Desde el palacio, se escuchó una voz de rabia:—¡Ella quiere ser la Princesa del Norte! ¡Que pase entonces sobre mi cadáver! ¡Dile que no se haga ilusiones y que se vaya marchando donde por mal camino llego!Benito observaba tranquilamente a la colérica Reina Madre Leonor de Castilla. Desde pequeño, había crecido entre gritos como esos, ya estaba acostumbrado. Pero Isabellla probablemente no lo estaría.Con el rostro ensombrecido, la Reina Madre levantó una mano, con las uñas largas casi tocando la nariz de Benito:—En unos días, me mudaré a tu residencia. Si esa mujer se atreve a poner un pie en tu palacio, yo misma me las arreglare con ella. .Benito asintió ligeramente:—Arreglarse con ella sonaba bastante bien. Tu hijo ya la vio arreglárselas con varios.Leonor levantó la mano, furiosa:—No importa si esa miserable desvergonzada es la hija legítima de la familia Díaz de Vivar o una poderosa y respetable guerrera. A mis ojos, sigue siendo una repudiada del General Vogel. ¡Tú eres un
Ella yacía en el diván imperial, llena de odio hacia Isabelita. Su criada la señora Guadalupe la consolaba a su lado:—No se aflija, Reina Madre. El príncipe siempre ha sido alguien con sus propias ideas. Ahora solo está momentáneamente deslumbrado por el encanto de Isabelita. Se dice que su cara es la más hermosa de la capital. Cuando doña Díaz de Vivar quiso casarla, no fueron pocos los nobles que acudieron a pedir su mano. Nadie entiende cómo terminó casada con Theobald. Fue realmente un infortunio. La criada Guadalupe le secó las lágrimas con su pañuelo y continuó:—Al final del día, no es más que una mujer de segunda mano. No vale la pena que se enoje tanto. Si el príncipe insiste en casarse con ella, que lo haga. Una belleza es agradable de ver desde lejos, pero con el tiempo, la convivencia diaria cansa. Incluso la mujer más hermosa, si empieza con sus celos y caprichos, acaba siendo despreciada por cualquier hombre. En el palacio no será la única; tarde o temprano, otras concu
La criada Guadalupe mandó a su gente a investigar lo ocurrido y pronto supo que, ese día, la vieja Rosario, junto a su hijo mayor y su nuera, había hecho un escándalo en la Villa del Duque Defensor del Reino.El asunto había causado gran revuelo en ese momento, y no era difícil averiguar los detalles. Los ciudadanos que presenciaron la escena decían que la familia del general se había pasado de la raya, reclamando los privilegios que antes tenían.La criada Guadalupe envió a sus informantes, quienes confirmaron que la gente opinaba lo mismo. Sin embargo, al informar a la Reina Madre Leonor, ella se malhumoro al instante.—Si Isabelita no hubiera llevado las cosas al extremo, ¿por qué habría armado la familia Vogel semejante escándalo? ¿Es cierto que el doctor Dagel no trató a la anciana?—Sí, es cierto —respondió la criada Guadalupe. —El Salón de la Medicina también lo confirmó. Dijeron que fue porque la anciana Rosario había actuado como una oportunista y que por eso se negaron a aten
Después de salir del palacio, Benito se dirigió galantemente y muy contento al palacio de la Reina Beatriz y, al mismo tiempo, solicitar su aprobación para casarse con Isabelita.La reina, al escucharlo, se mostró muy complacida y gentil.—Hijo mío, ¡mira que has hecho las cosas en silencio! Hace un par de meses, tu madre aún me decía que estaba preocupada por tu matrimonio. Y resulta que, en cuanto te encontraste con Isabelita en el campo de batalla, quedaste prendado. Isabelita es una buena muchacha; merece ser tratada con todo tu cariño.Benito asintió.—Madre, os prometo que la trataré bien. Pero me temo que mi madre no siente simpatía por Isabelita. Sospecho que la convocará al palacio en estos días para darle algún tipo de advertencia o sermón.La Reina Beatriz sonrió al comprender la intención de su hijo. Sabía que, con esta conversación, él estaba pidiéndole ayuda de manera indirecta. Con mirada cariñosa, le respondió amablemente:—No te preocupes querido. Estoy aquí para asegu
