En ocasiones daríamos cualquier cosa para borrar de nuestra memoria algunos acontecimientos en especial, sobre todo aquellos en los que hemos pasado miedo, angustia, tristeza o dolor.Sabrina quería arrancar de su cabeza su noche de nupcias y todas las que siguieron al lado de su marido, más aún cuando asoció la imagen de Riccardo, semidesnudo inclinándose sobre ella, a la del hombre que la obligó a servirle como mujer.Riccardo la sintió temblar bajo sus músculos. Sabrina estaba casi congelada, pero él no se detuvo ante la expresión atemorizada de su rostro. Solo necesitaba sentirla, lo más cerca posible.A su vez Sabrina deseaba huir, pero el miedo era tan grande que la tenía totalmente paralizada. Estaba esperando lo peor cuando Riccardo la miró a los ojos y puso la mano sobre su pecho. Lo único que el italiano sintió fueron los latidos de su acelerado corazón, y quedó hipnotizado por su mirada asustada. Esos dos ojos que brillaban como dos preciosas piedras de zafiro. Eran como u
La belleza rumana que llevaba un par de meses calentando la cama del capo, bailaba para él con total sensualidad. Movimientos lentos y provocativos, que buscaban despertar la pasión desenfrenada de Riccardo, pero que no ganaron ni tan siquiera una simple mirada de este. No recibió absolutamente nada de su atención, a pesar de su harto empeño en seducirlo.Los ojos grises de Riccardo estaban sumidos en el líquido que llenaba su copa, y el hielo que se derretía en él. Pensaba en Sabrina, en el azul de sus ojos y en el calor de su frágil cuerpo. Era desesperante saber que no podía sacar su voz, su olor, su maldito rostro de sus pensamientos.Riccardo era un hombre de mundo. Después de perder a su familia se dedicó a evadir los malos recuerdos de cama en cama con una infinidad de mujeres, pero nunca en la vida había sentido algo parecido por ninguna de sus amantes.El italiano levantó la mirada para echar un ojo a la mujer que tenía los ojos puestos en él, como si quisiera devorarlo. Sabí
Para alejar esos pensamientos y el sabor de la boca de Riccardo de su cabeza, Sabrina miró las calles tan bonitas de aquel pequeño pueblo, dónde la gente la miraba con curiosidad. Iba vestida con un vestido ancho, unos leggins para protegerse del frío y una chaqueta que no le quedaba precisamente bien. Esa fue la única ropa que Demie pudo conseguir para ella, y Nayla vestía ropa de niño. Algo que tenía a Sabrina intrigada, preguntándose de dónde Demie había sacado aquella ropa que parecía nueva. Lo cierto es que muchas cosas le intrigaban de la mujer que era la mano de derecha de Riccardo. Demetria siempre se marchaba en las noches cuando Riccardo no la necesitaba, y se pasaba todo el tiempo mirando la pantalla de su teléfono. Algunas veces Sabrina tenía la impresión de que esperaba noticias de alguien. -Demie. -Sabrina la llamó frunciendo el ceño. - ¿Qué estamos haciendo en el pueblo? Creí que nadie podía vernos. -Este es un lugar seguro, aquí todos quieren a Riccardo. -aclaró De
FLASHBACK -¡Dámela, tío, dámela! -pedía Amelia saltando para agarrar la muñeca que Riccardo sujetaba en alto. -La quiero ya, no puedo esperar a que sea mañana para recibir mi regalo, ¡Dámela! -Se supone que debes creer que esto es un regalo de Santa Claus. -respondió Riccardo con una sonrisa. -Tu madre se va a enojar si te la entrego antes. Amelia se cruzó de brazos y frunció el ceño. Para ser una niña de siete años, era muy determinada a conseguir todo lo que se proponía. Algo que su tío adoraba en ella. -Sé muy bien que Santa no existe, los regalos me lo hacen mi familia. Así que no veo motivos para esperar, más cuando llevo tanto tiempo esperando por esa muñeca. -argumentó haciendo un puchero, segura de que así lo convencería. -Además, lo más bonito lo tendré esta noche. Estar junto a mi familia, y junto al tío más hermoso del mundo. Tengo mucha suerte de tenerte, eres el mejor. Riccardo le entregó la muñeca a la niña y se puso a la altura de sus ojos para decirle. -Yo sí que
