La Marquesa insistió en aceptar solo una moneda de plata, sin importar cuánto Isabella insistiera en pagar más. Ella simplemente no estaba dispuesta a aceptar más.Al final, Isabella no tuvo más remedio que aceptar el gesto de amabilidad.Antes de marcharse, la Marquesa dijo. — Tenemos un vínculo especial. Si tiene tiempo en el futuro, deme por favor el honor de tener su visita. O, si lo prefiere, puedo ir a vuestro hogar a conversar con usted.Esto claramente indicaba que las dos familias mantendrían contacto en el futuro.Isabella sabía que no era por interés. La casa del Marqués de Solano no tenía necesidad de buscar el favor de nadie. Era una familia con una sólida reputación. Muchos de sus hijos ocupaban cargos en la corte, y varios tenían gran influencia y poder.Pero de cualquier manera, tener un amigo siempre era mejor que tener un enemigo, especialmente cuando había un vínculo tan significativo como el brazalete entre ambas partes.Isabella sonrió y asintió. — Estoy más que c
La princesa Catalina regresó a la casa de la Gran Princesa, donde tanto ella como su madre comenzaron a sufrir las consecuencias de las críticas públicas. Cuando los ciudadanos insultaban a Isabella, las muy víboras lo disfrutaban enormemente, pero ahora, enfrentando la reacción en su contra, estaban casi echando humos de la ira.En particular, los rumores sobre las concubinas del esposo de la Gran Princesa se extendieron por todas partes. La Gran Princesa también comenzó a sospechar de las personas en las que confiaba, preguntándose si alguien había filtrado dicha información.Comenzó a investigar una por una de las sirvientas y demás gente de servicio, lo que provocó caos en su casa. Mientras tanto, la princesa Catalina, agobiada por las discusiones con su esposo, también descargaba su frustración en las criadas.Pensó que, al regresar a la casa de su madre por unos días, el Marqués de Solano iría a buscarla. Sin embargo, no solo no fue, sino que ni siquiera los sirvientes de la casa
A mediados de agosto, ya estaba cerca el festival de la media luna, pero Benito aún no regresaba.Había pasado un mes desde que se fue, y Isabella empezaba a sentirse bastante extrañada. ¿No había dicho que solo iba a entregar un mensaje y luego regresaría?La caminata así fuese al lomo de mula al cerro de los cerezos no tomaba más de tres días. Incluso quedándose algunos días y contando el viaje de ida y vuelta, diez días habrían sido suficientes para regresar.¿Acaso había ocurrido algo en el cerro que ella no tenía aun conocimiento?Justo en ese momento, recibió una carta de su amiga y antigua compañera de armas, Estrella. La carta, de varias páginas, narraba muchas anécdotas divertidas ocurridas en el cerro. Entre ellas, mencionaba que Palo había comprado polvos de maquillaje y, al regresar, fue puesto en confinamiento por el maestro, aunque no recibió castigo físico.Isabella sonrió al leerlo.En la carta, Estrella también la felicitaba por su matrimonio, diciendo que cuando se ca
El almuerzo fue ligero. Isabella solo tomó un tazón de sopa de muslos de pollo antes de ir a realizar una ceremonia de ofrendas a los ya fallecidos.La familia Díaz de Vivar era una gran familia, por lo que tenían un gran altar. Las tablillas de madera talladas con los nombres de sus padres, hermanos y cuñadas se encontraban allí. Pero debido a la costumbre patriarcal de esos tiempos, las mujeres generalmente no podían al altar entrar para rendir homenaje; solo podían arrodillarse fuera de la puerta.La única forma en que una mujer podía entrar era después de su muerte, a través de su tablilla. Pero en el caso de Isabella, ni siquiera esto era posible, ya que ella era hija, y solo las esposas de la familia Díaz de Vivar podían tener tablillas allí.Por dicha razón, cuando su madre quedó viuda tras la muerte de su esposo e hijos, construyó un pequeño altar en la casa familiar donde colocó las tablillas de su esposo e hijos, para que fuera más fácil rendirles homenaje.Cuando toda la fam
