Capítulo217
Isabella levantó la mirada, observando el rostro colérico de la señora. Con el rabillo del ojo vio cómo una criada se adelantaba para interponerse entre ellas, gritando:

—¡Alguien que salve a la ama!

Isabella esbozó una sonrisa. —Gran Princesa, no hace falta hacer semejante alboroto, solo he venido a devolver lo que le pertenece.

La mirada de la Gran Princesa se posó en el arco de castidad que Isabella sostenía en sus manos, y su expresión se oscureció de inmediato.

¿Aún entonces lo conservaba? ¿No debería haberlo roto en un arrebato de furia al recibirlo? Aquella vez solo había oído rumores, pero no imaginaba que en verdad lo guardara.

El capitán de los guardias llegó con sus hombres dispuesto a irrumpir, pero la Gran Princesa ordenó con voz firme: —¡Retírense y quédense ustedes en la entrada!

Ese objeto solo lo conocían sus allegados. Hablar de él era una cosa, pero no podía permitir que lo vieran, especialmente los guardias, quienes solían ser indiscretos, y después de unas copas,
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