Doña Rosario se encontraba muy alterada cuando los sirvientes le informaron que alguien de la casa del Duque Defensor del Reino había ido a exigir el pago de una deuda. Inmediatamente mandó llamar a Theobald para interrogarlo sobre el asunto.Theobald sabía que ya no podía ocultar la situación. Al ser tan visible y comentada por los sirvientes, decidió contar la verdad.Doña Rosario, furiosa, exclamó:—¡Pero qué desastre! ¿Cómo pudiste casarte con alguien así? ¡Cada día trae problemas! Si no bastaba con los escándalos en la casa, ¡ahora va a hacer escándalos afuera! ¿Acaso no se mira al espejo antes de hacer el ridículo?Se llevó una mano al pecho, visiblemente afectada, y continuó:—¡Es un desastre! Seguro que fue a ver a Isabella, intentando interferir con tu boda con la señorita Dolores.Theobald se sintió súbitamente alarmado, ya que había comenzado a entender que las acciones de Desislava no eran tan aleatorias. Quizás, como su madre había dicho, se debía a su matrimonio con la se
Theobald finalmente decidió buscar a Desislava. No quería seguir discutiendo pero necesitaba hablar seriamente con ella.Al llegar a la habitación, la vio sentada en la cama, abrazada a una manta. Su rostro seguía cubierto por un velo negro. Desde que tenía cicatrices en su cara, había mandado hacer muchos velos de diferentes colores. Salir sin velo o sombrero era algo que nunca haría.Antes, cada vez que la veía, siempre parecía lista para enfrentarlo en cualquier momento, con una actitud agresiva. Pero hoy estaba débil, enferma, y solo levantó la vista para mirarlo antes de bajar la cabeza sin decir nada.La doncella que estaba junto a ella, al ver a Theobald, comentó:—Menos mal que el general ha venido. La señora lleva dos días enferma.Él ya sabía que había llamado a un médico, así que preguntó:—¿Ya te sientes mejor?Desislava giró dándole la espalda, sin deseo de responder. Al parecer ninguno de los dos tenía ganas de discutir.Theobald se sentó en una silla y permaneció en sile
Theobald salió de la residencia, con una fuerte impulsión en su corazón que lo incitaba a dirigirse directamente a la casa de Theobald. Quería preguntarle a Isabella cara a cara si aún existía alguna posibilidad entre ellos.Aunque Desislava le había dicho bien claro que Isabella no sentía nada por él, y aunque en el campo de batalla Isabella había dejado muy clara su actitud, y más, aunque él mismo había sido tan decidido al pedir el divorcio, él a pesar de todo seguía aun convencido de que Isabella no podía haberlo sacado de su corazón tan rápidamente.Pensaba que ella solo estaba enojada por su frialdad, que solo lo odiaba por no haber cumplido la promesa que le había hecho ante su madre ya en el cielo. Pero por eso mismo mientras hubiera enojo y odio, significaba que todavía le importaba.Sin embargo, el frío viento le despejó la mente, o quizás su razón siempre estuvo presente, y solo se había dejado llevar por un momento de impulso. Lo que ya estaba hecho no podía ya deshacerse,
El cachetadon dejó a Manuela aturdida.Se cubrió la cara, mirándo a su hermano con ojos llenos de lágrimas. Hasta que después de un rato, finalmente comenzó a llorar a gritos:—¿Te has atrevido a pegarme por esa mujerzuela de Isabella? ¡Voy a decírselo a mamá!Dicho esto, corrió sobándose la cara.Theobald golpeó la puerta del estudio con el puño. ¿Isabella una mujerzuela? Qué estupideces, ella era todo lo contrario: Isabella seguía siendo intachable.Nunca había estado con Isabella, ella seguía siendo virgen. Y ahora, cuando finalmente comprendía sus sentimientos, también entendía que jamás había llegado a poseer verdaderamente el corazón de Isabella.Si en aquellos días hubiera compartido el lecho nupcial con ella antes de partir al campo de batalla, al casarse con Desislava, ella no habría aceptado tan fácilmente divorciarse, ¿no?rato después, su madre, doña Rosario, lo mandó llamar.Sin darle la oportunidad de decir una sola palabra, ella declaró:—Creo que lo que dijo Manuela es
