Desislava recordó lo ocurrido en el campo de batalla de los Llanos Fronterizos del Sur. Lo había repasado varias veces, y efectivamente, había caído en una trampa.Muchos detalles, tenía sus sospechas, pero no quería creerlos. Por lo que encontró muchas excusas, muchos motivos.La principal era que Benito deseaba apoyar a Isabella para que ascendiera, y por eso intentaba borrar sus méritos, diciéndole de antemano que no tendría ninguno.Pero Isabella estaba allí, y lo contó todo con claridad. Isabella no podía escapar. Solo pudo moverse lentamente hacia la puerta y encogerse allí, negando mientras murmuraba:—No, no es así.Isabella estaba de pie frente a una lápida, con la luz a sus espaldas que oscurecía su cara.—Desislava, sigues viva... y deberías estar agradecida por ello.Su voz era baja.—Pero mi familia... mi familia nunca regresará, y todo por tu culpa. ¿Cómo no debería odiarte? He soportado tanto tiempo, no quería hacerte daño, pero ¿por qué viniste directamente a mi puerta?
Ella ni siquiera se atrevió a mirarle a los ojos a Isabella. Cada palabra que Isabella decía le resultaba desagradable, pero sabía que ninguna de ellas era equivocada.Ella ansiaba urgentemente lograr algún mérito. En la batalla de Villa Desamparada, creyó que lo había logrado, y que además había sido la heroína. Ya no era la hija de un viejo soldado, sino Desislava, un general de renombre. Había alcanzado ella misma todo eso por su propio esfuerzo, pero en el fondo sabía que seguía siendo una persona humilde. De lo contrario, no se habría conformado con que, con sus méritos, la emparejaran con Theobald como esposa secundaria. La mayoría de la gente no hubiera aceptado eso.Ella aceptó, en parte porque sentía una atracción por Theobald, y en parte porque sabía que, si no conseguía un mérito, nunca podría aspirar a estar cerca de la familia del general. Cuando dijo que no le interesaba pelear en las intrigas del hogar, y que solo deseaba que las mujeres también pudieran luchar en los c
Pasaron dos días, y Eduardo llegó a la casa de losVogel con dos guardias.El día anterior, Desislava había regresado de su visita y, desde entonces, comenzó a tener fiebre alta. En la noche, un médico la atendió, tomó su medicina y durmió, pero sus noches estaban llenas de pesadillas continuas. Solo hoy se sentía un poco mejor.Pero no le dio importancia a la nota de deuda, pensando que solo era una humillación por parte de Isabella.Unos cuantos centimos por un estúpido florero, ¿qué significaba eso para Isabella? ¿Cómo podría en serio ir hasta su casa a exigir ese dinero?Pero realmente hay estaban, cobrándole el florero.Cuando se enteró de la visita, la vergüenza la invadió completamente, sintió que su cuerpo se calentaba de nuevo.Theobald no fue a trabajar ese día, así que se encontraba en casa.Ni siquiera sabía que Desislava había ido a causar problemas. Ni siquiera se percató de que ella había salido. Últimamente estaban peleando constantemente, por lo que él se quedaba en su
Doña Rosario se encontraba muy alterada cuando los sirvientes le informaron que alguien de la casa del Duque Defensor del Reino había ido a exigir el pago de una deuda. Inmediatamente mandó llamar a Theobald para interrogarlo sobre el asunto.Theobald sabía que ya no podía ocultar la situación. Al ser tan visible y comentada por los sirvientes, decidió contar la verdad.Doña Rosario, furiosa, exclamó:—¡Pero qué desastre! ¿Cómo pudiste casarte con alguien así? ¡Cada día trae problemas! Si no bastaba con los escándalos en la casa, ¡ahora va a hacer escándalos afuera! ¿Acaso no se mira al espejo antes de hacer el ridículo?Se llevó una mano al pecho, visiblemente afectada, y continuó:—¡Es un desastre! Seguro que fue a ver a Isabella, intentando interferir con tu boda con la señorita Dolores.Theobald se sintió súbitamente alarmado, ya que había comenzado a entender que las acciones de Desislava no eran tan aleatorias. Quizás, como su madre había dicho, se debía a su matrimonio con la se
