Si se hubiera tratado de otra pareja, El mayordomo Eduardo nunca habría permitido que un hombre y una mujer solteros se quedaran solos en una habitación. Habría insistido en que varias sirvientas los acompañaran.Mas sin embargo, uno se dirigía al otro como “general” y “comandante”, lo que significaba que seguramente iban a discutir asuntos militares. ¿Cómo podrían los sirvientes enterarse de esos temas? Así que, tras servir otra tetera, el mayordomo Eduardo despejó la sala, cerró la puerta y ordenó que nadie se acercara a la entrada.Benito sostuvo la taza entre sus manos, sus largos dedos presionando los grabados de la porcelana, con una expresión nerviosa en el rostro.Esperó un momento, pero como no decía nada, Isabella levantó la mirada con una ligera duda en sus ojos.—General, ¿Lo que usted desea discutir es algo relacionado con la campaña en los llanos del sur...?—No —la interrumpió Benito, terminando su agua caliente de un trago y dejando la taza sobre la mesa—. Hoy no he ven
Sin embargo, aunque estaba conmovida, Isabella rechazó la propuesta:—El decreto de Su Alteza establece que debo encontrar esposo en tres meses. Creo que su intención es designar un heredero para el título. Así que, aunque el mariscal y yo fingiéramos un matrimonio, dudo que el Su Alteza el Rey lo permita. Benito de la Torre Montemayor no esperaba esa respuesta. Parecía que ella aún no entendía bien al emperador. Después de reflexionar un momento, hizo un gesto tranquilizador con la mano.—Eso no debería qué preocuparte. Yo hablaré con mi hermano. Si quiere elegir personalmente al heredero de tu título, es porque teme que puedas casarte con alguien como Theobald, un hombre egoísta e insensible.Sin menospreciar a su ex no era muy noble, pero probablemente parecía bastante convincente.Cuando Isabella escuchó el nombre de Theobald, no sintió nada en su corazón, pero las palabras de Benito tenían sentido.El título de la Casa de los Duques estaba vinculado a quien en otrora fueron los g
Después de que Benito se marchara, el mayordomo Eduardo entró junto con las doñas Filomena y Matilde.Isabella no ocultó nada y les dijo que Benito había venido a pedir su mano en matrimonio, y que ella había aceptado.Eduardo y las dos matronas se quedaron por un momento sin saber que responder. No dijeron nada, pero sus expresiones lo decían todo.—Esta es quizás la mejor salida a dicho embrollo —dijo Isabella, sonriendo con ligereza—. El mariscal y yo no sentimos amor el uno por el otro, pero sí compartimos lazos como compañeros de armas. Casarme con él es mucho mejor que aceptar un esposo que venga a vivir aquí como consorte.Las dos matronas tuvieron algo que decir, pero las palabras se quedaron volando en sus labios. Finalmente, esbozaron una sonrisa cuidadosa.—Señorita, debe prepararse usted mentalmente. En la familia real no hay príncipe que no tome concubinas o esposas secundarias.Aquel día, Benito ya había venido a pedir su mano, pero doña Díaz de Vivar había evitado dar un
Su Alteza el Rey miró el Talismán que Tomasito Mendoza le entregaba, su expresión seguía siendo inescrutable.Después de un momento, sacó la mitad restante del talismán que una vez en otrora lucia galantemente el fallecido y estimado general de Díaz de Vivar y lo unió con la parte que Benito de la Torre Montemayor.El talismán del Ejército Norte, sin embargo, estaba intacto. En su día, el difunto rey había entregado personalmente ese talismán a Benito, para que liderara las tropas del Norte y protegiera el reino. No era necesario que lo devolviera.El Rey pasó los dedos por la superficie del talismán, notando la textura de los grabados bajo sus yemas. Era la primera vez que tocaba ese objeto, y la sensación le causo impresión. —¿Isabella entonces aceptó? —preguntó, con un tono que provocaba cierta incredulidad.—Sí, hermano mayor, aceptó —respondió Benito, con una expresión radiante, como si todavía fuera ese joven inocente de antes—. Antes de partir hacia la campaña, le pedí su mano,
