Cuando Joseph llegó a la clínica, se adentró en esta a toda velocidad. Esquivando a médicos y enfermeras, se dirigió hasta la habitación en la que había dejado aquella mañana a Eileen tras la discusión que habían tenido. No sabía qué había sucedido, pero, por el tono de voz de la mujer, sumado a que lo había llamado poco tiempo después de que le pidiera el divorcio, le decía que aquel llamado no lo había hecho con la mera intención de hablar. Su esposa le había dejado muy en claro que no quería saber nada del matrimonio y él, hasta hacía poco tiempo, había estado de acuerdo con ello tras enterarse de los resultados del ADN. Sin embargo, luego de la inesperada noticia que le había dado su amigo, Arnold Johnson, había cambiado de parecer. «Quizás pueda hacerla cambiar de idea», pensó. No sabía por qué, pero, en ese momento, no quería divorciarse de Eileen. No cuando sentía que ella y esos niños eran la clave para desenmarañar el ovillo en que se había convertido su vi
Joseph se acuclilló junto a Eileen y posó una mano en su espalda con el fin de consolarla; aun cuando él no estaba mucho mejor que ella.Eileen se sentía devastada. ¿Qué rayos había hecho en la vida para merecer tanta angustia y desgracia? ¿Por qué no podía encontrar la calma y la felicidad? ¿Por qué su vida no era más que una maldita montaña rusa en la que el tiempo de tranquilidad duraba una milésima de segundo, antes de precipitarse a toda velocidad?No era posible que, después de todo lo que había tenido que vivir, ahora, uno de sus tres hijos hubiese desaparecido.—John, no, no, no —repetía sin cesar, mientras movía la cabeza de un lado al otro, con el rostro tapado con las palmas de sus manos.Joseph sintió como el estómago se le estrujaba al ver a Eileen en aquel estado. No tenía idea de qué era lo que había sucedido, pero sabía que, lo que le había dicho Charles tiempo atrás, era verdad. Desde que Eileen se había casado con él no había parado de sufrir desgracia tras desgracia
Cuando los cuatro por fin se encontraron en el coche, Joseph puso en marcha el vehículo y se encaminó hacia la villa. Eileen sentía rechazo y desagrado hacia la idea de regresar con Joseph, sin embargo, no veía la hora de llegar y ver a su pequeña Male. Sin embargo, al pensar en esto, inevitablemente, un nudo se formó en su pecho. Malena conocería a dos de los niños y ella ni siquiera sabía que eran tres. Tras salir de la consulta con el ecógrafo, no habían hecho demasiado camino hacia la mansión cuando aquel maldito auto se atravesó en su camino, logrando que los niños nacieran antes de tiempo y que ella terminara hospitalizada. Durante los últimos quince días, no solo no había podido ver a su primogénita, sino que, además, no había tenido la oportunidad de contarle que tendría tres hermanos, no dos. Sin embargo, no sabía cómo contarle la verdad en cuanto cruzara el umbral de la puerta. Su niña era por demás inteligente, pero ¿cómo le explicaría que eran trillizos y que
La primera semana, tras regresar a la mansión, Eileen se la pasó enfocada en sus tres hijos, mientras que, por la noche, buscaba la manera de dar con el paradero de John, su hijo desaparecido.Cada día que pasaba, se sentía peor. Era como si el avance de las manecillas del reloj no hiciera más que alejarla de su pequeño hijo. —Creo que tendré que contactarme con mis ex colegas —dijo mientras desayunaba junto a Joseph. Los dos pequeños recién nacidos se encontraban durmiendo en la planta alta, bajo el cuidado de una nana que habían contratado al día siguiente de que llegaran a la mansión, mientras que Malena se encontraba en el colegio.Joseph frunció el ceño, interrogante.—Ya sabes, los mismos que contacté para saber quién era ese niño, el de la foto y las noticias que tú encontraste…—¡Espera! —exclamó Joseph, interrumpiéndola.—¿Qué sucede? —preguntó Eileen, confundida.—Ven conmigo. Hace dos semanas, luego del accidente, cuando vine a la mansión, había un hombre en la puerta hab
