Al día siguiente, Isabelita entró al palacio acompañado por Juanita.Primero fue a saludar a la Reina Beatriz, quien la recibió con alegría, tomando su mano y preguntándole sobre su relación con el Rey Benito.Isabelita ya tenía preparada una detallada explicación: dijo que en el campo de batalla ambos se enamoraron mutuamente, y que, al regresar a la capital, Benito pidió su mano. Como él no la despreciaba, ella aceptó la propuesta.La Reina Beatriz sabía que no era del todo cierto, pero decidió seguirle la corriente sin mencionar el plazo de tres meses que el emperador le había dado. Solo sonrió y comentó que todo era obra del destino, que su unión estaba predestinada, presintiendo que serian muy felices.Después de una charla que duró lo que una varilla de incienso, la reina dijo que enviaría a llamar a la Reina Madre Leonor.Isabelita entendió que la reina lo hacía con buena intención, pero sacudió la cabeza y dijo:—La Reina Madre Leonor me ha llamado a su palacio. Si, estoy ampar
Dejó a Juanita fuera del salón, mientras Isabelita entraba con la cabeza en reverencia. El suelo de mármol blanco bajo sus pies brillaba tanto que podía reflejar su imagen, y en cada rincón se respiraba una opulencia deslumbrante, el paisaje era de notoria pulcritud.Alzó la vista rápidamente y, de reojo, vio a una mujer sentada en una silla de respaldo cruzado en el centro de la sala. Vestía una lujosa túnica púrpura, con el cabello recogido en un elaborado moño adornado con joyas resplandecientes. Sus rasgos faciales tenían un aire ligeramente parecido a los de Benito de la Torre Montemayor.Isabelita supo al instante que esa mujer era la Reina Madre Leonor de Castilla.Se adelantó delicadamente y con elegancia le hizo la más respetuosa reverencia.—La humilde Isabelita saluda a Su Majestad.Su postura era impecable: cabeza inclinada, mirada tranquila, el vestido perfectamente acomodado. Sus horquillas se movieron ligeramente, en un ángulo preciso, sin un solo error, pues había apre
Isabelita levantó su mentón con expresión solemne y firme, dijo:—Agradezco a Su Majestad por su indulgencia. En cuanto a qué estatus tengo y si soy digna del príncipe, eso es algo que él decide. Si él viene a pedirme matrimonio, entonces me casaré con él.Leonor estaba furiosa y exclamó:—¡Está completamente fuera de sus cabales, es solo un momento de locura! Algún día se dará cuenta de su error. Eres una mujer repudiada por la familia Vogel. Ahora le pareces novedosa, la gran cosa, pero cuando se canse de ti, te desechara . Al final, la perjudicada serás tú. Lo digo por tu bien, ¿cómo puedes ser tan ciega y necia?Isabelita respondió con calma:—Me divorcié de Theobald, no fui repudiada. Además, fue por iniciativa mía que pedí el divorcio. Si alguien fue abandonado, le aclaro que fui yo quien lo dejó a él, nunca fue de otra manera.. Pero, de todas formas, agradezco a Su Majestad por preocuparse en mi vida. .Leonor replicó airadamente:—¡No importa quién abandonó a quién! De todas ma
Isabelita no pensaba irse tan fácilmente. Mientras no abandonara la idea de casarse con el príncipe, la Reina Leonor tampoco pensaba dejarla ir.Por su parte, Isabelita seguía en reverencia con calma. Durante su tiempo en el cerro de los cerezos, ya se había acostumbrado a andar mucho tiempo de rodillas.Ella no tenía intención de ganarse el favor de Benito. A su alrededor no faltaban quienes la adularan, y su matrimonio con el príncipe era un acuerdo de conveniencia para ambas partes, sin necesidad de falsos intenciones..De hecho, personas como Leonor, arrogantes y poco astutas, eran más fáciles de tratar que aquellas que fingían cortesía mientras conspiraban por la espalda. Isabelita no pretendía faltarle al respeto, pero tampoco permitiría que la intimidaran. Recordaba cómo había tratado a Doña Rosario. Antes del regreso de Theobald con sus logros militares, Rosario siempre había sido amable con ella, y Isabelita la trataba con respeto. Pero cuando Theobald regresó decidido a casar
