Mía había regresado a la habitación y se sentía tan bien, en especial por esos momentos tan deliciosos del día, como lo eran abrir los ojos y ver a su esposo con esa expresión de niño pequeño, con el cabello revuelto; y por las noches, arrimarse a su cuerpo para dejarse abrazar y dormirse enseguida. Así fueron pasando los días, Nathan estaba recuperando su movilidad, ya no necesitaba la silla de ruedas, su cuerpo estaba alcanzando la misma forma de antes, esa que a Mía enloquecía aún más, era como si Nathan con su manera de ser fuera la más grande de las hogueras y su cuerpo una pizca de pólvora… sí, así le pasaba con su esposo. Y como cada sábado, se despierta cuando sus ojos ya no quieren volver a cerrarse, con su cabeza apoyada en un brazo de Nathan mientras que el otro la rodea para terminar con su mano en el vientre. Su pequeño hijo se mueve revoltoso en su refugio y sabe que está pidiendo comida. Se remueve un poco para salir de la cama, pero antes de que logre poner un pie e
Nathan respira hondo, camina hasta la silla porque siente que se desplomará de un momento a otro. Mía camina hacia él con cautela, porque aún puede reaccionar mal, pero decide que al menos una parte de lo que ocurrió ese día se lo debe decir o pensará mil cosas que no son. —Lo primero que debes saber es que no te dije la verdad para cuidarte, ese día no sólo ocurrió tu accidente, yo también tuve uno… —mira avergonzada sus manos, porque esa es la mayor mentira de todas. No era secreto para nadie, excepto por Nathan, que ella se había lanzado aquel día a la calzada para terminar con su vida. —Pero… ¿por qué no me dijiste? ¡Mía! —Cálmate, el auto iba a baja velocidad, frenó y aunque estaba lloviendo, logró maniobrar para no darme de frente. Al final, sólo fue como un empujón, me golpeé la frente y perdí el conocimiento. «Cuando desperté, tú no estabas, te habías desaparecido y luego me enteré de que estabas inconsciente y en coma, producto de un golpe en la cabeza. «Ese día yo est
Nathan y Mía están felices, con una sonrisa que traspasa cualquier barrera, y no es para menos, puesto que van rumbo al doctor para conocer el sexo que tendrá su hijo. Desde que confirmaron la cita, no han dejado de pensar en qué podría ser o si se dejará ver. —Yo quiero que sea niña —dice Mía, con sus ojitos llenos de un brillo especial. —A mí me da lo mismo —el tono de Nathan es de una dulzura inmensa—, me hace ilusión que sea nuestro, con eso me basta —le acaricia el vientre y este comienza a moverse, sacándole otra sonrisa más a su padre. —Si es niña, ¿cómo te gustaría que se llame? —Charlotte —ella abre los ojos sorprendida y Nathan solo se ríe—. ¿Te sorprende que quiera que se llame como tú? —No pensé que quisieras se llamara así… siempre creí que querías que se llamara como tu madre. —Prefiero que no… no sé por qué, pero tengo ese sentimiento que no debe llamarse así —y es que aún no recuerda esa parte tan terrible en cómo la perdió. —¿Y si es niño? —Steve. —¿Por Steve
Como cada lunes, desde hace meses, Mía se levanta con toda la energía y esa disposición de atender la empresa con las ganas de hacerla una de las más importantes del país.Los brazos de Nathan la rodean unos segundos, lo justo para darle un beso de buenos días y luego ayudarla a salir de la cama.Nathan la acompaña a la ducha, pero esta vez no hay nada de caricias que puedan llegar a algo más, porque no quiere tardarse, ya que esta vez él irá con ella. Cuando bajan a tomar su desayuno, los dos se miran felices, porque al fin Nathan podrá retomar una parte importante de su vida, la que por cuatro largos meses ha tenido que dejar de lado por su accidente.—Estoy seguro de que en cuanto vaya viendo algunas cosas, recordaré.—Creo lo mismo, ya quiero verte en acción —le deja un beso suave en los labios, para luego terminar su avena.El trayecto lo hacen animados en una conversación que es de preguntas y respuestas, en donde Nathan quiere saber qué tiene que hacer o si dejó muchos pendient
