Agonía

ESMERALDA.

Estaba nerviosa, a punto de volverme loca. Mi hijo no decía nada, y lo único que se escuchaba era un ruido constante. Mi corazón palpitaba acelerado mientras intentaba no dejarme llevar por el pánico. Rápidamente, miré su ubicación en la aplicación y llamé a los hombres de su mansión. Incluso intenté contactar a Andrew, pero él no estaba disponible. Sin embargo, me aseguró que haría lo posible por localizarlo, aunque me dijo que probablemente no tenía caso porque el móvil de mi hijo seguía encendido.

Justo en ese momento, escuché unas voces al otro lado de la línea.

—¡Hola! ¿Hola? — habla y nadie respondió, que habrá pasado con Emir.—Pablo, vamos, a esta ubicación. Es de mi hijo, y no se ha movido en los últimos minutos, no se que le ha pasado.

—Claro que sí, señora, —respondió Pablo, poniéndose en marcha—. ¿Está lista?

—Sí, ya estoy lista. Vamos.

Rápidamente me subí al coche, y Pablo me llevó a toda velocidad. Mientras íbamos en camino, noté que la llamada con mi hijo segu
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