Al ver a la adorable y encantadora princesita Eugenia, Isabella recordó cómo era cuando era niña: regordeta tierna y extremadamente adorable.Ahora había adelgazado un poco, pero sus mejillas seguían guardando su estampa, lo que la hacía verse dulce y encantadora. Especialmente cuando sonreía, se formaban ligeros hoyuelos en sus mejillas, y su mirada parecía relucir su belleza , haciendo que cualquiera sintiera alegría al verla.Isabelita sonrió y dijo:—Si nada sale mal, seré tu cuñada.Eugenia tomó su brazo y, con los ojos brillando de explosiva alegría , exclamó:—Te admiro muchísimo. Mi madre y mi hermano el Rey siempre dicen que eres la mejor generala de nuestro reino. Antes era Desislava Maiquez, pero nunca de veras me gustó. Conocí esa mujer una vez y me pareció muy altiva y grosera, nada parecida a ti, Isabelita. Tú tienes la voluntad de una guerrera, pero sin perder la gracia y delicadeza femenina. .Dicho esto, hizo un guiño en un gesto juguetón.—Pero madre dice que no es co
Después de beber, Isabelita comentó:—En realidad, Su Majestad la Reina Madre Leonor es bastante fácil de tratar. Al menos, no es del todo difícil.—¿Fácil de tratar? Debe ser otra persona de la que tan bien hablas —dijo la Reina Beatriz, conteniendo su risa mientras miraba a Isabella con ojos llenos de humor—. Todos en el palacio le tienen miedo. Isabelita pensó: Con esa arrogancia, ¿quién no se apartaría de su camino? Cualquier persona sensata evitaría a un perro rabioso por temor a ser mordido.Sin embargo, si tuviera que elegir entre tratar con la emperatriz o con Leonor, sin duda preferiría a Leonor. Aunque arrogante, era más fácil de enfrentar. Las palabras de la emperatriz, aunque parecieran amables, siempre llevaban una doble intención. Isabelita estaba a punto de tomar otra bebida, pero Juana la detuvo rápidamente:—Señorita, no debería beber más. El doctor Dagel dijo que su cuerpo necesita cuidados, y no puede consumir demasiadas bebidas frías.La Reina Beatriz escuchó est
Isabella se sintió bastante desconcertada, pero su mente sensible percibió algo extraño, como si fuera hostilidad, aunque no del todo.“En especial esa última frasecita suya la cual acompaño tan bien con una sonrisa… Es después de todo bastante difícil entender a qué se refiere con proteger primero. Después de todo, eso fue exactamente lo que ocurrió” pensó para sí misma.Hizo una pausa y luego habló:—Su Majestad, en guerra no hay decisiones absolutamente seguras, especialmente en una batalla tan decisiva como la que se libró en Villa Simón. Es casi una apuesta. Nuestro ataque fue acertado, y los pequeños errores que surgieron, en mi opinión, son perdonables, ya que al final recuperamos los Llanos Fronterizos del Sur y logramos la victoria.El Rey tan solo sonrió.—¿Acaso me puse tan serio que te puse nerviosa? No hace falta que te inquietes, solo pregunté por curiosidad.Sin embargo, la espalda de Isabella estaba empapada en sudor. ¿Solo una pregunta casual? Con esa expresión solemne
La Reina Madre lo miró por un buen rato antes de decir:—Tu padre también tenía a alguien en su corazón, pero siempre consideró al Mariscal Díaz de Vivar como un hermano. Por eso, siempre su señora asistía a alguna ocasión o visitaba el palacio, tu padre se retiraba para no encontrarse con ella. Ese fue el mayor respeto que le pudo ofrecer a su hermano. Hasta el día de su muerte, la señora Díaz de Vivar nunca supo los sentimientos que tu padre albergaba en secreto por ella.El Rey quedó momentáneamente inmóvil, y la sonrisa en su cara se desvaneció lentamente, dejando paso a una expresión solemne.—Madre, entiendo muy bien la lección —respondió con seriedad.Después de un breve silencio, preguntó:—¿A usted no le importa? Aun así, trata tan bien a Isabella.La Reina Madre esbozó una sonrisa, tranquila y distante.—¿Por qué habría de importarme? ¿No hay ya suficientes mujeres en este palacio? Además, yo me casé con él para convertirme en Princesa Heredera, en Reina, y ahora en Reina Mad