—¿Qué sucede? —preguntó Eileen, quien había permanecido en silencio durante toda la conversación y no se había perdido ni el más mínimo detalle de las reacciones de Joseph.—Creo que hay alguien empeñado en que no sepa la verdad.—¿De qué estás hablando?—Los documentos que me facilitó el tal George han desaparecido —respondió con pesar.—¿Qué?—Tal y como lo oyes —respondió, dejándose caer sobre la silla de respaldo alto que se encontraba tras su escritorio—. Creo que todo tiene que ver con todo.—¿A qué te refieres? ¿Quieres decir que todo lo que ha pasado en el último tiempo ha sido adrede?—Exactamente. —Asintió con la cabeza.—¿Incluso la manipulación de los análisis de ADN? —lo interrogó.Joseph alzó la mirada y la fijó en ella. —¿Qué te hace pensar que dudo de eso? —preguntó con las cejas alzadas.—Pues si todo ha sido manipulado o hecho a propósito…—Sigues obstinada en que te crea que son mis hijos, ¿verdad? —Alzó las cejas.—No —negó sintiéndose dolida. No sabía por qué dia
Cuando Eileen llegó a la habitación que había adoptado como propia nada más llegar de su luna de miel, miró el móvil, buscó el contacto de George y le dio al botón de llamada. —Hola, Eileen —se escuchó al otro lado de la línea—. ¿Cómo estás? Me enteré de que habías estado hospitalizada. ¿Qué sucedió? —la ametralló a preguntas.—Hola, George. A decir verdad, no muy bien —respondió con sinceridad. Si bien consideraba que no tenía amistades, George era lo más cercano a ella. A pesar de lo que él en algún momento había sentido por ella, habían logrado consolidar una buena relación, algo que hacía que Eileen confiara en que recibiría su ayuda sin pedirle nada a cambio. «¿Por qué no le di una oportunidad a él?», se preguntó. La verdad es que no lo sabía. George era un hombre apuesto, de buenos modales, de un trato afable y capaz de respetarla por sobre todas las cosas. Había sido una estúpida a la hora de elegir a Charles por sobre George, sin embargo, eso no era lo importante y no er
Cuando Joseph vio el que el hombre y Eileen se ponían de pie en simultáneo, estacionó de tal manera que su todavía esposa no lo pudiera reconocer. Esperaba que fuera mala para recordar matrículas de automóvil.Inspiró profundo y observó, detenidamente, todos y cada uno de los movimientos de aquella pareja, cuyo varón continuaba dándole las espaldas.Inevitablemente, vio como Eileen le sonreía a aquel hombre de modo íntimo, como si se conocieran de toda la vida.Por lo poco que podía vislumbrar del hombre, estaba más que seguro de que no era Charles, como había llegado a pensar en un principio.Sin embargo, ¿quién diablos era? ¿Y por qué Eileen se había reunido con él?Los celos aumentaron conforme se hacía estas preguntas. Sentía que no podía permitir que su esposa hiciera y deshiciera como se le diera la gana. Ya lo había engañado una vez, ¿quién le aseguraba que no lo volvería hacer?«Divórciate», dijo una voz en el interior de su cabeza. «Ella te lo pidió y, al parecer, ya empezó a
—¿Estás segura? —preguntó Joseph.No sabía por qué, pero algo dentro de él le pedía a gritos que lo impidiera, mientras que la otra, la más consciente, le decía que lo hiciera; a fin de cuentas, era lo que habían pactado.—Sí, estoy segura. No quiero tener nada que ver contigo. Podemos seguir viviendo juntos por Malena y por John. Pero, una vez tengamos el certificado de divorcio, dejarás de controlar mi vida. Podemos colaborar el uno con el otro. No te odio, Joseph. Simplemente, no quiero ser un estorbo para ti y, ya que estamos, que tampoco tú lo seas para mí —sentenció Eileen con seguridad.—¿Estás proponiendo que nos divorciemos y que sigamos siendo amigos? —inquirió Joseph incrédulo.—Si lo quieres ver de ese modo, sí. Podemos convivir, hasta que encuentre a mi hijo y logre mudarme —respondió.—Está bien, si eso es lo que quieres…, pero no permitiré que trabajes hasta que no encontremos a John. Yo tendré que seguir ocupándome de la empresa, porque las fugas son cada vez más grand