Erin Me reí en mi despacho, observando las fotos de mi hermano Emir con esa enfermera, Livia. Mi madre me las compartió y seguramente con un propósito. Cada imagen me provocaba una risa amarga. La idea de enviar esas fotos a Eiza se formó en mi mente como un destello cruel. Quería que Eiza viera a Emir como lo peor, que lo despreciara tanto como yo lo hacía. Estaba decidida a destruirlo, y no descansaría hasta verlo derrotado.Mi objetivo era claro, quitarle la empresa y asegurarlo atrapado en Suiza para siempre. Durante el viaje que pronto emprendería, llevaría a cabo cada parte de mi plan para que mi hermano, ese déspota frío que se creía invencible, quedara para siempre en su silla de ruedas. Sonreí con malicia mientras me levantaba de la elegante silla en el despacho de Emir, saboreando la anticipación de que pronto todo esto sería mío.****El viaje a Suiza lo hice con un propósito oscuro. Mientras el avión avanzaba, mi determinación se hacía más fuerte, acabar con mi hermano d
EIZAPasaron más de seis meses desde que decidí alejarme de la ciudad y de todo lo que me recordaba a Emir. Mi vientre ya era evidente; la vida que crecía dentro de mí era una mezcla de alegría y tristeza, pero sobre todo me hacía pensar en el futuro que debía construir para mí y para mi bebé. Vivía en una pequeña casa en las afueras de Milán rodeada de paz y lejos del ruido que alguna vez fue mi vida. Mi amiga Laurien trabaja como dependienta en una tienda de ropa, y yo pasaba horas diseñando, creando cosas nuevas con la esperanza de, un día, mostrarlas a una gran agencia de modelos mis creaciones. Aunque no tenía intenciones de volver a ese mundo del modelaje, diseñar era mi escape. Pero cada vez que mi bebé daba una patadita, el recuerdo de Emir volvía con fuerza. Él había sido el amor de mi vida, y aunque me había engañado, no le deseaba ningún mal. A pesar de todo, esos pensamientos persistían en mi corazón, pero había decidido dejarlos a un lado.Ese día, me levanté con la deter
Emir.Cada día me sentía más decaído, débil y frustrado, sin saber qué hacer. Supuestamente, hacía terapias junto con ejercicios para recuperar la movilidad en mis piernas, pero nada de eso funcionaba. Las pastillas me debilitaban y me hacían sentir fuera de mí, paso mas tiempo dormido que otra cosa, incluso hay momentos en la que me dan ganas de ir a vómitar, parezco una de esas mujeres embarazadas. ¡Mierda! Que esta pasando conmigo… Ya había pasado más meses, y aún seguía postrado en esta cama, en una silla de ruedas. Esto era una locura. Quería salir corriendo de este ambiente y retomar mi vida en Rockefeller. Andrew casi no hablaba conmigo, y mi madre ni siquiera me dejaba llamarlo ¿Por qué demonios se metían en mi vida? He intentado dejar todo atrás, pero es una mentira. Jamás podré sacar a esa mujer de mi mente. Día y noche la pienso, la sueño, la veo sonreír. A veces, incluso me masturbo pensando en ella, como un maldito loco, desesperado por tenerla, por sentirla.Mierda, me s
Eiza.Caminaba lentamente por el parque, mi hijo sujetando mi mano mientras observábamos a los pequeños jugar en los balancines. Las palomas picoteaban ansiosamente los granos de maíz que las personas dejaban caer, ajenas al bullicio que las rodeaba. Decidí sentarme en una banca cercana, necesitaba descansar. Carmela, siempre atenta, ayudó a mi hijo a subirse a uno de los balancines mientras yo me quedaba sentada, acariciando distraídamente mi vientre abultado. Ya estaba en el octavo mes de embarazo, y aunque había decidido no saber el sexo del bebé, una parte de mí sospechaba que podría ser una niña. Mis síntomas, que habían sido tan intensos durante los primeros dos meses, se habían disipado rápidamente, dejándome con la esperanza de que quizá sería, pero quiero que sea una sorpresa cuando por fin llegara el momento.El mes de diciembre avanzaba rápidamente, y el frío se hacía cada vez más intenso. Cada noche, mis pensamientos volvían a esa persona que no merecía ocupar un lugar en m
