Capítulo118
Desde fuera del fuerte, se escuchaban gritos desgarradores, tan terribles que casi hicieron que Desislava se desesperara aún más de no saber que a ella le aguardaba.

Sabía perfectamente qué tipo de castigo estaban sufriendo, porque era el mismo que ella había infligido al joven oficial capturado… no, al príncipe del reino enemigo.

Ella misma le habia cercenado los testículos, observando cómo se retorcía en el suelo tal sanguijuela sangrienta. Si él hubiera gritado, quizás ella habría detenido la tortura, pero él se mantuvo en un silencio sepulcral. Entonces, sus soldados le habían orinado en las heridas y le habían cortado el cuerpo una y otra vez, viendo cómo la sangre se mezclaba con la orina.

En el pasado, recordar esa escena le traía un inmenso placer. Pero ahora, al evocarla, solo sentía terror.

Ordos sacó una daga y Desislava comenzó a gritar:

—¡No! ¡No te acerques!

Ordos se agachó y cortó las cuerdas que la mantenían atada. Al verla temblar y acurrucarse como una niña asustada,
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