Emir—Hola Hijo mío—Replica la señora, y no sabía qué decir al respecto. Era un sueño o la realidad.—Madre—Mencione sorprendió, de verla expectante.—Emir—Susurró Eiza mirando la escena sin entender lo que estaba pasando.—Estás viva.—Inquiero aún sin creerlo.Me levanté, consternado, al ver la frente a mí. Era mi madre. Se acercó lentamente, y por un momento pensé que podría ser un fantasma. ¿Cómo era posible? Pero cuando colocó sus manos en mi mejilla, la toqué y sentí su calidez. ¡Era de verdad!—Madre… ¿eres tú? —pregunté, aún incrédulo.—Sí, hijo mío. Soy yo. Tengo mucho que contarte, pero necesitamos hablar en privado.La abracé fuertemente, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. No entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo. Me volví hacia Eiza, que estaba a mi lado.—Cariño, ella es mi madre… —le dije, aún sin poder procesar la situación.—Mucho gusto señora —respondió Eiza, educadamente.Mi madre la miró de pies a cabeza, y aunque no dijo nada, su mirada tr
ESMERALDA.Me siento feliz porque tengo a mis hijos conmigo. A mi varón, Emir, lo había dado por perdido, pensando que nunca volvería para estar a su lado. No puedo dejar de pensar en aquel momento en que creí que perdería la vida; sin embargo, lo primero que vino a mi mente fue él. Creo que la vida me ha enseñado lo verdaderamente importante, y eso son mis hijos.Pablo me llevó al hospital a tiempo y estuvo conmigo en todo momento. También estuvo a mi lado mi estaba mi hija quien no se separado en ningún momento. Ppr otro lado no tuve más opciones que fingir mi muerte, tal como Osvaldo, el padre de mis hijos, lo había planeado. Lo hice para proteger a Erín y a Emir. Ahora que he regresado, no puedo simplemente observar lo que sucede a mi alrededor; debo proteger a mis hijos como sea y restablecer mi vida.Ha pasado una semana desde que volví a la mansión. He visto todo lo que dicen las redes sociales y me siento orgullosa de lo mucho que ha crecido mi hijo, aumentando su fortuna en el
EmirMe encontraba revisando unos documentos, cuando recibí una llamada de Eiza.—Hola cariños, buenos días.—Emir, Podemos hablar, tu madre se acaba de ir.Mi novia me comentó lo que mi madre le dijo.Rápidamente deje todo regado en el escritorio de mi habitación y fui hacia donde ella. ¿Cómo era posible que mi madre la haya ido a verla? Quise llamarla, pero la verdad no tenía deseos de hacerlo. Seguramente Erín fue y le inventó de todo. Al llegar al apartamento, Eiza me abrazó con fuerza, y yo correspondí.—Cariño, discúlpame por lo que hizo mi madre. La entiendo, ¿sabes? Sin embargo no permitiré que me alejen de ti.— Declare molesto.—¿Cómo es posible que la entiendas? Le han llenado la cabeza de todo tipo de cosas. Se ve que es una buena mujer, pero no quiere ver a su hijo con una prostituta, una mujer con un pasado que trabajó en un club nocturno. Encima con un hijo.—respondió Eiza con tristeza.—Sin embargo, tú no eres así. Trabajaste por necesidad, y fui yo quien te alentó a ac
ESMERALDA.Estaba nerviosa, a punto de volverme loca. Mi hijo no decía nada, y lo único que se escuchaba era un ruido constante. Mi corazón palpitaba acelerado mientras intentaba no dejarme llevar por el pánico. Rápidamente, miré su ubicación en la aplicación y llamé a los hombres de su mansión. Incluso intenté contactar a Andrew, pero él no estaba disponible. Sin embargo, me aseguró que haría lo posible por localizarlo, aunque me dijo que probablemente no tenía caso porque el móvil de mi hijo seguía encendido.Justo en ese momento, escuché unas voces al otro lado de la línea.—¡Hola! ¿Hola? — habla y nadie respondió, que habrá pasado con Emir.—Pablo, vamos, a esta ubicación. Es de mi hijo, y no se ha movido en los últimos minutos, no se que le ha pasado.—Claro que sí, señora, —respondió Pablo, poniéndose en marcha—. ¿Está lista?—Sí, ya estoy lista. Vamos.Rápidamente me subí al coche, y Pablo me llevó a toda velocidad. Mientras íbamos en camino, noté que la llamada con mi hijo segu