Cicero, mientras hablaba, no podía evitar atragantarse de comida, narrando los eventos sucedidos de manera fragmentada.Continuó explicando que, cuando los pequeños mendigos comenzaron a dispersarse, Benito levantó la vista y vio a un niño mendigo cuya apariencia era al parecer muy similar a la de Raúl Díaz de Vivar, el hijo del segundo hermano de Isabella.Dicho niño tenía una pierna lisiada y corría con dificultad. Cuando Benito intentó atraparlo, alguien pasó empujando un carro, derribando a varias personas. Benito se detuvo para ayudar a levantar a los heridos.Mientras ayudaba, volvió a mirar al niño mendigo. El niño, con su pierna lisiada, caminaba lentamente hasta que un hombre corpulento lo agarró y lo subió a un carro tirado por bueyes.En ese momento, Benito gritó impulsivamente — ¡Raúl! — y el niño, que tenía la cabeza baja, la levantó bruscamente con una expresión de asombro e incredulidad.Benito inmediatamente corrió tras el carro de bueyes, pero el mismo carro que había
Juanita temblaba mientras le entregaba el equipaje a Isabella.Nadie se atrevía a creer si quiera a pensar que la noticia fuera cierta, porque en ese entonces, al contar los cuerpos, no faltaba nadie.Especialmente los niños: los hijos de los sirvientes de la casa y los habitantes estaban todos presentes.Aunque Isabella repetía una y otra vez que no lo creía, en su corazón aún albergaba una pequeña ilusión que quizás por azar del destino esto fuese cierto, y ese niño era Raulito, pero ¿cómo?.Sin embargo, cuando recordaba aquella escena… ese cuerpecito con su ropa ensangrentada … Aunque toda la ropita del desfigurado niño estaba cubierta de sangre, estaba completamente segura que era de Raulito, porque ella misma había mandado hacer esa ropa para él.En ese entonces, cuando regresó a casa, había encargado ropa para todos sus sobrinos.Isabella divagando entre tantas preguntas, tomó el equipaje y murmurando dijo.— Juana, solo voy para echar un vistazo. Sé que no puede ser él, y tampoc
Cinco días después, Isabella llegó a villa Luz justo al mediodía.Durante el viaje, aunque se alojó en posadas, apenas pudo comer y evitó beber mucha agua, temiendo que detenerse durante el día para usar el baño retrasara su marcha.Por eso en tan solo cinco días, había adelgazado notablemente.Siguiendo las indicaciones de Cicero, preguntó por el camino y llegó al lugar indicado.Era una propiedad en villa Luz, donde, según Cicero, el rey estaba alojado con el niño.Isabella, con la garganta seca y los labios agrietados, se detuvo frente a la puerta. La posada estaba en un callejón bastante amplio.En la entrada había un guardia, vestido con el uniforme de un funcionario local, probablemente asignado por la autoridad judicial a petición de Benito para vigilar el lugar.El guardia, al ver a una mujer deteniéndose con su caballo, pero sin atreverse a llamar, preguntó con cautela — ¿Es usted la señorita Isabella?Isabella asintió, pero no pudo emitir ningún sonido. Sentra un peso gigante
Isabella tomó al niño de los brazos de Benito, abrazándolo con fuerza contra su pecho.El niño, extremadamente delgado, parecía solo piel y huesos, tan frágil y vulnerable que su miseria le partía el alma. Su cuerpo desprendía un olor a podrido.Pero Isabella lo abrazó como si fuera el tesoro más preciado del mundo, dejando que las lágrimas cayeran libremente por su rostro.El niño no luchó. Parecía una pequeña ave indefensa, atrapada en los brazos de Isabella. Las lágrimas de ella corrieron por su cara sucia, dejando dos líneas amarillentas en su piel cubierta de mugre.La ferocidad que había mostrado hacia Benito desapareció. Ahora, el niño estaba completamente quieto, como un muñeco de trapo, sin mover ni siquiera los ojos, aunque las lágrimas seguían cayendo de ellos.Benito, al ver la escena, finalmente pudo confirmar lo que había sospechado: este niño era un miembro de la familia Díaz de Vivar. Era la sangre de los suyos.Sin embargo, se preguntaba cómo el niño había escapado ini