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Mientras que Edward y yo disfrutábamos juntos de la cena tan deliciosa que estábamos degustando, he sentido como la sangre humana recorre cada parte de mi cuerpo, brindándome toda aquella energía y vitalidad que solo ella podría hacer para que yo me mantuviera intacta como siempre. Edward y yo nos mirábamos con ojos satisfechos por lo que pasaba, estábamos viviendo juntos uno de nuestros mejores momentos como vampiros, y estos eran de aquellos lujos que podríamos darnos mientras que mi mandato siguiera vivo. 

Sanie, por su parte, ella saboreaba su sándwich con mucha calma, como si viendo aquella escena no fuera capaz de producirle cualquier sensación de asco. No, ella estaba más que acostumbrada a tener que ser testigos de este tipo de cosas al ser mi cómplice en todo. Ella terminó de comer su sándwich, y se dedicó a quedarse sentada en su lugar correspondiente, bebiendo cada sorbo de su copa de vino tinto y pidiéndole a las chicas de la cocina que le sirvieran más hasta que ella no pudiera resistirlo y terminara allí, borracha ante nosotros. 

Luego de unos minutos, Edward y yo nos separamos de la mujer, dejándola que ella descansara de nuestro éxtasis vampírico, Edward cargó su cuerpo, y lo dejó acostado en el suelo, a un rincón de la cocina donde nadie pudiera llegar a lastimarla por qué ella no estaba muerta. Puesto que Edward y yo sabíamos con certeza cuánta cantidad de sangre humana beber para no asesinar a la víctima que no quisiéramos hacer peligrar su vida. 

Cuando Edward dejó a la mujer en el suelo, él se limpió la boca usando su lengua y lo que su lengua no alcanzó a limpiar, la limpio con sus dedos. Edward se acercó hasta donde yo estaba, y sus labios se aproximaron a querer besar los míos, yo aún podía oler su aroma de la sangre a pesar de que estuvieran limpios, y se me antojo querer besarlo también, más no lo hice porque no quería incomodar a Sanie con nuestra pasión desenfrenada del momento. 

Edward y yo nos hemos quedado allí, mirándonos el uno al otro, y luego, mi mirada se posó sobre la chica, ella parecía un objeto inerte, se encontraba inmóvil, no movía ninguna de sus articulaciones, ni siquiera pude ver si está al menos estaría respirando con normalidad. Pude ver que su piel se ha comenzado a ponerse pálida y si la chica moría, esto podía ser un grave problema tanto para Edward como para mí. 

—¿Cómo te sientes, mi reina? — preguntó Edward, desviando su mirada de la mujer hacia mí. Desconcentrándose de lo que, en realidad, era más importante. Pero, ¿Qué más puedo decir? Me gustaba mucho la atención. Más si era su atención. 

— Satisfecha, como siempre quedamos luego de alimentarnos. Gracias mi querido Edward por haber compartido de tu cena conmigo. Esta fue de las más deliciosas que he degustado en toda mi vida — respondí con una sonrisa, sin haberme dado cuenta que de mis colmillos, chorreaban gotitas de sangre líquidas de mi cena. Al sentirla, pasé mi lengua por mis colmillos para saborearlas, aunque ya no estuviera del todo tan frescas.

Edward asintió, y se acercó a mí, con su mano rodeó mi cintura con delicadeza, y sus labios besaron mi mejilla con suavidad. Yo le dediqué una sonrisa de media luna a Edward, él sabía que no me gustaban mucho las muestras de cariño en público, aunque solo estuviéramos con Sanie, que era la única consciente de todas las personas que estaban en la cocina, incluyéndonos a nosotros. Hanna, mi sirvienta, luego de la fiesta, no supe a dónde se fue, supongo que tuvo que haberse ido a esconderse a su habitación, y de seguro, ella era tan asustadiza que no le iba a costar nada el hecho de poder quedarse allí encerrada por al menos un par de horas más hasta que supiera que el peligro había pasado. Seguramente, Aren y su manada le han tenido que haber dado un gran susto para que ella no se hubiera querido volver a aparecerse en la cocina. 

Sanie permanecía callada mientras que se concentraba en su vino que estaba por acabarse. 

