Al principio Sabrina seguía con ese temor a confiar en el hombre que pasaba de ángel a demonio en un pestañear de ojos, pero algo en su corazón le decía que aquellas escaleras los llevaban a un lugar dónde Riccardo escondía el origen de la tristeza que cargaba en su mirada y que no debía hacerlo solo.Riccardo abrió una pesada puerta de roble de par en par, pero sin encender las luces, Sabrina supo lo que guardaba en aquel cuarto solo por el olor que predominaba en el ambiente. Un embriagante aroma a madera y a vino. Era la gigantesca bodega de la familia Lucchese, dónde durante años conservaron los vinos más antiguos y caros del mundo. Entre esa deliciosa fragancia se mezclaba un hedor extraño, uno que Sabrina no pudo distinguir hasta que Riccardo no la puso en el suelo para alumbrar el horror que ocultaba aquella bodega.Horrorizada con lo que sus ojos estaban viendo, Sabrina ahogó un grito mientras que Riccardo bajaba la cabeza, pues no podía mirar aquel rastro de sangre y balas qu
El abrazo de Nayla a su hermana fue un soplo de vida para el corazón afligido de Sabrina. Desde la muerte de su madre ellas habían estado juntas todo el tiempo, siempre de lado a lado. Sabrina había asumido el lugar de su madre en la vida de su hermanita, y la quería tanto como a su bebita.-¿Este quién es? -preguntó Sabrina tocando el peluche que Nayla cargaba en sus brazos, parecía ser un tesoro para ella. Las mejillas de la niña se pusieron rojas al recordar a su nuevo amigo, y lo agradecida que estaba con Alessandro por no haberla dejado sola mientras lloraba por estar lejos de Sabrina.-Este es Darius, ahora es mi nuevo ángel de la guarda. Me lo ha regalado el hijo de Demie, que ahora también es mi amigo para toda la vida.-contestó Nayla con ilusión. Sabrina levantó la mirada para ver a Demie, aquella noticia la había pillado totalmente por sorpresa. -Prométeme que nunca más te vas a separar de mí, Sabrina. -pidió llamando la atención de su hermana. -No quiero perderte a ti y a m
Mientras los niños se daban la mano para sentarse delante de aquel árbol y vivir la ilusión de la Navidad, Riccardo agarró la mano de Sabrina, los dos sonrieron con timidez cuando aquella familiar electricidad los atravesó. De su bolsillo Riccardo sacó una bolsita roja de terciopelo y le entregó a Sabrina una pequeña muñequita con una corona de oro, algo especial para su árbol y que representaba para él el ser más puro que había en aquella casa.-Para la principessa (princesa), quiero que ella también sepa que tiene un lugar aquí.Sabrina sujetó aquella muñequita con los ojos cristalizados, después miró a Riccardo y contestó.-Creo que ella lo supo desde la primera vez que hablaste con ella cuando me creías dormida. -Sabrina lo hizo sonrojarse ante aquella revelación. -Desde entonces la siento más activa cuando escucha tu voz, como si estuviese más feliz...más segura.Entre todos, Riccardo les ofreció una última sorpresa, iba a hacer que aquella Navidad fuese completa en todos los sen
Riccardo tenía un nudo en la garganta, una angustia en su pecho que mantenía su espíritu intranquilo. Encabezaba la mesa donde cenaba con aquellas personas que habían llegado a su vida de repente. Era bonito volver a ver caras felices en el comedor después de veinte años, era un regocijo para su corazón descubrir que después de tantos años de dolor, la vida podía ser piadosa y darle la dicha de una segunda oportunidad, pero eso también le causaba temor. Cuando estás solo puedes enfrentar lo que sea sin miedo a perder, pero cuando quieres a alguien entonces tus enemigos te tienen en sus manos, pues en esa persona habita tu debilidad.Al lado derecho del Capo, estaba sentada Demie con un precioso vestido rojo que conjuntaba con la camisa de su hijo Alessandro. En el izquierdo, Riccardo tenía a la mujer que poseía la belleza de un ángel, Sabrina. Estando entre ellas intentaba disimular el miedo que estaba sintiendo de volver a perder, de ver aquel salón manchado de sangre otra vez, pero
