Joseph y George se miraron el uno al otro, como pidiéndose el visto bueno, o, más bien, como preguntándose quién se aventuraría primero hasta la ventaba abierta que se encontraba en la segunda planta del edificio abandonado.Joseph asintió con la cabeza, indicándole a George que él iría primero. Acto seguido, se asió de un enorme caño que, antaño, debía pertenecer a una escalera de emergencias, ya que tenía sobresalientes por ambos lados, lo que le permitía el ascenso hasta la segunda planta. Una vez que llegó a la ventana, cuyo cristal estaba roto, se introdujo en el amplio almacén y comprobó que había entrado por lo que, en sus mejores momentos, había sido una oficina.A continuación, tras cerciorarse de que no se oía ni el más mínimo ruido y que no había nadie en aquella habitación, se asomó por la ventana y le hizo señas a George para que lo imitara. Sin perder un segundo, George comenzó a subir y lo hizo tan rápidamente que en medio minuto ambos ya estaban en la puerta de la o
Mientras Joseph se dirigía a una pequeña caseta que había en la parte trasera, George se encaminó hacia el interior de la fábrica. El miedo le recorría las venas y temía lo peor. Aquel llanto, le erizaba la piel. La gran cantidad de películas de terror que había visto en su vida, le hacían sentir que el llanto de un bebé en plena noche, en un sitio abandonado, no era sinónimo de buena suerte, estaba totalmente alejado de ser un buen augurio. Sin embargo, su intriga podía más que sus temores.Aquel llanto se oía humano, real, nada de ultratumba. Aunque, sí era cierto, que se oía con tal desconsuelo que eso lo angustiaba más que el simple hecho de toparse con un fantasma. ¿Y si había alguien con el pequeño haciéndole daño? ¿Por qué no lo habían oído al entrar? ¿Sería una trampa?No tenía ni la más mínima idea, por ese mismo motivo no le quedaba más remedio que adentrarse y revisar cada una de las estancias, a pesar de que ya lo hubiesen hecho.No obstante, cuando comenzó a recorre
Mientras George conducía en dirección a la vivienda de Joseph, este le indicaba cuál era el camino más rápido para llegar a la mansión.No veía la hora de poner a John a resguardo.Se sentía cansado, pero, a la vez, completamente exaltado. Pese al agotamiento, tenía todos los sentidos en alerta.No sabía por qué, pero, durante el trayecto hasta la Villa Anderson no podía dejar de mirar por la ventana del coche. Como si, por obra del destino, o de lo que fuera, pudiera vislumbrar el BMW en el que Eileen había sido secuestrada y transportada hasta solo Dios sabía dónde; pese a que sabía que era difícil, por no decir: imposible.Cuando llegaron a la mansión de Joseph, Mary, quien había escuchado el rugido del motor del Cadillac en la lejanía, abrió la puerta y salió a su encuentro.En cuanto vio a George bajar del lado del volante, su ceño se frunció hasta casi formar una perfecta V.Acto seguido, se acercó al vehículo, con la intención de preguntarle a aquel hombre qué era lo que habí
Eileen tenía los ojos vendados y no sabía dónde demonios se encontraba.Una vez que la habían subido al coche de color negro, le habían vendado los ojos para que no pudiera ver hacia dónde se dirigían.No obstante, había procurado recordar el recorrido desde la mansión.No había sido tarea fácil, pero, para no desesperarse, lo repetía una y otra y otra vez en su mente.Sin embargo, había algo que le preocupaba aún más. ¿Qué hacía allí y por qué? Pero, sobre todo, ¿dónde estaba su hijo?Quiénes la habían privado de su libertad, ¿serían las mismas personas que habían sacado a John del sanatorio?No estaba segura, pero su instinto maternal le decía que era muy probable.Si era así, quizás, si lograba escapar con vida, pudiera hacerlo junto a su hijo. Si es que aquellos malnacidos, no le habían hecho nada su pequeño.Procuró mentalizarse de que John estaba bien y de que pronto saldría de ahí.¿Cómo?No tenía ni la más mínima idea.Solo sabía que tenía que resistir todo lo posible y no sucu