Theobald finalmente decidió buscar a Desislava. No quería seguir discutiendo pero necesitaba hablar seriamente con ella.Al llegar a la habitación, la vio sentada en la cama, abrazada a una manta. Su rostro seguía cubierto por un velo negro. Desde que tenía cicatrices en su cara, había mandado hacer muchos velos de diferentes colores. Salir sin velo o sombrero era algo que nunca haría.Antes, cada vez que la veía, siempre parecía lista para enfrentarlo en cualquier momento, con una actitud agresiva. Pero hoy estaba débil, enferma, y solo levantó la vista para mirarlo antes de bajar la cabeza sin decir nada.La doncella que estaba junto a ella, al ver a Theobald, comentó:—Menos mal que el general ha venido. La señora lleva dos días enferma.Él ya sabía que había llamado a un médico, así que preguntó:—¿Ya te sientes mejor?Desislava giró dándole la espalda, sin deseo de responder. Al parecer ninguno de los dos tenía ganas de discutir.Theobald se sentó en una silla y permaneció en sile
Theobald salió de la residencia, con una fuerte impulsión en su corazón que lo incitaba a dirigirse directamente a la casa de Theobald. Quería preguntarle a Isabella cara a cara si aún existía alguna posibilidad entre ellos.Aunque Desislava le había dicho bien claro que Isabella no sentía nada por él, y aunque en el campo de batalla Isabella había dejado muy clara su actitud, y más, aunque él mismo había sido tan decidido al pedir el divorcio, él a pesar de todo seguía aun convencido de que Isabella no podía haberlo sacado de su corazón tan rápidamente.Pensaba que ella solo estaba enojada por su frialdad, que solo lo odiaba por no haber cumplido la promesa que le había hecho ante su madre ya en el cielo. Pero por eso mismo mientras hubiera enojo y odio, significaba que todavía le importaba.Sin embargo, el frío viento le despejó la mente, o quizás su razón siempre estuvo presente, y solo se había dejado llevar por un momento de impulso. Lo que ya estaba hecho no podía ya deshacerse,
El cachetadon dejó a Manuela aturdida.Se cubrió la cara, mirándo a su hermano con ojos llenos de lágrimas. Hasta que después de un rato, finalmente comenzó a llorar a gritos:—¿Te has atrevido a pegarme por esa mujerzuela de Isabella? ¡Voy a decírselo a mamá!Dicho esto, corrió sobándose la cara.Theobald golpeó la puerta del estudio con el puño. ¿Isabella una mujerzuela? Qué estupideces, ella era todo lo contrario: Isabella seguía siendo intachable.Nunca había estado con Isabella, ella seguía siendo virgen. Y ahora, cuando finalmente comprendía sus sentimientos, también entendía que jamás había llegado a poseer verdaderamente el corazón de Isabella.Si en aquellos días hubiera compartido el lecho nupcial con ella antes de partir al campo de batalla, al casarse con Desislava, ella no habría aceptado tan fácilmente divorciarse, ¿no?rato después, su madre, doña Rosario, lo mandó llamar.Sin darle la oportunidad de decir una sola palabra, ella declaró:—Creo que lo que dijo Manuela es
Y pues Isabella naturalmente no quería asistir a la fiesta de la Reina Leonor. Desde que Raulito había comenzado a hablar, toda su tensión se había disipado, y finalmente pudo concentrarse en ordenar los antiguos mapas de defensa y diagramas tácticos que su padre y sus hermanos habían elaborado en vida.Tanto Villa Desamparada como los Llanos Fronterizos del Sur habían estado bajo su protección, y conocían a la perfección dichos lugares. Ellos habían dejado una gran cantidad de mapas. Durante los tiempos de paz, incluso enviaron exploradores para investigar puntos clave en las fronteras entre los diferentes reinos, marcando meticulosamente los lugares de posibles avanzadas y repliegues.Sin embargo, los bocetos eran desordenados y confusos. Isabella decidió rehacerlos con mayor claridad, pero esto requería mucho tiempo y esfuerzo. Al mirar la pila de bocetos, calculó que le tomaría al menos tres meses completarlos si trabajaba sola.Suspiró. Si su maestro estuviera aquí, todo sería más