Y pues Isabella naturalmente no quería asistir a la fiesta de la Reina Leonor. Desde que Raulito había comenzado a hablar, toda su tensión se había disipado, y finalmente pudo concentrarse en ordenar los antiguos mapas de defensa y diagramas tácticos que su padre y sus hermanos habían elaborado en vida.Tanto Villa Desamparada como los Llanos Fronterizos del Sur habían estado bajo su protección, y conocían a la perfección dichos lugares. Ellos habían dejado una gran cantidad de mapas. Durante los tiempos de paz, incluso enviaron exploradores para investigar puntos clave en las fronteras entre los diferentes reinos, marcando meticulosamente los lugares de posibles avanzadas y repliegues.Sin embargo, los bocetos eran desordenados y confusos. Isabella decidió rehacerlos con mayor claridad, pero esto requería mucho tiempo y esfuerzo. Al mirar la pila de bocetos, calculó que le tomaría al menos tres meses completarlos si trabajaba sola.Suspiró. Si su maestro estuviera aquí, todo sería más
En Casa Alta, la lámpara frente al pasillo reflejaba las finas figuras de papel en el enrejado de la ventana y los proyectaba por todas las paredes de la mansión como bestias gigantes. Isabella Díaz de Vivar se sentó de manos cruzadas en la amplia silla de respaldo redondo de roble, la sencilla ropa que llevaba envolvía su esbelto y atractivo cuerpo.Levantó la mirada y observó al caballero frente a ella, su esposo con quien se había casado hace poco, pero a quien había tenido que esperar durante un largo y tortuoso año. La armadura a medio usar de Theobald Vogel aun yacía majestuosa en sus hombros, con firmeza, pero con una pizca de disculpa en su hermoso rostro dijo.—La voluntad de matrimonio ya ha sido otorgada y sellada, y Desislava Maiquez de cualquier manera será mi esposa.Isabella se volvió a cruzar de brazos, sus ojos estaban oscuros y solo le preguntó con gran sospecha.—La reina una vez dijo que, la general Desislava era un modelo a seguir para otras mujeres, ¿pero acaso se
Theobald se sintió algo avergonzado.—¿Por qué te empeñas tanto en buscarte problemas? Este es un matrimonio aceptado por su majestad, y aunque Desislava entre a la familia, ustedes estarán en partes separadas de la mansión. Ella no competirá contigo por el control de la casa y lo que tú tanto valoras, a ella no le interesa. —Replicó Isabella. —¿De verdad crees que me aferro al control de la casa?La casa del general no era fácil de manejar, solo la medicina de su madre requería decenas de reales de plata cada mes, sin contar con los gastos en comida, ropa, y en mantener las relaciones sociales a flote, todo lo cual demandaba dinero.La mansión era antes solo una fachada vacía, por eso durante el último año, Isabella había estado usando su patrimonio para cubrir los gastos y este era el resultado de tanto esfuerzo. Theobald perdió por completo toda paciencia.—Olvídalo, no discutiré más contigo. Solo necesitaba informarte. Estés de acuerdo o no con esto, el resultado no cambiará.Su
Juana trajo consigo la lista de la dote y dijo.—Este año, has dado más de seis mil reales de plata en efectivo, pero no has tocado para nada, las tiendas, las casas ni las fincas. Los certificados de depósito que dejó tu madre en el banco, así como los títulos de propiedad de las tierras, están todos muy bien guardados en un baúl cerrado con llave.—Entiendo...Isabella miró con detenimiento la lista. Su madre le había dejado un patrimonio bastante grande, por miedo a que sufriera en la casa de su esposo. Sintió un dolor agudo en su corazón. Juana, muy triste a su lado le preguntó.—Señorita, ¿a dónde podemos ir?, ¿regresaremos a la casa de su padre?, ¿o acaso iremos al Cerro de los Cerezos?Al recordar la sangre derramada y los cadáveres en la mansión del Marqués, un dolor agudo atravesó al instante el corazón de la única sobreviviente.—Cualquier lugar es mejor que quedarse aquí, ¿no crees?—Pero si te vas, les estarás dando lo que ellos quieren.Isabella le respondió con frialdad.