Oliver había estado lidiando con un tormento interno desde que Penélope le hizo aquella terrible solicitud. Sabía que era una decisión equivocada y que nunca podría seguir adelante con algo tan cruel, pero también temía lo que Penélope pudiera hacerle si se negaba.Finalmente, después de varios días y años de lucha interna, Oliver decidió buscar a Nero para contarle la verdad sobre la solicitud de Penélope y deshacerse de ese peso que lo atormentaba.Encontró a Nero en la mansión, rodeado de pañales y juguetes para el bebé. Se veía feliz y emocionado, y Oliver sintió un nudo en la garganta al pensar en la verdad que tenía que revelarle.Se cercó lentamente al patio donde lo veía jugar con su hijo y este al verlo llegar se sorprendió.—Nero, necesito hablar contigo —dijo Oliver con seriedad.Nero miró a Oliver, notando su expresión preocupada.—¿Qué pasa?—¿Podemos hablar en otro lugar? Lo que tengo que decirte es delicado y no puede hablarse a los ventos de tu patio.Nero asintió y lo
El sol brillaba en el cielo, y la mansión estaba tranquila cuando Luz decidió dar un paseo por los jardines para disfrutar del aire fresco y relajarse por un momento. Mientras caminaba entre las flores, no pudo evitar sentir una sensación de paz y serenidad.Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando escuchó una voz familiar detrás de ella. Se giró y se encontró cara a cara con Penélope.—Vaya, vaya, si es la nueva esposa de Nero. ¿Disfrutando de tu nueva vida aquí?Luz se mantuvo serena y calmada, a pesar de la presencia de Penélope.—Hola, Penélope. Sí, estoy feliz con mi vida junto a Nero.Penélope esbozó una sonrisa maliciosa.—Oh, claro, feliz con mi exmarido y la vida que debió de ser mía. Debe ser una vida de ensueño para ti.Luz sintió un nudo en la garganta, pero se obligó a mantener la calma.—Lo siento si alguna vez te he hecho daño, Penélope, pero nuestro pasado ya no importa. Lo que importa es el presente y el futuro que estamos construyendo juntos.Penélope
El día esperado había llegado. En la majestuosa torre, el ambiente estaba lleno de emoción y celebración. Marciel, el joven hijo de Oliver y Penélope, se preparaba para su graduación como aprendiz de Zacarías, el sabio anciano que había sido su guía y mentor en el camino de la sabiduría y el conocimiento.La familia se reunió en el salón principal, donde los retratos de sus ancestros miraban con orgullo la escena. Nero y Luz estaban emocionados y orgullosos del hijo de su amigo, mientras que Oliver, el antiguo amante de Penélope, también estaba presente para celebrar el logro de Marciel.Zacarías, con su sabiduría y humildad característica, se acercó a Marciel y le entregó una medalla especial.—Marciel, has demostrado dedicación y perseverancia en tu búsqueda de conocimiento. Hoy, te gradúas como mi aprendiz, y estoy seguro de que llevarás contigo el legado de la sabiduría que te he transmitido. Que sigas siempre aprendiendo y creciendo en la senda de la verdad.Marciel recibió la me
—¡Lárgate! ¿Acaso crees que somos caridad? ¡Fuera de aquí!Los fuertes gritos de un hombre retumbaban por las paredes de un oscuro callejón.—¡Deme una última oportunidad, señor! Le pagaré, se lo aseguro, le pagaré todo lo que le debo. Pero por favor no me saque de mi departamento, no tengo a dónde ir.Luz rogaba de rodillas a aquel hombre como si su vida dependiera de eso, y en cierto modo, si dependía.A sus 13 años se había quedado huérfana. Su vida no era sencilla, trabajando de mesera para poder pagar la universidad a duras penas y quedando a deber el alquiler.Era clara la molestia de aquel hombre y la entendía, ¡Claro que sí! Pero él también debía de entenderla a ella y a su pobre vida, pero la realidad era que no le importaba cuando rogara, no aceptaría, tenía que darle a cambio algo que el deseaba desde el primer día en que llegó al edificio.—¡Por favor, déjeme quedarme solo una noche! —Pidió ella con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Solo una noche!Él hombre sonrió con malici