EmirMe encontraba en un estado de profunda tristeza y preocupación. Le había suplicado a mi madre, Esmeralda, que me llevara a otro hospital para descubrir qué estaba pasando. Mi cuerpo no era el mismo y no podía seguir así. Sin embargo, se negó rotundamente. La presión y la frustración me llevaron a insistir.—Mamá, si no me llevas, encontraré la manera de irme por mi cuenta. No puedo quedarme aquí, esperanzado en recuperar mi sensibilidad para poder empezar a caminar.—En donde vayas, es lo mismo.—Entonces regresemos a Italia, si es de esa manera—ella negó, tapo su rostro, cansada de mi instancia.—Te llevare a un hospital, en Ginebra, la Tour. Mañana saldremos en auto.—Finalmente accedió.—Bueno, puedes retirarte, y no quiero ningún masaje así que dile a la enfermera, que no se moleste en venir—Mi madre soltó un suspiro y salió de la habitación. Mire la pastilla que tomaba para recuperar las fuerzas en mis músculos. Pero llevaba días sin querer tomarlas por lo que decidí averigu
Esmeralda.Quede impactada al ver la noticia, un odio profundo se apoderaba de mí. Quería ir y ahorcar al padre de mis hijos, ese maldito de Osvaldo. Un fraude, un hipócrita. Pero lo peor de todo esto era darme cuenta de que mi propia hija Erín, nos había traicionado. Ahora comprendo esa insistencia en que firmara aquel documento, donde le otorgaba el permiso para estar al frente de Rockefeller mientras nosotros seguíamos aquí, en Suiza. Todo esto fue obra de ellos. Esa insistencia en alejarnos tenía un propósito oscuro. Erín aprovechó el accidente de mi hijo… No puedo creerlo. Todo esto es culpa mía. Mi pobre hijo está sufriendo, y no puedo permitir que siga así.Miré a Pablo, con desesperación en mis ojos, y le pregunté. —¿Qué malicia habrá hecho para que me haya hecho esto mi propia hija?—Señora, usted no tiene la culpa de que su hija haya heredado un corazón tan oscuro como el de su padre— me respondió Pablo con firmeza. —Pero le he dado todo desde pequeña y para demostrarle q
Eiza Sostener a mi bebé en mis brazos era como tocar un sueño. Esa pequeña niña de ojos azules y cabello tan hermoso completaba mi mundo. No podía contener las lágrimas, la emoción de tenerla era abrumadora. Su fragilidad me conmovía; tan pequeña, tan perfecta. Cuando vi su carita, supe sin lugar a dudas que tendría un increíble parecido con Emir. El parecido era innegable, por mucho que me doliera admitirlo. Su rostro era un reflejo de su padre. La cargué con cuidado, besando suavemente sus mejillas y esas manitas diminutas que parecían de porcelana. A pesar de todo lo que había pasado, en ese momento, mi felicidad era absoluta.Mi amiga se acercó con una sonrisa, abrazándome con cariño. —Ay, qué lindo tu bebé. ¡Felicidades! Es una niña preciosa, pero… se parece tanto a él…— Su comentario me hizo un nudo en el estómago, pero no podía negarlo. —Es bella, ¿verdad?— respondí, intentando concentrarme en la alegría del momento.—Sí, parce una muñequita. Quiero cargarla,—dijo, estirando
Eiza.La emoción me invadía a tal punto que casi no podía contenerme. Apenas vi a Laurien quien estaba hablando por el móvil, me apresuré a interrumpirla. —¡Laurien, tengo que contarte algo increíble! —le dije con una mezcla de nervios y entusiasmo en la voz.Ella levantó la mirada, algo sorprendida, y preguntó.—¿Qué pasó? ¿Por qué estás tan emocionada?—Me han contactado para una contratación en una de las mejores agencias de modelaje —respondí con una sonrisa que no podía ocultar—. Creo que está aquí, o al menos cerca. ¿Conoces a Savanna Smith? La agencia de modelaje más grande de nuestro país.—Sí, creo que es la CEO, más destacada en mundo de la moda y el arte.—Vaya y yo no se mucho de ella.—Tengo una amiga que trabaja ahí o sigue trabajando. Llévame contigo,déjame llevarte. Quiero saber todos los detalles, y hoy es mi día libre, así que no hay problema.—Esta bien, prepárate, entonces— le dije y ella entró a su habitación— Carmela, podrás quedarte con los niños.—No te preocu