Desde el palacio, se escuchó una voz de rabia:—¡Ella quiere ser la Princesa del Norte! ¡Que pase entonces sobre mi cadáver! ¡Dile que no se haga ilusiones y que se vaya marchando donde por mal camino llego!Benito observaba tranquilamente a la colérica Reina Madre Leonor de Castilla. Desde pequeño, había crecido entre gritos como esos, ya estaba acostumbrado. Pero Isabellla probablemente no lo estaría.Con el rostro ensombrecido, la Reina Madre levantó una mano, con las uñas largas casi tocando la nariz de Benito:—En unos días, me mudaré a tu residencia. Si esa mujer se atreve a poner un pie en tu palacio, yo misma me las arreglare con ella. .Benito asintió ligeramente:—Arreglarse con ella sonaba bastante bien. Tu hijo ya la vio arreglárselas con varios.Leonor levantó la mano, furiosa:—No importa si esa miserable desvergonzada es la hija legítima de la familia Díaz de Vivar o una poderosa y respetable guerrera. A mis ojos, sigue siendo una repudiada del General Vogel. ¡Tú eres un
Ella yacía en el diván imperial, llena de odio hacia Isabelita. Su criada la señora Guadalupe la consolaba a su lado:—No se aflija, Reina Madre. El príncipe siempre ha sido alguien con sus propias ideas. Ahora solo está momentáneamente deslumbrado por el encanto de Isabelita. Se dice que su cara es la más hermosa de la capital. Cuando doña Díaz de Vivar quiso casarla, no fueron pocos los nobles que acudieron a pedir su mano. Nadie entiende cómo terminó casada con Theobald. Fue realmente un infortunio. La criada Guadalupe le secó las lágrimas con su pañuelo y continuó:—Al final del día, no es más que una mujer de segunda mano. No vale la pena que se enoje tanto. Si el príncipe insiste en casarse con ella, que lo haga. Una belleza es agradable de ver desde lejos, pero con el tiempo, la convivencia diaria cansa. Incluso la mujer más hermosa, si empieza con sus celos y caprichos, acaba siendo despreciada por cualquier hombre. En el palacio no será la única; tarde o temprano, otras concu
La criada Guadalupe mandó a su gente a investigar lo ocurrido y pronto supo que, ese día, la vieja Rosario, junto a su hijo mayor y su nuera, había hecho un escándalo en la Villa del Duque Defensor del Reino.El asunto había causado gran revuelo en ese momento, y no era difícil averiguar los detalles. Los ciudadanos que presenciaron la escena decían que la familia del general se había pasado de la raya, reclamando los privilegios que antes tenían.La criada Guadalupe envió a sus informantes, quienes confirmaron que la gente opinaba lo mismo. Sin embargo, al informar a la Reina Madre Leonor, ella se malhumoro al instante.—Si Isabelita no hubiera llevado las cosas al extremo, ¿por qué habría armado la familia Vogel semejante escándalo? ¿Es cierto que el doctor Dagel no trató a la anciana?—Sí, es cierto —respondió la criada Guadalupe. —El Salón de la Medicina también lo confirmó. Dijeron que fue porque la anciana Rosario había actuado como una oportunista y que por eso se negaron a aten
Después de salir del palacio, Benito se dirigió galantemente y muy contento al palacio de la Reina Beatriz y, al mismo tiempo, solicitar su aprobación para casarse con Isabelita.La reina, al escucharlo, se mostró muy complacida y gentil.—Hijo mío, ¡mira que has hecho las cosas en silencio! Hace un par de meses, tu madre aún me decía que estaba preocupada por tu matrimonio. Y resulta que, en cuanto te encontraste con Isabelita en el campo de batalla, quedaste prendado. Isabelita es una buena muchacha; merece ser tratada con todo tu cariño.Benito asintió.—Madre, os prometo que la trataré bien. Pero me temo que mi madre no siente simpatía por Isabelita. Sospecho que la convocará al palacio en estos días para darle algún tipo de advertencia o sermón.La Reina Beatriz sonrió al comprender la intención de su hijo. Sabía que, con esta conversación, él estaba pidiéndole ayuda de manera indirecta. Con mirada cariñosa, le respondió amablemente:—No te preocupes querido. Estoy aquí para asegu