo y Sofía. De súbito estampó un golpe en la quijada de Arturo tirándolo de espalda al piso y lo señaló—¡Vete de aquí! ¡Cruzaste la línea! ¡Estás drogado y vuelto una mierda! ¡Si sigues… te vas a arrepentir! Arturo se puso de pie y miró a Vicente con burla, limpiándose la sangre de la boca y le dijo.—¡Vaya! Esta mañana, cuando fui a tu oficina, pensé que eras una nena, escondiéndote tras de tus escoltas. Quién iba a decir que aquel Sifrino flacucho que eras cuando niño
Tienes cinco dedos en esta mano —dijo Vicente, tomando el dedo medio—. La mayoría de las personas todavía pueden escribir con el anular y meñique rotos, pero eso se complica si pierden este. ¡Discúlpate con Sofía, ahora! —¡¡Discúlpame!! —sollozó Arturo en cuanto Vicente ejerció un poco de presión—. ¡Lo siento, lo siento mucho! Vicente miró a Sofía, que lo observaba anonadada. Luego sacó su pistola y se la puso en la cabeza. —Tengo mi arma sin seguro, y he practicado lo suficiente, como para tener buena puntería. Aunque desde esta distancia no puedo fallar ¿Verdad? —luego miro a Sofía y le dijo—¡Sofí, nena! Acércate, no te preocupes, lo tengo bien sujeto. Revisa sus tobillos y sus cinturas y sácales, sus armas. Sofía no lo pensó dos veces, se levantó apresurada y le busco sus tres armas y efectivamente ahí estaban. —¡Ya las tengo! —¿Lo revisaste bien? —Sí, solo tenía tres. —Cariño, toma las llaves de mi camioneta, en mi chaqueta. Y Lanza las armas dentro de la guantera. Sofía b