El corazón de Demie se le subió por la garganta, era la primera vez que Enzo estaba tan cerca de su hijo sin imaginarlo, desesperada fue directo a aquella entrada para terminar de romper cualquier vínculo con aquel hombre, y echarlo de su vida antes de que llegase a descubrir su tan preciado tesoro.Enzo miraba la nieve caer embelesado. Nunca había visto nada más bonito. Era increíble ver toda la isla adornada después de tanto años. Desde que perdieron a sus familias.Todos los años, Enzo subía a la misma lancha con la que se marchó de su hogar abandonando a su esposa e iba hasta la isla en cada Navidad, dónde de lejos recordaba tiempos más felices. Aquella noche, al ver que algo había cambiado y que aquel lugar que lo vio crecer ya no era una especie de cementerio en medio del Mediterráneo, decidió acercarse y bueno, tal vez poder pasar un rato con las únicas personas que le restaban.-¿Qué estás haciendo aquí? -inquirió Demie abriendo la puerta con violencia para recibir al visitant
La Navidad fue el principio de algo especial para dos corazones rotos que necesitaban con desesperación una salida, un lugar, alguien donde alcanzar el privilegio de vivir en paz. Riccardo y Sabrina descubrieron que uniendo los fragmentos de lo que restó de sus corazones, podían no solamente vivir tranquilos lejos de sus demonios del pasado, sino que también podían vivir la magia del amor.-¡Esto es demasiado hermoso! -exclamó Sabrina abrazando a Riccardo, mientras que descalzos y desde la playa, asistían el espectáculo de fuegos artificiales que el italiano había preparado para recibir el nuevo año.-Es hermoso porque estás tú aquí conmigo. -respondió Riccardo antes de darle un beso en la frente y Sabrina se derritió en su calor.Ella lo miró pensando en cómo el destino le había sorprendido con la llegada de aquel hombre a su vida. Había empezado el año viviendo una pesadilla, para terminarlo en medio de un cuento de hadas.El matrimonio de Sabrina fue un verdadero infierno al lado d
Riccardo dio órdenes para que preparasen su yate, dejando muy claro que solamente él y Sabrina subirían a bordo. Esta vez se marcharía sin tripulación, pues no hacía falta. Lo más importante que tenía para ofrecerle a aquella mujer que lo doblegó nada más cuando sus ojos se cruzaron, estaba justamente allí…en aquella isla. Junto con su futura reina y con su adorada princesita protegida en el vientre de su madre, Riccardo bordeó la isla hasta llegar al otro lado, a la entrada de una gran cueva que se ocultaba entre la flora del lugar. Sabrina abrazó a Riccardo que estaba pegado al timón con una bonita sonrisa de satisfacción en su rostro, pues sin mirarla podía percibir lo sorprendida que estaba. Dentro de la cueva había un gigante tragaluz por donde entraba no solamente la luz de la luna, sino que también el brillo de los fuegos artificiales. Pero lo más impresionante de aquella playa escondida no era solo su belleza natural, también lo que escondía. Cuando llegaron al pequeño emb
La sensación de tener alguien tan cerca de su cuerpo, desnudándola, siempre fue como una especie de tortura para el alma de Sabrina. Ella padecía por tener que intimar con su marido, pero aquellos ojos grises recorriendo su piel con la mirada, deseando probarla y poseerla, la invitaban a dejarse llevar y a descubrir el paraíso…o tal vez, el infierno en la tierra, pues en cada caricia de Riccardo Lucchese, el Señor del Mediterráneo, no había nada de santidad, pureza o cualquier relación con el Dios Todopoderoso. Por primera vez Sabrina tenía las bragas empapadas como si fuese una virgen a punto de descubrir lo que es tener a un hombre entre sus piernas. Era el infierno, había un rastro pecaminoso en su mirada que la tenía rendida, incluso sus miedos se esfumaban poco a poco hasta dejar espacio únicamente para el placer que aquel hombre ansiaba darle. -Ahora toda mi atención es para tu mamá princesa, duerme tranquila y sueña bonito mientras que yo me encargaré de que tu mamita sepa lo