Joseph ya no sabía qué pensar. Sabía que Patsy y Charles no eran trigo limpio, y tampoco sus hermanas, pero de ahí a complotarse para hacerles la vida imposible. Pero la pregunta crucial era: ¿por qué? ¿Por qué querían alejar a Eileen de él? —Creo que tengo la respuesta —dijo George, quien parecía más conectado con él que nadie. No sabía cómo, pero, en el poco tiempo que llevaban juntos, este había adivinado sus pensamientos en más de una ocasión. —¿Cuál? —preguntó Joseph, verdaderamente intrigado. —Eileen era la guardiana de los archivos de desaparecidos. Su padre le legó el puesto, puede que su padre supiera algo que tu familia quiera esconder y que teman que Eileen sea la llave. —Pero ¿el qué? —Ten —dijo metiendo la mano nuevamente en su bolsillo y extrayendo un nuevo dispositivo USB. —¿Andas con mil USB encima? —preguntó Joseph con sorpresa. George rio y respondió:—No, solo los que considero importantes. Cuando me llamaste y me dijiste que había sucedido algo con Eileen
Cuando llegaron a la vivienda, las luces de aquella mini mansión, que los Anderson habían construido para pasar allí sus fines de semana, estaban completamente apagadas. Como si allí no hubiese ni el más mínimo ser vivo.Con cautela, ambos hombres se apearon del coche y se encaminaron hacia la entrada. —Tú revisa la parte posterior mientras yo me encargo del resto —le dijo Joseph a George, quien asintió sin objetar nada. En ese momento, no le quedaba más remedio que enfrentar sus peores miedos. Sabía que podía, a fin de cuentas, lo había hecho aquella misma noche en la fábrica de cemento. ¿Por qué no podría hacerlo ahora? Luego de una intensa búsqueda de una hora, la extensión exterior de la vivienda era exorbitantemente amplia, los dos hombres se reunieron en el punto de partida. —¿Encontraste algo? —le preguntó George a Joseph. —Nada, solo un par de huellas de neumáticos. La tierra está húmeda, ha de haber llovido por aquí y por eso las huellas, pero, al seguirlas, me encont
—Joseph —dijo la voz de Eileen al otro lado de la línea—. No me busques. No tiene sentido. Me marcharé y te dejaré en paz. Sé que yo soy la causa de todos tus problemas —continuó y tanto Joseph como George, ya que había puesto el móvil en altavoz—. Cuida de los niños. Yo ya no puedo más con esta vida. John… —Suspiró—. Espero que estén bien. Envíales mi amor y diles que mamá los ama. El llanto era evidente en la voz de Eileen, quien procuraba leer las líneas que habían colocado frente a ella. Joseph frunció el ceño. —Eileen, ¿estás en peligro? —N-no, estoy bien. Solo quiero ser libre. No puedo más con tanto peso sobre mis hombros, no puedo más. No quiero vivir más contigo y no puedo hacerme cargo de los niños. —Pero ¿qué? No entiendo qué estás diciendo. —Lo dicho, Joseph. Encárgate de mis hijos. Malena te adora y los niños son tuyos. Yo desapareceré de tu vida y te dejaré que te ocupes de tu vida, de los pequeños y de tus negocios —agregó Eileen procurando controlar el temblor en
Tras recibir la llamada de Eileen, Joseph cortó la comunicación, miró a George y le dijo:—Te dejo en tu casa.—¿Qué sucede? ¿Era Eileen?—Sí, me citó en un hotel. Dice que la dejarán libre, solo si yo me presento a mediar.—¿A mediar con quién? —lo interrogó George.—No lo sé, supongo que con mi pad… —se cortó automáticamente—. Supongo que con mi padre. Él es quien está detrás de todo esto, junto con los demás, de eso no hay duda.—Bueno, por lo que sabemos, es lo más factible —aseveró George—. Pero no hace falta que me dejes en mi casa. Puedo ir contigo, aunque me quede fuera. Sé que tú estás enamorado de Eileen y no pienso entrometerme en su relación, pero me gustaría saber y ver con mis propios ojos que todo está bien.Joseph se lo pensó por un momento.No veía por qué no era posible que lo acompañara. Después de todo, lo había ayudado durante las últimas horas, más que nunca nadie había hecho.—Está bien. —Asintió—. Móntate en el coche.***Mientras tanto, Eileen y Charles tambié