Antes de aquel escape tan repentino y duro, Nathan estaba en la sala de conferencias, revisando documentos, en su elemento, recordando muchas de las cosas de su trabajo y estaba sorprendido por el magnífico trabajo que Mía había hecho aquellos meses. Algunos de los proyectos que él dejó pendientes de ejecución, Mía los había sacado adelante y tenía un control bastante riguroso de cada uno. En total cinco proyectos en diferentes ciudades, uno de ellos en sociedad con Collins Building, la empresa más importante de construcción del país, con su revolucionaria construcción con elementos prefabricados de hormigón, hechos a medida especialmente para uno de los hoteles de lujo más prometedores en la ciudad de Atlanta, en el estado de Georgia. Con ese proyecto Nathan quería abrir otra rama de la empresa, una hotelera y que quería dejar a cargo de Hank, que tenía mucho potencial para ese tipo de negocios, de esa manera, su hermano también podía brillar en su elemento… sí, Nathan no era tan m
Poner de pie a Mía era una tarea demasiado difícil, en especial por todo lo que involucraba aquel dolor espantoso de su corazón, que podría estar sacando en forma de gritos y llanto desconsolado, pero sólo estaba allí catatónica, en silencio y mirando a la nada… eso era mucho peor. Tras lo ocurrido, Todd mandó a todo el mundo a salir de allí y llamó a su esposa, porque no podía lograr que Mía reaccionara, es por eso por lo que la mujer salió con rumbo a la empresa sin pensarlo dos veces. Verónica corre hacia su hija en cuanto las puertas del ascensor se abren, verla en ese estado no es lo que quisiera para ella, en especial en su condición y no puede evitar evocar el recuerdo de cuando su hija se retrajo en su mundo hace tan sólo tres años. —¡Hija, mírame! —le dice desesperada, tratando de moverla con suavidad, pero ella no responde—. ¡Mía, debes reaccionar… le estás haciendo daño a tu hijo! Mía mira a su madre a los ojos y se aferra a ella con un dolor tremendo, se deja levantar
Mía ya tiene una pancita bella de treinta y una semanas, la misma que está acariciando mientras está sentada frente a la chimenea pasando su sábado por la noche como siempre. Les dio la semana libre a todos para pudiesen ir con sus familias y así ella poder tener un poco de privacidad, el único que no quiso aprovechar esos días fue Jason, quien alegó no tener familia que visitar y Giovanna se molestó con él por decir eso, al parecer lo de ellos va muy en serio. Tanto su madre como Hank la invitaron para que fuese a pasar el fin de semana con ellos, pero prefiere quedarse sola, así consigue pensar mejor. Durante la semana se puede escapar perfectamente de todo lo que le ha pasado en el último mes y medio. Cada día se despierta con ese mantra que se ha convertido en su fortaleza, «volverá y lo resolveremos». Para todo el mundo, Mía está furiosa con Nathan, cuando regrese le hará la vida de cuadritos y lo primero que hará luego de la bofetada será pedirle el divorcio, sin embargo, es
Las semanas fueron pasando tanto para Nathan como para Mía, el primero estaba mucho mejor después de aprender a amarse y entender que todo lo que había hecho era por un sentimiento que no provenía de él directamente, sino de esa vida asquerosa que le tocó vivir con su padre y quiso desquitarse con una inocente.Aunque a Gianina le había costado un par de jabs, sabía que Nathan estaría bien con un nuevo terapeuta en Estados Unidos, uno convencional por supuesto.Mía estaba radiante con su embarazo, pensando que tal vez Nathan llegaría para estar con ella en el parto. Pero ahora mismo la tiene ocupada el evento de la empresa, que es este día y siente que no está lista para llegar al lugar sola, pero sabe que siempre puede contar con sus padres, que irán al evento como cada año.—Victor, ¿ya trajeron mi ropa?—No, señora, pero ya está en camino, en unos diez minutos ya debería estar aquí.—Bien… por favor, no me pase más llamadas ni visitas, a menos que sean mis padres, me recostaré a de