Nero veía con preocupación el cuerpo de la chica recostado sobre aquel asiento.Con tanta calentura en su cuerpo no sabía si podría contenerse. Lo que menos entendía era como una simple humana podía hacerle sentir todo eso, ni siquiera la que era su esposa le hacía sentir que su cuerpo era un volcán a punto de erupción.Y fuera de todo aquello, el claro mensaje de su lobo diciéndole que ella era su luna, se lo dejaba cada vez más nublado.¿Una humana como luna? Exactamente eso en que lo beneficiaba, además de ser una completa locura. Ya no creía en el amor y tampoco tenía un reino al cual llevarla. Ella necesitaba ayuda y el podía dársela, limitarse a una relación por conveniencia podría ser lo más funcional por el momento.No estaba en contra de los humanos, después de todo vivía en su mundo y con la compañía de ellos, pero no confiaba en la fuerza que tenían, eran demasiado débiles. Y ser luna comprometía a tener un potencial y fuerza lo suficientemente altos, esa simple mesera no p
Nero iba continuamente a la habitación de Luz, le traía la comida y vigilaba su salud según lo ordenado por el médico. Estaba llenándose de una inmensa condescendencia, queriendo evitar que ella se sintiera forzada o presionada, hasta el último día de la semana en que no soportó tener más paciencia y decidió preguntarle por su decisión.Tenerla cerca de él todos los días lo estaba volviendo loco, pero los nervios que tenía al saber que el día menos esperado se iría de su vida lo estaba matando aún más.Tocó tres veces a la puerta como siempre y pasó con esa bandeja de postres saludables que le había preparado.—Hola niña, ¿cómo te sientes hoy…? —Preguntó esperando ver esa hermosa sonrisa que formaba hoyuelos en sus pequeñas mejillas, pero en su lugar se llevó una sorpresa.Luz estaba recién salida de la ducha, en bragas y sostén, las gotas de agua corrían de su cabello al resto de su cuerpo mientras intentaba ponerse una blusa color frambuesa.—¡Ay, no puede ser! ¡Fuera, fuera, fuera
Nero pudo jurar que el cerebro de Fernan se había movido de lugar con el puñetazo que le propino Henry.Henry era médico y su hermano mayor, alguien de carácter muy severo, sus pacientes siempre eran lo primero además de su esposa.—¿Cuántas veces te voy a decir que dejes de causar problemas? ¿Por qué tengo que estar resolviendo errores? ¿Es que no te cansas?Fernan miró al suelo mientras Henry le daba pequeños golpes con su guante de látex. Suficiente era verlo arrugar la cara y ver su cara enrojecer a un puñetazo, que era lo que realmente se merecía.Henry caminó guiado por Nero hasta la habitación donde estaba Luz, cuando llegó la vio un poco menos lamentable que cuando la acababa de ver por primera vez, pero aun así se veía mal.—Ella no se ve tan mal, pero hay que cuidarla hasta de este idiota —resopló enfadado, volteándose para ver a Fernan quien frunció los labios con una cara culpable—. A partir de este momento queda prohibida la entrada a este inútil.Nero asintió y lo miró p
Cuando Luz abandonó la habitación, su rostro estaba pálido como la nieve y presentaba bolsas bajo los ojos. La mirada de los presentes se posó en ella con inquietud; sin embargo, no podían determinar si su palidez se debía a haber escuchado la discusión previa o si estaba a punto de desmayarse nuevamente. A pesar de esto, Luz optó por hacer como si no hubiera escuchado nada, como si hubiera llegado después de toda la conmoción, recién levantada. No obstante, su farsa se desvaneció cuando Nero la alcanzó en apenas unos pasos y la envolvió con sus brazos corpulentos. En ese instante, Luz solo podía pensar en la posibilidad de que lo que había escuchado "accidentalmente" fuera cierto, sintiéndose afortunada. —¡Dios mío, niña! ¡No sigas asustándome así! Un día de estos me darás un infarto… —la regañó mientras Luz le sonreía, abrazándolo también con calidez. Apretando los labios para no sonreír aún más, Luz experimentó una sensación nueva al darse cuenta de que alguien se preocupaba tant