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Capítulo 5: Movido por la furia...

Demie sujetó su pistola y posó la mirada en la joven que dormía al lado de su hermana pequeña. Si tenía que matar a aquella mujer para proteger los intereses y el imperio de Riccardo, lo haría sin pensarlo dos veces.

Unas horas después del disparo que Nayla recibió, Riccardo volvía tener las manos manchadas de sangre, pero esta vez no sintió culpa o desesperación. Solo había placer, un profundo e intenso placer.

-¡Mi hijo no sabía que la mercancía era tuya! -gritó Giacomo Gambino, el cabecilla de la familia que se atrevió a invadir el territorio del Señor del Mediterráneo.

-¡Conoces perfectamente mis barcos, tanto tú como esos energúmenos a los que llamas “hijos”! -lo desmintió Riccardo con una calma moderada soltando el cuerpo de un hombre que había matado con sus propias manos. -Pensabas que estaba debilitado por la falta de mercancía, que iban a poder conmigo, pero ahora sabes que te has equivocado y Andrea hizo algo imperdonable que yo jamás olvidaré. Aunque esté muerto ustedes también recibirán el castigo que me hubiera gustado para él.

-Si tu mercancía se ha dañado puedo pagarte, ¡¡llévate las putas que quieras, tengo muchas!! -escupió Giacomo en un inútil intento de salvarse de la ira de Riccardo.

-No se trata de dinero, sino de una persona que pasará el resto de su vida teniendo pesadillas por vuestra culpa. Ese miedo que ella jamás olvidará es lo que no puedo perdonar. -aseveró Riccardo dando la orden a sus hombres, dando luz verde para que hicieran su trabajo, pero él fue el primero en realizar el primer disparo.

Riccardo miró con asco al hombre que cayó muerto a sus pies. Un miserable hijo de puta. Todos sus negocios estaban relacionados con la explotación de mujeres, algo que Riccardo no soportaba. Giacomo aparte de proxeneta era un jodido violador, pero en Riccardo encontró el peso de la justicia divina.

Aquella noche todo el clan de los Gambino fueron asesinados, menos uno…

-¿¡Cómo que Daniele logró escapar?!-Riccardo interrogó a uno de sus Betas que no pudo impedir que el hijo menor de Giacomo lograse fugarse con algunos de sus hombres.

-Se escondió señor, seguramente nos vio llegar y se preparó para huir. -respondió el soldad con la cabeza gacha. Riccardo pegó un puñetazo a la pared más cercana que tenía y tragó toda su rabia para no volver a perder el poco control que tenía.

-¡Quiero que lo busquen incluso debajo de las piedras, siendo quién es no puede ir muy lejos! -demandó Riccardo con tono frío y gutural.

Riccardo no podía permitir que alguien de aquel sucio clan permaneciera con vida, pero mientras arrancaba del cuello de Giacomo una cruz de oro como prueba de que había cobrado su venganza. Daniele Gambino observaba la playa privada de su familia desde un barco.

-¿Estás seguro de lo que estás diciendo?-inquirió mirando a uno de los pocos hombres de confianza que tenía. El hombre respiraba con dificultad después de tener que nadar hasta el barco de Daniele. -¿Lucchese no ha matado a mis hermanos y a mi padre porque intentamos robarle?

-Un hombre como ese no hace algo así por unas toneladas de coca que ni siquiera llegamos a rozar. -contestó el hombre mirando hacia atrás, observando como incendiaban toda la propiedad. -Lo hizo por alguien, jefe. Eso fue una venganza, cobró la vida de su familia por alguien.

Daniele besó el anillo que tenía en el dedo antes de hacer un juramento. En sus ojos reflejaban el brillo de las llamas que consumía el legado de horror de su familia.

-Si Riccardo cobró venganza por alguien, entonces encontraré a esa persona y cobraré su vida. Mi padre no irá solo al infierno.

Fueron horas, horas que Riccardo se tomó para pensar en todo lo que había hecho en unas horas. Minuto a minutos observó la destrucción de la familia que casi ocasionó la muerte de aquella pequeña, aquella que le hizo recordar una vieja canción que su madre le solía cantar. No iba a decirlo en voz alta, pero sí lo había hecho por ella.

Con la cruz de Giacomo en la mano, Riccardo reunió a sus Betas y regresó a su isla privada. Donde encontró a Demie caminando de un lado a otro en la playa. En su expresión parecía estar a punto de matar a alguien.

