3

Edward y yo hemos salido de la habitación roja, escuchando con mucha más claridad a través de nuestros oídos todo lo que estaba sucediendo en el castillo. Yo estaba segura de que aquello que escuchaba mi oído era nada más que los sonidos de una fuerte batalla proveniente desde la sala común del castillo, justo el lugar donde mi fiesta sexual estaba siendo celebrada. 

Me preocupé mucho, claramente, no ha sido porque los invitados puede que estuvieran sufriendo en este momento, más bien, me he preocupado era porque me urgía con inmensas ganas querer saber quién se había tomado el atrevimiento de querer irrumpir dentro de mi hogar a hacer todo este alboroto cuando la fiesta se estaba llevando en paz. 

Pero por el olor que mi nariz vampírica estaba percibiendo a medida que Edward y yo avanzamos el recorrido desde el pasillo de la habitación oscura hasta llegar a la sala común, este estaba siendo un fiel testigo de todo lo que sucedía en el lugar; escuchaba gritos de terror, llanto, súplicas y hasta maldiciones. Todo en la sala común del castillo parece haberse convertido en un gran caos difícil de manejar. Aunque para mí, no hay tarea que no sea difícil de realizar.

Edward y yo llegamos a la sala común del castillo, efectivamente, todo estaba vuelto un completo caos. Los gritos de terror que mi oído escuchó fueron ciertos, había sangre derramada por todas partes, así como también había quienes estaban tratando de escapar, otros estaban atados con una soga en grupos mientras se mantenían sentados en el suelo, llorando a mares, suplicando para que se les permitiera salir de allí con vida y salud. Otros, simplemente, habían sido asesinados a sangre fría. Había órganos humanos esparcidos tanto en el suelo como en las paredes de la sala común. 

El olor de la sangre inundaba cada parte de mi nariz, una sensación de ansiedad y descontrol dominaba todo mi cuerpo, a pesar de que yo ya sabía cómo controlar mi hambre por la necesidad de la sangre humana. Yo ya no bebía sangre humana por diversión y descontrol, la bebía solamente para comer, y no lo hacía de la manera tan brutal como suelen los humanos pensar que los vampiros nos alimentamos de ellos; en mi caso, yo tenía personal encargado en el castillo de cazar humanos para extraer de sus cuerpos, una mínima cantidad de sangre era guardada en frascos que se mantenían refrigerados y conservados en un banco de sangre dentro de mi castillo.

Aquella era mi alimentación diaria, servida al desayuno, al almuerzo y a la cena, como si nada yo llevara una dieta líquida para mantenerme joven y bella como siempre sin importar mi edad, es por esta razón que yo me sentía ansiosa en este momento por haber visto aquella escena de película de terror infiltrada en mi castillo. 

Edward me miró con preocupación, él sabía que yo estaba tratando de resistirme lo mejor que podía ante mi sed de sangre humana. Mis colmillos no habían tardado en aparecer. Y en mis ojos, yo sabía que unas grietas negras se habían aparecido en la parte de mis hoyuelos, justo debajo de mis ojos. Cuando sintieron mi presencia, la batalla que apenas ha iniciado se detuvo por un momento para que todos los que estaban allí presentes se voltearan a mirarme fijamente y con atención.

Fue en ese entonces cuando descubrí quién era el que estaba detrás de todo esto. Era Aren y su manada de hombres lobo los atacantes e interceptores de mi palacio. El lobo alfa se erguía con majestuosidad, su mirada se dirigió hacia mí, estaba lleno de ira y de sed, de venganza en contra mía, como era de esperarse, porque él y yo siempre habíamos sido enemigos desde hace más de una década. 

Los ojos de Aren me miraron con salvajismo, su pelaje grisáceo brillaba bajo la luz de los candelabros de la sala común que se mantenían luminosas gracias a la magia de Sanie. Mis ojos se han quedado mirando fijamente a la bestia que tengo enfrente de mí, con una mirada amenazante, puesto que desde hace mucho tiempo, tenía mis propias razones para querer acabar con él de una buena vez. Y parece que finalmente ha llegado el día en que sucedería. 

— Helen, reina de los vampiros, he sido avisado de que has infringido las leyes que nosotros mismos nos encargamos de interponernos para llevar la fiesta en paz — gruñó Aren con una voz que resonó en todo alrededor de la sala común; la tensión nos acompañaba en este momento.

Me mantuve serena, consciente de la gravedad de la situación, aunque yo sabía muy bien de qué estaba hablando él, sin embargo, mi orgullo solamente me permitía reaccionar de la manera más conveniente para mí, antes de que la situación se saliera de mis manos. Pues, yo no podía darme el lujo de permitir que una disputa entre especies desencadenara una guerra en mi reino. Respiré profundamente, intentando mantener la calma en mi cuerpo, y recuperando la estabilidad de mi estado vampírico escondida en mi interior. 

— Aren, no entiendo a qué has venido hasta acá para reclamarme y querer desquitarte con mis súbditos cuando yo no te he dado el permiso para hacerlo. Yo no sé de qué me estás hablando. ¿Quieres explicarme? 

Aren parece haber perdido la paciencia con mi pregunta, pero se mantenía firme ante su posición.  

— Tu bien sabes de qué es lo que yo estoy hablando — él refunfuñó.

Edward permanece a mi lado, fiel como siempre lo era, él estaba alerta ante cualquier movimiento que pudiera ocurrir. Opté por hablar con un enfoque diplomático y decisivo, estoy segura de que la confrontación, hablarnos a gritos, llevarnos al borde de la pelea no iba a ser nada bueno para ninguno de los presentes. Sobre todo, para Aren y para mí.

— Te aseguro de que yo no sé nada de lo que hablas. Pero de lo que estoy segura es de que no me gusta que se metan a mi castillo a ocasionar el caos sin razón alguna. Si me lo permites Aren, investigaré qué fue lo que sucedió, y siendo así, encontraré al responsable de lo cometido. Pero ahora, márchense de mi castillo, no los quiero volver a ver aquí nunca más — ordené a Aren y su manada. 

Aren se mantenía mirándome fijamente, con mucho enojo, como si quisiera de la nada, abalanzarse hacia mí, y luego, querer comerme la cara de un solo mordisco. Sus compañeros de manada permanecen quietos, también alertas ante cualquier cosa que yo pudiera hacer o mandar a hacer a los demás. Edward no les quitó la mirada de encima ni un solo segundo por qué él sabía que esos hombres lobos eran imposibles de controlar. Ni siquiera el propio Aren podía controlarlos a veces, siendo él su rey alfa.

— Bien. Te daré un día a partir de la media noche de hoy para que puedas esclarecer esto. De lo contrario, si no demuestras tu inocencia, te aseguro que las cosas para ti se pondrán más feas de lo que puedes imaginar, que serán — dijo Aren con determinación.

Aren se dio la vuelta, y se marchó con su manada. No sin antes haberse asegurado de que con su mirada lograría intimidarme, pero se fue de inmediato cuando supo que no lo había conseguido. 

— ¿Reina Helen? ¿Está bien? ¿De qué m****a estaba hablando él? — preguntó Edward, volviendo a mantener su compostura tranquila porque la tensión ya se había alejado de nosotros al momento de haber visto que Aren y su manada se fueron de mi castillo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo