Afortunadamente, los síntomas de Mía sólo son el sueño constante, la sensibilidad extrema y la comida, los que Nathan puede manejar casi siempre, sobre todo el de la sensibilidad, que a veces lo tiene pendiendo de un hilo. La universidad va bien para ella y toda esa semana llegó feliz por sus logros, porque en todos los exámenes sacó la más alta calificación. Por eso, este viernes que llegan juntos a la oficina, al acercarse Todd a saludar a su hija, Nathan le dice con el pecho lleno de orgullo los logros de su mujer y el hombre no hace sino alzar a su pequeña, porque sí, como todo buen padre ella sigue siendo su pequeña. —¡Yo sabía, siempre ha sido maravillosa! No hay nada que mi niña no pueda lograr. Es evidente el orgullo de su padre en sus ojos, que ve con verdadera alegría cómo su hija es cada vez más feliz. La ve bien, hermosa y más mujer, siente que Nathan está haciendo muy bien su trabajo como esposo y que todas esas dudas al inicio, quedaron de lado en cuanto vio a su hija
Nathan está feliz de ver a su esposa llena de energía, con miles de ideas y con ganas de querer aportar más a la empresa, que al final será de los dos. Han fijado la primera cita para un ultrasonido y lo que las revistas le enseñaron a Nathan es que sería emotiva y mágica. Sí, Nathan compró revistas de paternidad para no estar tan perdido. Como cada viernes, Mía va con en él en el auto, hablando de lo encantada que está de ayudarlo con el último proyecto, además de las cosas que ha aprendido. —Voy muy adelantada con mis clases, pero trato de no hablar mucho en ellas, porque luego los profesores se molestan. —Oye, ¿por qué tienes que esconder tus conocimientos? El que sepas más no debe ser un motivo de vergüenza, sino de orgullo. —El orgullo es malo —le dice ella riéndose. —¿Entonces estoy mal por sentirme orgulloso de la esposa que tengo? —Supongo que no… me gusta que te sientas así —se detienen en una esquina y ella aprovecha de besarlo con dulzura. —¿Y cómo no hacerlo? Eres
Nathan se va al baño común, en donde se encierra porque no quiere matarlos y si los enfrenta eso es lo que pasaría. Respira pesadamente, siente que el aire no es suficiente, las manos le hormiguean y nada de lo que pueda pensar es bueno en ese momento.—Ellos… —cierra los ojos, tratando de aguantar las lágrimas ante esa supuesta traición.Mientras él sigue procesando todo, en su oficina Hank se retuerce de dolor, arrodillado frente a Mía.Lo que Nathan no vio, fue cómo Mía empujó a Hank, le dio una bofetada y un buen rodillazo en su producción de descendencia.—¡A mí no me vuelves a tocar, idiota…! ¡Estoy casada con tu hermano! No te amo… ¡Y si yo no te doy mi consentimiento, ni siquiera puedes respirar cerca de mí!—Te… pasaste un poco… —se queja él.—¡¿Y acaso tú no?! Pero no te sientas tan adolorido, porque el verdadero dolor llegará cuando le diga a mi esposo lo que hiciste… ¡Ahora vete!—Mía…—¡Que te largues!Como puede, Hank se mueve para salir de allí, porque Mía se ve más que
Todo pasa en cámara lenta para Nathan, él mismo llamando a la ambulancia desesperado, Mía sin reaccionar, con una herida en la cabeza que sangra levemente y varias personas sosteniendo paraguas para evitar que la lluvia los siga empapando. Cuando el equipo de emergencia llega, Nathan les suplica que la atiendan y la salven junto a su hijo. —¡Por favor, no dejen que nada les pase, ella está embarazada! En cuanto la estabilizan, la suben a la ambulancia, se la llevan y Nathan no duda en ir con ellos, rogando a todos los seres celestiales que no permitan le pase nada a ella o a su hijo, porque si los perdiera, su vida ya no tendría sentido. Cuando llegan, ingresan con rapidez, dos médicos se acercan para atenderla, Nathan intenta ingresar con ellos, pero no se lo permiten. Una enfermera se acerca a él para pedirle que entregue los datos de Mía y no le queda más remedio que hacerlo. Al terminar, se sienta en una de las bancas de espera y, aun sabiendo que no es lo mejor, no le queda
