Angel del cielo

AJAX

—¿Sebastián?— La voz es muy delicada— ¿Qué pasa?.

—Todo bien angelito.

Guardo nuevamente la pistola y los tres damos la vuelta para ver a quien tenemos al frente, el camisón que lleva es horrible pero el celeste que tiene en la cara no adorna a un estropajo, Italo me codea y no necesita hacerlo, ni soy ciego ni fue mi imaginación, la vi bien y ahora la miro mejor.

—Ve a descansar niña.

Le pide el viejo pero no lo hace, su celeste se ha quedado metido en el marrón de los míos, claramente no estoy diciendo nada del otro mundo, pero, hasta este mafioso escucha a su madre, ella me ha enseñado a reconocer las cosas y está mujer puede tener el hábito encima o un camisón pero su belleza es irónicamente angelical y sobresaliente ante cualquiera.

Su mirada inocente solo se compara a la pureza que grita este lugar, tiene una bata ancha pero ya ví lo que hay debajo de ella y me reprendo porque la sangre se me empieza a calentar más aún cuando agacha la cabeza pero me mira de tanto en tanto.

—Flaviana por favor no quisiera que la madre se entere de esto— es a quien busco y sus ojos se abren tanto que siento un hormigueo en el estómago.

—Pero yo no puedo mentir.

—La madre no te lo preguntará.

La rubia que tiene el cabello en un moño de abuela suspira hondo y nerviosa lo cual me parece estúpido, obedece haciendo un gesto con la cabeza y camina a su habitación no sin antes darnos una última mirada poniéndose roja como un tomate.

De un segundo a otro tengo a mi amigo y al viejo mirándome y bufo molesto porque me tendrá que quedar una noche aquí, la pierna empieza a latir y aún así camino lo más rápido que puedo hasta llegar a esa ratonera, el jardinero no ha dejado de decir que no puedo dejar que el morbo se apodere de mi razonamiento y estoy de acuerdo, claro que no es así y nos disculpamos cerrando la puerta.

—¿Realmente esa muñequita es Flaviana Maranello?— el otro empieza a joder— madre mía nunca había visto una cara como esa, Gianna es una diosa, su mirada y actitud son de una fiera, irradia poder y oscuridad en cambio esa monjita, es pureza y luz, su cara es tan…

—¡¿Te la quieres coger?¡— lo jalo a la puerta— si tan urgido estás, hazme el favor de ir a su habitación, se la metes y la traes para salir de esto de una vez.

—No seas animal— se defiende y me siento muy irritado— es una monja.

—¡Duérmete!.

Me harta su idiotez, siempre se ha declarado fan enamorado de mi hermana y ahora resulta que le anda mirando todo a esa tipa, la enemiga recalco en mi mente y la pierna se me ha hinchado, estoy agotado, no tengo forma de avisar a mi familia que estamos aquí, mamá no estaba de acuerdo con lo que hago pero es lo que se debe hacer, el honor de mi hermana y el legado de mi familia está en juego y no será la estupidez de nadie que lo ponga en juego.

Las horas que parecen minutos han pasado y si me dolía la pierna ahora me duele hasta el pelo, mis oídos y hasta los de un sordo captaron el sonido molesto de lo que son campanas, Italo también se queja y parecemos sardinas enlatadas en este lugar, un país con buena economía teniendo catres en el piso, la puerta suena y mi amigo me pregunta cómo dormí, la pregunta es absurda y mis ojos le dicen que no joda, he estado pensando toda la noche en la forma de salir de aquí y necesito comunicarme con mi familia.

—Tu pierna está muy hinchada, insoportable hijo del diablo— me critica.

—Del Satán.

Soy exacto y orgulloso pero de verdad duele, aún así camino y abrimos la puerta, el jardinero está aquí y nos dice que debemos desayunar, la madre nos espera en el comedor y hasta rezo por comida decente, el tipo me pregunta si todo está en orden, afirmó que si y nos encontramos con el lugar, la mesa gigante, todas comen juntas, hay tazas de leche, una avena que parece vomito y una manzana verde, empiezo a extrañar el pan que hace Danna, que me importa si soy engreído, ella me prepara mis rollos de canela solo para mi, sin embargo, tragamos grueso y tomamos asiento, saludamos y detesto tener que enterrar la cabeza casi en el tazón por la estúpida regla de no mirar a estas mujeres, como si no tuviera yo de dónde elegir.

—Es delicioso— el otro miente porque también tiene cara de asco.

Le voy un mordisco a la manzana y casi me atoro cuando la monja dice oremos, se agarran de la mano y mi mal humor crece, estoy haciendo corajes que nunca he hecho y para variar la rubia italiana nuevamente no está, es extraño.

El desayuno se termina y le pedimos a la madre que nos deje llamar, hace muchas preguntas pero todas son respondidas y me deja entrar, nunca había tantas cruces en mi vida, es incómodo pero me enfoco en llamar, dan varias timbradas y por fin papá contesta, es duro, es pesado pero respira aliviado preguntando como estoy, la respuesta es bien dentro de todo y me informa que ha ordenado una avioneta sobrevolar el cielo polaco, el Satán es muy prevenido y debo aprender mas de eso, mi familia está bien, Maranello aún no da el golpe por lo que debemos ser los primeros, mamá se escucha al fondo queriendo hablar conmigo y solo respondo que estamos bien, los amo y me tengo que ir porque ya se me acabó el tiempo.

—Gracias madre.

—¿Te sientes mal?— me alejo cuando pone su mano en mi frente— tienes fiebre.

—Estoy bien.

No es nada, cojeo un poco, la pierna me quema, la cabeza me duele y quiero preguntar por la rubia que ví semi desnuda anoche, la enemiga que me tengo que llevar pero salgo de mis pensamientos cuando Italo está hablando con dos monjas que babean por él, la madre las reprende y corren mientras él se justifica diciendo que le hablaban de la viga que está a punto de caer y el malparido se ofrece a ayudar haciendo que a la vieja se le vaya el mal humor.

—Eso es muy amable hijo, nos ahorrarían trabajo y dinero— caminamos a y me preguntó porque no lo estrelle— es aquí— miramos el techo— gracias por su buena labor— se larga a traer las herramientas.

—¡Imbécil!— le doy un zape— ¿Tengo cara de ser constructor?.

—Yo tampoco pero es lo único que se me ocurrió, esa monja nos puede botar en cualquier momento y no queremos desatar toda una masacre, ten un poco de respeto— se persigna— admitelo nos salvamos, nuestros ángeles nos echaron una mano desde el cielo.

—¡JODETE!, los ángeles no existen y mucho menos caen del cielo.

Me callo cuando un grito del techo nos espanta y no reaccionó, en micro segundos tengo el peso y un celeste tan cristalino sobre mi que me mira y respira agitada, con miedo, con los labios entreabiertos mirando mi cara, sus manos en mi pecho y la intensidad es mayor cuando mechones de su cabello salen del velo rozando mi nariz que inhala olor a jabón y vainilla.

—!Oh Dios!— La tengo en mis manos, exactamente sobre mi agarrando su cintura.

—¡Flaviana!.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo