EmirEstaba asombrado por todo lo que veía, montones de lingotes de oro brillando en ese lugar. Me invadían los conflictos; no podía creerlo. Miré a mi madre y le pregunté si mi hermana sabía de todo esto.—Sí, hijo, desde un principio. Ella escuchó la conversación hace años, cuando tenía solo 15, y se lo contó a Osvaldo. Pero jamás les di una pista de dónde estaba la clave. Nunca lo imaginaron, por esa razón me estaban acechando todo el tiempo.Solté un suspiro cargado. ¿Cómo era posible que todo esto hubiera sucedido? Tanto dinero... Comprendí que el dinero atrae a los malos, solo para hacernos mal. Me gustaría poder darles todo, pero mi madre no lo quería. Eso sería demasiado ambicioso para mi hermana. Era suficiente con la mitad. Además, mi madre quería hacer realidad los deseos de mi abuela.No podía darle toda la herencia a Erin. Llamé a Pablo, a Andrew y a uno de los de seguridad, para que nos ayudara a bajar las cajas en el salon. Nos dirigimos a las cajas y las abrimos. Enton
Emir Llegamos al hospital más cercano al condado. El lugar estaba lleno de luces intermitentes y gritos de personal médico. Mi madre estaba gravemente herida, igual que Andrew. Yo también había sido alcanzado, aunque la bala solo había rozado mi brazo. Sentía la sangre correr caliente, pero la verdadera herida estaba en mi alma. ¿Cómo llegamos a esto? Mi mujer secuestrada, mi familia en pedazos... ¿Cómo había permitido que todo esto se desmoronara de esta forma?Apenas podía mantener la compostura. Mi cabeza daba vueltas, pero no había tiempo para el dolor. Llamé a la casa. Carmela contestó al segundo tono.—Carmela, ¿dónde está mi señora? —dije con la voz cargada de tensión. —Salió, señor. No está en la casa. Andaba buscando a su hermano. Sentí un escalofrío recorrerme la columna. Entonces era verdad, esas fotos son reales. ¡Mierda!—Carmela, por favor, no dejes que nadie salga de la casa, y asegúrate de que los niños estén resguardados. —No se preocupe, señor. Los guardias están
Emir...Observó a Luciano consternado por lo que le confesé de mi hermana y lo de Osvaldo, no lo podía creer pero era algo difícil de imaginar.Cuando Luciano terminó de escucharme, me miró a los ojos, y sentí el peso de lo que iba a hacer.—Está bien, hijo. Haré todo lo necesario para ayudarte. Enviaré a las autoridades a buscarla.—Gracias, diles que Emir Rockefeller la esta denunciando por fraude y secuestro...—Mi padre Asintió palmeando mi hombro.—Es algo creíble lo que hacen por dinero. Perder a tu familia por ambición es lo más horrible. Lamento mucho, que tu hermana haya llegado tan lejos por dinero.—Lamentablemente ella escogió ese camino y ya nada podemos hacer.—Muy bien, ten cuidado, ten ponte esto es una GPS por táctil para no perder tu ubicación. —Bien, es hora. Nos vemos.—Iré a la residencia de tu hermana, esperemos que aún siga ahí.— Asentí despidiéndome.Sabía que la justicia no siempre llegaba, pero no iba a permitir que Erín escapara de esta. No después de lo que
Eiza.La tensión en la habitación era sofocante. Sentía como el dolor en mis pies subía por mis piernas y mi estómago se retorcía con cada segundo que pasaba. Mi hermano me observaba con preocupación, y mi amiga, estaba agotada, pero manteniéndose firme a mi lado.—Laurien ¿me escuchas? —le susurré, intentando no perder el control—. No te preocupes por mí. No sé por qué los refuerzos no han llegado aún.Pero entonces, su voz, la de Kadir, cortó el aire con una burla cruel.—¿Sabes por qué, Eiza? Porque no estamos en el mismo lugar. Sabía que habías pedido refuerzos, por eso nos desviamos. Mis hombres me dijeron que los policías están buscando en otro lado. ¡Qué estúpida fuiste! Sabía que me ibas a traicionar, por eso no confié en ti.Sus palabras me encendieron. El desprecio y la rabia hervían dentro de mí, pero lo más alarmante era la frialdad en sus ojos. Él no era el mismo hombre que había conocido.—Eres un imbécil enfermo —le solté con desprecio—. ¿Cómo es posible que fueras así?
ErinRápidamente me apresuré en llegar a Italia me subí en él helicóptero que mi padre había contratado, me reí para mi misma, él plan de mi padre era quitarme todo mi herencia, lo supe por uno de los hombres que el contrato, por lo que hablé con el hombre le di un lingote de oro para que manipulara los frenos del coche de mi padre, no soy una idiota, el desgraciado tenía planeado meterme en la cárcel, y lavarse las manos, hasta ahora me di cuenta que me iba traicionar, por eso le ordené al tipo que hiciera eso para que se muriera de una vez ya estaba todo listo para largarme del país e irme a Japón junto a mi familia no me importaba nada mas Por suerte descubrí rápidamente las intenciones de mi padre, aunque él me ayudó con el helicóptero. Aún dudo que mi hermano y sus hombres permitan que se quede con la otra mitad del dinero, la parte de la herencia de mi madre. Pero no va a poder hacerlo, ya que sé que su auto explotará; ya conocía su plan, lo escuché todo. Es un vil desgraciado.
EmirNo podía dejar de pensar en ella. La desesperación me estaba carcomiendo. Habíamos rescatado a su hermano y a Laurien, pero el maldito Kadir había escapado llevándose a mi esposa. Subí al lanchón con una de las autoridades, intentando mantener la calma, aunque todo dentro de mí se estaba desmoronando. El tiempo corría y la búsqueda se volvía eterna. Sabía que si no la encontraba pronto, me volvería loco.—Por favor, apúrese —dije, con la voz temblorosa por la mezcla de ira y miedo que me recorría el cuerpo.—Estamos haciendo lo posible, señor —respondió uno de los oficiales—. Ya hemos alertado a los otros puertos para que cierren cualquier salida. Si intenta irse a otra ciudad, lo detendrán.¿Cómo era posible que ese desgraciado lograra escapar? ¿Cómo? Justo en ese momento, mi teléfono sonó. Era Luciano. Dudé en contestar, pero algo me dijo que debía hacerlo.—Luciano, ¿qué sucede? No tengo tiempo.—Emir, tengo malas noticias —su tono era sombrío—. Hemos encontrado a tu hermana.
Eiza.Mi cuerpo temblaba, el miedo me había invadido por completo. Creí que iba a morir, pero mi esposo me rescató. Ahora, mientras descansaba en la sala de recuperación del hospital, todo lo que había pasado parecía surrealista. Mi mente seguía dando vueltas, y las preguntas no dejaban de surgir. —¿Y Laurien? ¿Y mi hermano?— pregunté con la voz entrecortada. Me dijeron que mi hermano ya estaba tranquilo, pero Laurien... Pobre Laurien. Parecía que estaba embarazada, y eso me hizo sentir aún peor por ella. No pude evitar que una ola de angustia me recorriera el cuerpo. Emir se acercó a mí y me dio un beso suave en la frente. Su mirada se encontró con la mía, sus ojos llenos de lágrimas.—Pensé que te iba a perder— susurró, la voz rota. —Por un momento, sentí que no te volvería a ver.Le acaricié la mejilla con ternura. —Gracias a Dios estoy aquí ahora. No quiero perder a nadie más, Emir. La vida nos pone pruebas, pero siempre quiero estar aquí, con nuestra familia.—Lo sé—murmuró, ab
EmirMiré su cuerpo inmóvil por la ventanilla, pude evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas. A pesar de todo, Erin seguía siendo mi hermana. Me dolía profundamente, no solo por su estado, sino por el camino que había elegido, cegada por la ambición y la influencia de Osvaldo. Mamá estaba destrozada, llorando sin consuelo, mientras Pablo trataba de abrazarla, pero incluso él sabía que sus brazos no podían detener el dolor que sentía.El médico salió de la sala de UCI con una mirada seria. —Lo lamento mucho— dijo. —La puñalada que recibió afectó órganos vitales y perdió demasiada sangre. No pudo resistir la operación—. Escuchar esas palabras hizo que una fría realidad se asentara en mi pecho. Todo había terminado.Nos acercamos a ella. Su mano estaba helada cuando la sostuve, y me dolía ver lo frágil que se veía. Mamá le dio un beso en la frente, con una ternura que solo una madre puede mostrar, antes de salir, dejándome solo con mi hermana. Me quedé mirando su rostro por un mo