CAPÍTULO 04

Luego de estar bajo el sol por más de tres horas, al fin Madelaine había logrado recoger cincos canastas de uvas. La joven estaba contenta, aunque no le parecía el trabajo más entretenido y fácil, no le fue nada mal para ser la primera vez. Además, conoció a un chico muy amable con el que había pasado las horas de su labor hablando de cosas triviales. Desde que aquel chico delgado de piel bronceada se acercó a ella, tuvo el presentimiento de que se llevarían muy bien. Cris, como se llamaba el joven tímido, era muy respetuoso y para su corta edad tenía una madurez que le impresionó a Madelaine.

—¿Estudias? —le preguntó la joven mientras cortaba un pedazo de carne.

Apenas había escuchado el reloj marcar las doce del mediodía y salió disparatada de su puesto. Estaba famélica.

—Sí, me quedan dos años para culminar la secundaria —contestó Cris luego de darle un sorbo a su bebida.

—¡Que bien! —expresó Madelaine levantando su dos pulgares—. ¿Ya tienes en mente lo que vas a estudiar?

El chico negó con la cabeza.

—Aún no sé en qué soy bueno —se encogió de hombros.

—¿Cómo que no sabes? En algo debes resaltar, solo debes experimentar en que cosas te hace feliz y listo —le dijo la chica haciendo que el jovenelevara la comisura de sus labios en un intento de sonrisa, que salió más como una mueca—. A ver, ¿Qué te apasiona?

Cris se tomó su tiempo para pensar, tenía muchas cosas en mente, pero solo una le apasionaba.

—Ser músico —musitó un poco avergonzado.

—Oh, ¿En verdad? ¿Cantas o tocas algún instrumento? —indagó intrigada la jóven.

—Sí, bueno, estoy en clases de piano, solo que mis padres lo ven como un hobbie —explicó jugando con las verduras de su plato.

—Entiendo... —emitió Madelaine viendo que su nuevo amigo se le dificultaba expresarse—. ¿Has intentado hablar con ellos y decirles lo que quieres?

Cris bajó su mirada a la mesa, no era necesario que le dijera la respuesta a la joven, pues su silencio lo decía todo.

—Es complicado —suspiró sin entrar en detalles.

Así que Madelaine no continúo preguntado más, no quería parecer una metiche.

Después de almorzar, ambos regresaron al viñedo, el joven aún debía seguir en su labor. Al contrario de Madelaine que ya había acabado su turno.

—Bueno, nos vemos el jueves. Cuídate y para la próxima planeamos una salida por la ciudad —dijo despidiéndose con un beso en la mejilla del chico tímido.

—Vale, nos vemos —le dio un asentimiento de cabeza y se marchó a trabajar.

Mientras, Madelaine echó a andar hacia su nuevo hogar temporal. Por el camino iba pensando en lo que le había dicho su nuevo amigo. Notó lo tenso que se puso cuando le nombró a sus padres, tal vez no tenía una buena relación con ellos y por eso no se atrevía a contarle de su sueño de ser un músico. Decidió no darle más vueltas al asunto, marcó el número de Stephen y a los minutos respondió.

—Hola pequeña, ¿Cómo te ha ido? —la jovensoltó un suspiro cansado.

—Me duele hasta la hebras del cabello —dramatizó haciendo que Stephen comenzara a carcajearse—. Pero al menos hice mi trabajo bien para ser el primer día. Espero que el señor bipolar diga lo mismo.

—¿El señor bipolar? —repitió el hermano mayor confundido.

—El amargado ese que tienes como amigo, ¿Quién más? —mencionó la joven irritada de solo pensar en el susodicho.

—Madelaine —la regañó Stephen—. Independientemente de como sea Warrick, recuerda que estás en su casa y debes respetarlo. Sí, tiene un carácter fuerte, pero es buena persona, trata de llevarte bien con él.

—No lo haré si él sigue comportándose como un imbécil —Stephen bufó.

Esos dos no tenían remedio, pensó refiriéndose a Warrick y su hermana. Los hermanos Hampson cambiaron de tema, tenían muchas cosas más importantes de que hablar.

—¿Cómo van todo por allá? —inquirió interesada la joven chica.

—Dentro de lo que cabe, va bien. Aún debo resolver unas pequeñeces —comentó Stephen revisando unos documentos que su secretaria había traído.

—Pronto acabarás todo allí y vendrás aquí conmigo —su hermano sonrió, extrañaba mucho a Madelaine. Nunca se habían separado por tanto tiempo.

—Sí —suspiró melancólico—. Pequeña, tengo trabajo que hacer, te marco en la noche, ¿Vale?

—Está bien, te quiero.

—Yo también, cuídate —emitió el joven y finalizó la llamada.

Madelaine tocó a la puerta, a los segundos esta fue abierta por una de las empleadas de la casa. Ingresó a su interior y subió directo a su habitación, le urgía tomar un baño para quitarse lo sudorosa que estaba. Tras unos largos minutos en la ducha, salió envuelta en una toalla y otra en su cabeza como un turbante. Se vistió con unos shorts cortos, camisa de tirantes y sus sandalias cómodas.

Se encontraba peinado su larga cabellera, cuando tocaron a su puerta y seguido de esto fue abierta, mostrando a Warrick enfundado en un carísimo traje negro. Le asentaba como un guante, la jovenMadelaine no pudo evitar escanearlo de pies a cabeza. Lo detestaba, pero debía admitir que era demasiado apuesto, parecía un modelo de revista.

Aclaró su garganta y puso su mejor cara, aunque quería empujarlo fuera de su habitación. Se abstuvo y fingió una amable sonrisa más falsa que sus uñas acrílicas.

—¿Deseas algo, mi señor? —enfatizó en lo último con burla.

Warrick la miró como siempre, sin ninguna pizca de gracia o emoción expresada en sus facciones varoniles.

—Sí, de hecho venía a decirte que voy a una reunión importante —le dijo metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.

—Oh, que te vaya bien entonces —comentó la joven pasando por su lado.

Harrington la detuvo del brazo impidiendo que saliera del dormitorio.

—Irás conmigo, así que ve a vestirte que llegaremos tarde —la chica frunció el entrecejo confundida.

—¿Por qué tengo que ir contigo? ¿Qué pinto yo en todo eso? —Preguntó Madelaine sin comprender nada.

Warrick soltó un suspiro exasperado.

—Mira, primero ve a adecentarte y luego te explico, ¿Bien?

—De acuerdo, igual me apetecía salir, iré porque yo quiero, no porque tú me lo dices —Dejó claro la chica—. Pero tengo una condición, te la diré más tarde.

—Vale, pues te espero abajo. No tardes mucho —la joven asintió con la cabeza y vio salir al hombre que la estaba embriagando con ese perfume masculino.

Al estar sola, votó todo el aire que llevaba retenido desde que Warrick entró a su habitación. De alguna manera, estar cerca de él la ponía nerviosa, no sabía cómo podía ser posible esto, si le caía mal el mejor amigo de su hermano. Pero su pulso se disparaba cada vez que sus ojos pardos se depositaban en los suyos. Sentía un cosquilleo extraño en su interior, jamás había experimentado algo parecido.

—Deben ser las hormonas —se dijo a si misma.

Se dirigió a su armario, rebuscó entre las perchas llenas de ropas, pero no encontró ningún vestido decente. Sin embargo, de pronto se le ocurrió una idea, quería ver qué tanto se enfadaría Warrick si la veía vestida de ese modo.

Mientras tanto, el impaciente hombre la esperaba en el living. Se sirvió una copa de whisky para calmar su mal genio, lo más seguro es que se encontraría a su ex prometida, y de solo pensar que estaría acompañada de su nueva conquista, le entraron ganas de golpearlo. Warrick no sentía el más mínimo sentimiento por Diana, pero era difícil para él tener que verla con otra persona luego de lo que sucedió. Todos esos años, Harrington se culpó por el rompimiento de su relación con la pelirroja, pues la mujer esperaba de él mucha cosas, una de ella era tener hijos, pero Warrick no quería, no se sentía preparado y su ex prometida decidió acabar con los tres años de relación por esa razón. Las otra causa fue debido a las diferencias personales, ella deseaba formar una familia, la prioridad de él era el trabajo.

Las cosas no resultaron como ambos imaginaron, pero aún así fingieron que todo iba de maravillas. Hasta el día de la boda, que la mujer que sería su compañera de vida decidió terminar con él de la forma más cruel y humillante, dejándole plantado delante de todos.

Para Warrick fue muy difícil superar aquello, le costó años recuperase de esa ruptura dónde su corazón quedó echo añicos. Se enfrascó tanto en su trabajo que se volvió el hombre amargado, infeliz y déspota que era ahora. Se juró a si mismo no volver a enamorarse nunca más, pero desde que esa joven rebelde había entrado a su vida, algo estaba cambiando en su interior, esas sensaciones que no había vuelto a sentir, estaban resurgiendo en él de nuevo y eso le aterraba.

Ensimismado en sus pensamientos, no se percató de que la dueña de su mente bajaba las escaleras con cuidado de no tropezar. No fue hasta que la jovenllegó a su lado, y Warrick notó su presencia. Al verla, casi se atragantó con el whisky, comenzó a toser y la chica se acercó preocupada.

—¿Estás bien? —preguntó Madelaine, luego de golpear su espalda.

—S-sí —carraspeó Warrick sin quitar la vista de sus largas piernas descubiertas—. ¿Qué haces así vestida?

—¿Qué tiene de malo? —fingió inocencia.

—Todo, está demasiado revelador y además a dónde vamos es una reunión benéfica. La mayoría que irán son señores de la alta sociedad, no pueden verte así vestida —apartó la mirada de ella.

Warrick no podía negar que lucía demasiado hermosa y sensual con ese vestido. Pero era la hermana menor de su mejor amigo, ¡Por dios!

—No tengo más vestidos, Stephen me dijo que trajera lo necesario y luego me daría para comprarme ropa —la joven se encogió de hombros reprimiendo las ganas de reír.

La cara de Warrick le resultó de lo más épica. Madelaine deseó haberlo grabado.

—Vale, entonces pasaremos por una tienda y allí encontrarás algo más decente —demandó caminando hacia la puerta.

La chica lo siguió detrás mientras contenía las carcajadas que querían brotar de su garganta.

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