Al día siguiente, Isabelita entró al palacio acompañado por Juanita.Primero fue a saludar a la Reina Beatriz, quien la recibió con alegría, tomando su mano y preguntándole sobre su relación con el Rey Benito.Isabelita ya tenía preparada una detallada explicación: dijo que en el campo de batalla ambos se enamoraron mutuamente, y que, al regresar a la capital, Benito pidió su mano. Como él no la despreciaba, ella aceptó la propuesta.La Reina Beatriz sabía que no era del todo cierto, pero decidió seguirle la corriente sin mencionar el plazo de tres meses que el emperador le había dado. Solo sonrió y comentó que todo era obra del destino, que su unión estaba predestinada, presintiendo que serian muy felices.Después de una charla que duró lo que una varilla de incienso, la reina dijo que enviaría a llamar a la Reina Madre Leonor.Isabelita entendió que la reina lo hacía con buena intención, pero sacudió la cabeza y dijo:—La Reina Madre Leonor me ha llamado a su palacio. Si, estoy ampar
Dejó a Juanita fuera del salón, mientras Isabelita entraba con la cabeza en reverencia. El suelo de mármol blanco bajo sus pies brillaba tanto que podía reflejar su imagen, y en cada rincón se respiraba una opulencia deslumbrante, el paisaje era de notoria pulcritud.Alzó la vista rápidamente y, de reojo, vio a una mujer sentada en una silla de respaldo cruzado en el centro de la sala. Vestía una lujosa túnica púrpura, con el cabello recogido en un elaborado moño adornado con joyas resplandecientes. Sus rasgos faciales tenían un aire ligeramente parecido a los de Benito de la Torre Montemayor.Isabelita supo al instante que esa mujer era la Reina Madre Leonor de Castilla.Se adelantó delicadamente y con elegancia le hizo la más respetuosa reverencia.—La humilde Isabelita saluda a Su Majestad.Su postura era impecable: cabeza inclinada, mirada tranquila, el vestido perfectamente acomodado. Sus horquillas se movieron ligeramente, en un ángulo preciso, sin un solo error, pues había apre
Isabelita levantó su mentón con expresión solemne y firme, dijo:—Agradezco a Su Majestad por su indulgencia. En cuanto a qué estatus tengo y si soy digna del príncipe, eso es algo que él decide. Si él viene a pedirme matrimonio, entonces me casaré con él.Leonor estaba furiosa y exclamó:—¡Está completamente fuera de sus cabales, es solo un momento de locura! Algún día se dará cuenta de su error. Eres una mujer repudiada por la familia Vogel. Ahora le pareces novedosa, la gran cosa, pero cuando se canse de ti, te desechara . Al final, la perjudicada serás tú. Lo digo por tu bien, ¿cómo puedes ser tan ciega y necia?Isabelita respondió con calma:—Me divorcié de Theobald, no fui repudiada. Además, fue por iniciativa mía que pedí el divorcio. Si alguien fue abandonado, le aclaro que fui yo quien lo dejó a él, nunca fue de otra manera.. Pero, de todas formas, agradezco a Su Majestad por preocuparse en mi vida. .Leonor replicó airadamente:—¡No importa quién abandonó a quién! De todas ma
Isabelita no pensaba irse tan fácilmente. Mientras no abandonara la idea de casarse con el príncipe, la Reina Leonor tampoco pensaba dejarla ir.Por su parte, Isabelita seguía en reverencia con calma. Durante su tiempo en el cerro de los cerezos, ya se había acostumbrado a andar mucho tiempo de rodillas.Ella no tenía intención de ganarse el favor de Benito. A su alrededor no faltaban quienes la adularan, y su matrimonio con el príncipe era un acuerdo de conveniencia para ambas partes, sin necesidad de falsos intenciones..De hecho, personas como Leonor, arrogantes y poco astutas, eran más fáciles de tratar que aquellas que fingían cortesía mientras conspiraban por la espalda. Isabelita no pretendía faltarle al respeto, pero tampoco permitiría que la intimidaran. Recordaba cómo había tratado a Doña Rosario. Antes del regreso de Theobald con sus logros militares, Rosario siempre había sido amable con ella, y Isabelita la trataba con respeto. Pero cuando Theobald regresó decidido a casar