-Te dije que no te movieras de la puerta…

-¿¡Mataste a Giacomo Gambino por una desconocida!? -Demie lo interrogó furiosa.

-Hice lo que tenía que hacer Demie, no cuestiones mis decisiones. -gruñó Riccardo pasando delante de ella sin detenerse, pero Demie lo agarró del brazo haciéndolo girarse.

-¡Voy a cuestionar tu decisión si tu negocio depende de ello! -rebatió Demie colocando la pulsera que pertenecía a Nayla delante de su ojos. -¡Esto significa “problemas”!

Riccardo agarró la pulsera que se veía tan diminuta en su enorme mano. Él también conocía su significado, lo que representaba la presencia de las dos hermanas en su casa.

-Son esposas de Hamás…-murmuró aturdido y Demie asintió, aunque él no lo vio por tener los ojos puestos en aquella joya.

-No puedo asegurar si son esposas, pero sí que son de su propiedad. -contestó Demie pensativa. -Estaba muy preocupada por ti, así que no investigué si poseen la marca de sus esposas.

Riccardo conocía la marca, muchos en el Mediterráneo sabían que los hombres más peligrosos de Palestina marcaban a sus esposas con tres líneas rectas en el costado, hechas a fuego. Pero lo que más le estaba jodiendo era el saber lo que había hecho, sin antes averiguar el origen de las dos hermanas.

La niña por la cuál él había cobrado venganza pertenecía a una organización política y militar, que en realidad se trataba de un grupo terrorista para muchos países en el mundo.

-Son suyas, Riccardo. Lo más inteligente y prudente que podemos hacer es mandarlas de vuelta en el primer barco, y fingir que jamás las hemos encontrado. -aconsejó.

Riccardo no respondió a su consejo, se dirigió a la entrada de su mansión apretando aquella pulsera en su puño.

-¡¿Riccardo qué vas a hacer?! -cuestionó Demie corriendo detrás de él.

-Quiero que esa chiquilla me explique exactamente qué estaba haciendo en mi barco y con qué intención. -rugió Riccardo con rabia. Entonces al ver que se dirigía a la habitación donde dormía la niña, Demie decidió darle un aviso.

-La mayor no está en la habitación.

Riccardo se dio la vuelta bruscamente para verla, Demie percibió la pregunta en su mirada y habló sin perder el tiempo.

-La envié a otra habitación con la excusa de que debía cambiarse de ropa. Fue difícil convencerla, pero pensé que tal vez deberíamos tenerlas separadas. Así no se atreverán a intentar escapar.

El cierre de la puerta no fue suficiente para soportar la ira de Riccardo, la indignación de saber que podía tener a una espía bajo su techo, o a alguien que podría destruir todo lo que le costó tanto volver a levantar. Con determinación entró en la estancia listo para confrontarla y sacarle toda la verdad.

Riccardo paseó rápidamente la vista por la habitación buscando a la joven, pero no estaba allí.

El aire que entró en la habitación lo hizo darse cuenta de que la ventana que daba a los jardines se encontraba abierta. Era una locura intentar escapar de su fortaleza, pero era una decisión estúpida que la chica podía haber tomado. Entonces cuando estaba preparado para accionar a sus hombres, el italiano escuchó el sonido del agua que provenía del baño.

Movido por la furia que recorría sus venas, Riccardo irrumpió en el baño sorprendiendo a Sabrina que lloraba bajo el agua, en aquel lugar donde su hermana no podía verla.

Ella solo tuvo tiempo a cubrir su cuerpo con una toalla que estaba cerca, pero Riccardo se quedó totalmente inmovilizado e hipnotizado al ver cada trocito de aquella piel desnuda.

No había manera de saber exactamente el motivo de su impacto, si la belleza de Sabrina, su rostro tan perfecto, aquellos labios pequeños y rojos como una cereza. El cabello largo y mojado que se pegaba a sus curvas. Era simplemente perfecta, pero su hermosura no era lo único.

También estaba aquella m*****a marca en su costado indicando que otro hombre la reclamó como suya, cicatrices en su espalda hechas por un látigo que alguien utilizó para dañar su cuerpo para el resto de su vida y luego estaba lo último, y seguramente lo más importante…la curva de su vientre perfectamente redondeado de apenas seis meses.

Riccardo descubrió en ese instante que no había sacado solamente dos vidas del mediterráneo, sino que había salvado tres…

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