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Me despido de Aren con una sonrisa agradecida, y me dirigí hacia la salida de su oficina. Afuera, estaba rodeado de nuevo por hombres lobos, todos se asemejaban a un grupo de robots que vestían igual, caminaban igual, y hasta sus comportamientos eran los mismos, salvo que hay una diferencia entre ellos; los hombres lobos razonaban, sentían, percibían, en otro caso, el robot no iba a poder hacer todo aquello que un humano haría en su día a día.

Camino por el pasillo, pasando por en medio de las miradas que tengo clavadas en mi presencia, y es ahí cuando quisiera poder tener la habilidad de leer la mente de los demás, puesto que me encantaría saber qué estarán pensando estos hombres lobos de mí que algunos no dejan de mirarme con ojos de querer devorarme viva de un solo mordisco, y otros, me miraban con tal lujuria que me hicieron hasta soltar una pequeña carcajada por qué eran de esa clase de hombres que no iban a conseguir meterse tan fácilmente en mi cama.

Salí de la mansión de Aren
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