Sabrina abrió los párpados muy despacio, después de pasar unas horas inconsciente. No podía ver nada pues la luz de la habitación deslumbraba su visión, pero si notó el calor que se desprendía de una mano que envolvía la suya con mucha delicadeza. Como alguien que sujetaba una flor con mucho cuidado para no dañarla.Ella pestañeó un par de veces para ver con más claridad preguntándose dónde se encontraba. Al ver que Riccardo estaba su lado se levantó sobresaltada.-¡No te acerques a mí! -gritó Sabrina mareada. -¡¿Dónde está Nayla?!Riccardo, que no se apartó en ningún momento de aquella cama, la miraba avergonzado. Entendía su miedo y el desprecio en sus ojos después de la barbaridad que había hecho al atacarla como un animal.-Sabrina debes calmarte, todavía no estás recuperada…-¡He dicho que no te acerques! -exigió mirando de un lado a otro buscando a su hermana. - ¿Dónde está Nayla…qué le hiciste a mi hermana?-¡Nada, te juro que no le hecho nada! -respondió Riccardo levantando la
Al principio Sabrina seguía con ese temor a confiar en el hombre que pasaba de ángel a demonio en un pestañear de ojos, pero algo en su corazón le decía que aquellas escaleras los llevaban a un lugar dónde Riccardo escondía el origen de la tristeza que cargaba en su mirada y que no debía hacerlo solo.Riccardo abrió una pesada puerta de roble de par en par, pero sin encender las luces, Sabrina supo lo que guardaba en aquel cuarto solo por el olor que predominaba en el ambiente. Un embriagante aroma a madera y a vino. Era la gigantesca bodega de la familia Lucchese, dónde durante años conservaron los vinos más antiguos y caros del mundo. Entre esa deliciosa fragancia se mezclaba un hedor extraño, uno que Sabrina no pudo distinguir hasta que Riccardo no la puso en el suelo para alumbrar el horror que ocultaba aquella bodega.Horrorizada con lo que sus ojos estaban viendo, Sabrina ahogó un grito mientras que Riccardo bajaba la cabeza, pues no podía mirar aquel rastro de sangre y balas qu
El abrazo de Nayla a su hermana fue un soplo de vida para el corazón afligido de Sabrina. Desde la muerte de su madre ellas habían estado juntas todo el tiempo, siempre de lado a lado. Sabrina había asumido el lugar de su madre en la vida de su hermanita, y la quería tanto como a su bebita.-¿Este quién es? -preguntó Sabrina tocando el peluche que Nayla cargaba en sus brazos, parecía ser un tesoro para ella. Las mejillas de la niña se pusieron rojas al recordar a su nuevo amigo, y lo agradecida que estaba con Alessandro por no haberla dejado sola mientras lloraba por estar lejos de Sabrina.-Este es Darius, ahora es mi nuevo ángel de la guarda. Me lo ha regalado el hijo de Demie, que ahora también es mi amigo para toda la vida.-contestó Nayla con ilusión. Sabrina levantó la mirada para ver a Demie, aquella noticia la había pillado totalmente por sorpresa. -Prométeme que nunca más te vas a separar de mí, Sabrina. -pidió llamando la atención de su hermana. -No quiero perderte a ti y a m
Mientras los niños se daban la mano para sentarse delante de aquel árbol y vivir la ilusión de la Navidad, Riccardo agarró la mano de Sabrina, los dos sonrieron con timidez cuando aquella familiar electricidad los atravesó. De su bolsillo Riccardo sacó una bolsita roja de terciopelo y le entregó a Sabrina una pequeña muñequita con una corona de oro, algo especial para su árbol y que representaba para él el ser más puro que había en aquella casa.-Para la principessa (princesa), quiero que ella también sepa que tiene un lugar aquí.Sabrina sujetó aquella muñequita con los ojos cristalizados, después miró a Riccardo y contestó.-Creo que ella lo supo desde la primera vez que hablaste con ella cuando me creías dormida. -Sabrina lo hizo sonrojarse ante aquella revelación. -Desde entonces la siento más activa cuando escucha tu voz, como si estuviese más feliz...más segura.Entre todos, Riccardo les ofreció una última sorpresa, iba a hacer que aquella Navidad fuese completa en todos los sen