Cuando a Todd y Verónica les permiten entrar para ver a Mía, los dos caminan con el corazón encogido, pensando en que su princesa estará muy mal. Pero al llegar al cuarto, sólo la vieron dormida, como envuelta en una paz que difícilmente Mía estaba sintiendo. El doctor se acercó a ellos, les permitió que se acercaran a ella para que pudieran quedarse más tranquilos, pero el hombre sabía que eso sólo era por unos segundos. —Señores, necesitamos hablar de su hija, es muy urgente e importante. —Díganos doctor, ¿ella quedará con alguna secuela? —preguntó Todd—. ¿Y mi nieto…? —Mía sólo sufrió una contusión en la cabeza, la tenemos sedada para que pueda estar tranquila y recuperarse bien, pero me temo que hay algo más grave… es mejor que lo hablemos fuera. Los dos se miraron preocupados, pero siguieron al doctor, porque luego de saber que Mía estaba bien, querían saber si su nieto había sobrevivido al impacto. Estaban hablando con el doctor cuando Hank se escabulló para saber de Mía,
Para cuando Mía abre de nuevo los ojos, se encuentra la expresión afable del doctor Steven Sanders, sabe que ahora está en manos seguras y que él no le mentirá acerca de Nathan. —¡Steven… dime qué le pasó a Nathan, por favor! —dice sentándose en la cama, pero él la calma enseguida. —Primero, quiero que te calmes, lo que te pasó no es algo sencillo… —ella baja la mirada a su vientre y las lágrimas comienzan a correr—. Tú y yo tendremos una conversación muy larga luego, pero ahora quiero que me prometas te vas a calmar. —Te lo prometo… —Bien, Nathan tuvo un accidente, está en un coma inducido para que la inflación de su cerebro baje y hasta ahora no hay cambios aparentes, pero sabremos más cuando le hagan un examen. —Quiero verlo, por favor… —¿Sí recuerdas lo que te hizo? —No lo he olvidado, pero si lo piensas bien, si me voy se quedará solo, él no tiene a nadie… sólo a mí. —¿Y yo estoy pintado acaso? —le dice él como ofendido, pero sabe a lo que se refiere Mía, y es que Nathan
Mía espera a que Verónica llegue para relevarla como cada mañana, se acerca a Nathan y le habla con dulzura al oído. —Te amo, mi niño dañado, regresa pronto… te estamos esperando, Steven quiere contarte algo, yo quiero tus abrazos, tus besos, extraño esa sonrisa que me desarma… por favor, despierta. Lo besa con delicadeza, sonríe y se limpia las lágrimas que le salen traicioneras, suspira con entereza y se queda allí, hasta que la voz de su madre la saca de sus pensamientos. —Buen día, hija, ¿cómo has dormido? —Igual que siempre, pendiente de que él vaya a despertar. —Hija… ¿has pensado que tal vez él ya no abra los ojos? Creo que deberías… —No, mamá, no me iré de su lado y tampoco pensaré que él nunca más abrirá los ojos, porque lo hará y verás cuánto nos amaremos, saldremos a adelante juntos. —Piensa en ti, tú no deberías… —Sí debo, creo que es mejor que me vaya a trabajar. Mía toma sus cosas y sale de allí bastante molesta, pero no le queda más que resignarse, es lógico qu
Tras cincuenta y seis días en coma, Nathan Moore ha despertado, aparentemente no tiene secuelas graves, además del habla… ah, y está lo de su memoria. El neurólogo está allí, evaluándolo, mientras Mía siente que está viviendo una pesadilla sentada en el pasillo esperando. Todd y Verónica han llegado tras el llamado de Steven y se han dedicado a consolar a su hija, porque saben eso puede alterarla más de lo que necesita. —¿Qué pasa si nunca me recuerda, mamá? —Piensa en que es una nueva oportunidad para los dos —le dice Verónica—. Una oportunidad para él, de olvidar todo lo que ha sufrido… hay muchas cosas que lo atormentaban y si nunca más las recuerda, puede ser lo mejor. —Pero ¿y yo? —Sólo deberás enamorarlo de nuevo, imagina lo que podría ser eso —Mía se abraza a ella y deja que el llanto salga desde lo más profundo de su alma. Para cuando Steven sale con el neurólogo, Mía lo observa con su rostro bañado en lágrimas, pero antes de que ella pregunte, Steven le sonríe. —Está p