EizaEstaba preparando los bocetos para enseñárselos a los diseñadores y textileras, quienes podrían elegir el estilo que más les gustara. Sonreí al ver lo que había dibujado, pero luego me puse a pensar en el momento que pasé con Emir hace unas horas. Lo más raro es que no me había llamado ni me había mandado un mensaje. ¿Será que ya está en casa? En fin, marqué su número, pero enseguida me colgó la llamada. Nuevamente volví a llamar y me salió el buzón de voz. ¿Qué será? Bueno, quizás está ocupado.Me concentré en lo que estaba haciendo, dejé el boceto a un lado y entré a la cocina a prepararme un té de manzanilla. En ese momento, terminando de preparar el té, solté un suspiro y volví a marcar a Emir. Al parecer tenía el móvil apagado. Exhalé el aire contenido y dejé de llamar; seguramente estaba ocupado y tenía que tener un poco de paciencia, sobre todo si se estaba manejando hacia su residencia o tal vez estaba en una diligencia. Lo mejor fue concentrarme en crear mis diseños, ya
ErínEstaba sonriendo y brindando con mi padre. No podía creer lo que le había pasado a Emir; todo eso le pasó por idiota y estúpido, por querer hacer lo que le daba la gana. No se daba cuenta de que, esa promiscua, y va ser su perdición, siendo un CEO, tenia que casarse con una de su altura, no con una donnadie, el no estaba en la posición de hacer nada a su voluntad.De repente, dejé de pensar en eso cuando mi padre entró al despacho.—Entonces, ¿qué planeas hacer? —me preguntó.—Cualquier cosa— respondí, sin poder ocultar mi indiferencia.—Has lo rápido, si quieres, puedes entrar y matarlo de una vez. Así, la empresa y todo lo demás será tuyo.—No, no haré eso padre. No podría. Aún no tengo esa fuerza que tú tienes para acabar con tu propia familia.—Ay, querida. Yo sólo quería acabar con tu madre, no contigo ni con Emir. Te amo a ti pero nunca puede recibir amor de ese imbécil de tu hermano. Por mi puede morir si quiere.—¿Por qué quieres que me una a ti, padre?—Inqueri curiosa.—
ESMERALDAEl sonido constante de los motores del jet privado resonaba en mis oídos mientras miraba el rostro pálido de mi hijo, sumido en un sueño del que rogaba que despertara pronto. Su mano, fría y sin fuerza, reposaba en la mía, mientras mis pensamientos oscilaban entre el miedo y la esperanza. —¿Habré hecho bien en sacarlo del país?— Era la pregunta que no dejaba de repetirse en mi mente.Pablo, decidió acompañarnos, me observaba con preocupación. Apenas había probado bocado desde que subimos al avión, pero no tenía apetito. Solo una creciente sensación de angustia que me carcomía desde dentro.—Señora, la veo muy demacrada. ¿Quiere que le pida unas frutas? —me preguntó, su voz llena de compasión.Negué con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta que me impedía responder.—Comer era lo último en lo que pensaba— Susurre desganada.Había pasado por tanto… después de salir del coma y luchar por mi recuperación, ahora me encontraba aquí, enfrentando otro abismo.—Debería comer al
Eiza.No podía creer lo que veía en esos mensajes de Emir. Cada palabra me perforaba el corazón como un cuchillo. Estaba terminando conmigo, dejándome una vez más con el alma rota. Me hundí en lágrimas, sintiendo cómo mi mundo se desmoronaba. Otra vez había cometido el error de enamorarme, otra vez jugaron con mis sentimientos de la manera más cruel. Lloré hasta quedarme sin fuerzas, hasta que el agotamiento me venció y caí en un sueño inquieto.A la mañana siguiente, desperté con una decisión firme, debía olvidar todo lo sucedido. Me metí en la ducha, dejando que el agua se llevara aunque sea un poco del dolor. Bañé a mi pequeño en su bañera, cuidando cada detalle como si ese acto pudiera arreglar el desastre de mi vida. Luego, me arreglé como pude, tratando de disimular los ojos hinchados con un poco de maquillaje. No quería que Laurie, ni nadie notara mi tristeza.Carmela ya estaba en la casa cuando salí del baño.—Buenos días, señora —me saludó con su amabilidad habitual.—Buenos