— ¿Cuántas copas de vino llevas ya, Sanie? — le pregunté, mientras que al mismo tiempo, le hice señas a la chica de cabello castaño para que me sirviera a mí, una copa de vino como las de Sanie.

— Si no estoy mal, debo llevar unas cuatro copas ya — contestó ella sin darle mucha importancia y volviendo a beber un sorbo más de su copa de vino hasta que este quedara completamente vacío. 

La chica castaña me sirvió una copa de vino. Edward, en cambio, le pidió a ella que le sirviera una copa de sangría con buena porción de fruta y licor. La chica obedeció, y a los pocos minutos, Edward, Sanie y yo estábamos haciendo un brindis sin importancia, simplemente, aquel había sido un brindis que hicimos porque el momento así lo requirió que se hiciera.

El resto de la velada, nos la permanecimos en la cocina, disfrutando de un par de copas de vino y de sangría a la vez en que charlábamos de cosas insignificantes, así cómo también, tocamos el tema de la razón del porqué Aren y su manada de hombres lobos había irrumpido de esa manera en el castillo para buscar venganza de un hecho que yo no fui la culpable de él. 

Luego, cuando ya Sanie se sintió muy mareada por culpa de haber bebido tantos vinos de una sola sentada, y supo que ella no iba a ser capaz de soportar una gran caminata hasta su habitación sin estar consciente, ella decidió que lo mejor era acabar con la fiesta, aunque ella supiera que Edward y yo no queríamos acabarla porque estábamos todavía lo suficientemente crudos para seguirla siendo así gracias a que al ser vampiros, él y yo teníamos una gran resistencia al licor, podíamos ser capaces de beber todo el licor que quisiéramos en un solo día y de forma descontrolada. Edward y yo nunca íbamos a conseguir emborracharnos hasta morirnos como los humanos hacían. 

Pero Sanie, lastimosamente, a pesar de ser una humana, ella no podía tener este mismo control que nosotros, y ella siempre paraba la fiesta cuando sentía que ya era momento de hacerlo. Recuerdo que en más de una ocasión, Edward y yo le sugerimos a Sanie que se convirtiera en vampiro, que tanto él como yo íbamos a sentirnos honrados de haber sido escogidos para dicho procedimiento, sin embargo, ella se negó, no por qué así no lo quisiera, sino más bien, por qué su legado de bruja no se lo permitía. Para las brujas, era prohibido que una de ellas se convirtiera en vampiro, por qué de hacerlo así, sus poderes serían decomisados como un castigo, y serían brindados a otra generación de brujas que fuera fiel y lo mereciera, además de que también, su lecho de muerte siempre sería una sentencia muy fuerte; siendo condenadas a morir con dolor, y de inmediato, su alma sería llevada a vivir en el infierno. 

Después de desearnos las buenas noches a Edward y a mí, Sanie se marchó de la cocina para buscar su camino hasta su habitación, por un momento, pensé que ella iba a necesitar ayuda para irse, puesto que al momento de ponerse de pie del comedor y al disponerse a caminar, su cuerpo comenzó a tambalearse de un lado para el otro así como si estuviese a punto de perder el equilibrio y terminar por caerse al suelo. 

Me ofrecí a querer acompañar a Sanie hasta su habitación para asegurarme de que ella no hubiera tenido ningún percance en su camino, pero ella se negó, y prefirió irse sola. Entonces, Edward y yo nos despedimos el uno del otro, él se acercó a mí, quiso besarme en los labios como si bien yo fuera su novia, más él sabía que yo no lo era, y que al ser simplemente amantes, los besos únicamente se disfrutaban era en el momento del buen sexo en la cama, yo desvié mi cara de sus labios y dejé que estos besaran solamente mi mejilla. 

En un principio, parece que a Edward no le gustó mucho esa respuesta de mi parte, sin embargo, él tuvo que conformarse con ello. Edward se fue a su habitación, y yo me dispuse a irme a la mía, no sin antes, llevarme una de las botellas de vino que hemos dejado abiertas conmigo hasta mi habitación, para beberla hasta que su sabor fuera el que terminara por cansarme.

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