Sintiendo la culpabilidad a flor de piel, algo impropio de él, se bajó del coche y se encaminó hacia la vivienda. Al cruzar la puerta, se encontró con que todo estaba en penumbras y sumido en el más completo silencio; comprobando que, tal y como había imaginado, Camila se había guarecido en su dormitorio. De hecho, ni siquiera se oía el trajín de Mary en la cocina. Era como si hubiera entrado en una sala insonorizada. Sintiendo que se le partía la cabeza en dos, Alex se acercó a la cocina, agarró un analgésico y un vaso de agua y lo tomó sin más, antes de encaminarse hacia el estudio. Después de lo que había sucedido en el club y de la discusión con Camila en el coche, por primera vez en mucho tiempo, se sentía solo en la inmensidad de aquella vivienda. Por un momento, pensó en llamar a Leo, sin embargo, descartó la idea prácticamente al instante, al recordar que él le había comentado que tenía una cita por la tarde. Mientras subía las escaleras, se llevó la mano a la cabeza y al
Al despertar a la mañana siguiente, Camila lo hizo sintiendo un nudo en el estómago, producto de la gran cantidad de emociones que la invadían. Se sentía más sensible que nunca. Sin embargo, pese a todo, también se sentía decidida a tomar ese día como uno que podría depararle gratas sorpresas. Estaba determinada a enfrentar todo lo que el día le tuviera preparado.Sin perder el tiempo, se dirigió al baño para darse una ducha, antes de vestirse y arreglar su cabello y su maquillaje, tan rápido como le fuera posible.Al bajar las escaleras, se dio cuenta de que apenas quedaba un minuto para las siete, el horario en el que había quedado con Alex, por lo que, al llegar al vestíbulo, lo encontró allí, esperándola. Su imponente presencia y su mirada escrutadora la hicieron sentir un ligero escalofrío, mezcla de ansiedad y de algo más que, en ese momento, no fue capaz de descifrar. No obstante, se obligó a mantener la compostura. Estaba decidida a hacer un buen trabajo y demostrar que podía
—Buenas noches, señora —la saludó el hombre, mientras le abría la puerta del coche, con actitud servicial. No estaba segura de por qué, pero había imaginado que Alex la esperaría para regresar a casa. Sin embargo, se había equivocado. —Buenas noches, Xavier, ¿cómo estás? ¿Alex no viene con nosotros? —preguntó Camila, mientras se montaba en el asiento trasero del automóvil.Xavier miró a Camila y dudó, sin saber si responder o no, hasta que al final dijo:—El señor me ha pedido que la lleve solo a usted. Él ha tomado otro de sus coches, y volverá más tarde. Camila sintió que su corazón se encogía, en una mezcla de emociones confusas. A pesar de que Alex la había forzado a aceptar aquel trabajo, ni siquiera se tomaba la molestia de acompañarla de regreso a casa. —¿Sabes a dónde ha ido? —le preguntó Camila a Xavier, cuando este puso el coche en marcha. —Lo siento, señora, pero él no me lo dijo —respondió el chofer, mirándola a través del espejo retrovisor. Camila se limitó a asenti
A la mañana siguiente, el día de su segunda jornada laboral, Camila se levantó sintiéndose más cansada que nunca. Había pasado toda la noche en vela, hablando con Andrea. Después de que Xavier se hubiera resistido a seguir su orden de llevarla a casa de su padre, Camila, decidida a no complicarle la existencia al pobre hombre, decidió llamar a su hermana para que acudiera a la vivienda de Alex. Necesitaba hablar con ella, pese a que sabía que estaba en recuperación, y Andrea, fiel como siempre, había accedido sin poner ni la más mínima objeción. Durante toda la noche, hasta bien entrada la madrugada se habían dedicado a hablar como en la época en la que Camila vivía con ella, comiendo dulces y riendo como dos niñas. Realmente, la compañía de su hermana era extremadamente valiosa para ella. Sin embargo, todo lo bueno tenía su fin y pronto se vio obligada a enviar a su hermana a casa, con Xavier. No quería que Alex llegara y la encontrara allí. No por miedo, sino porque no quería t
Al leer esto, el corazón de Camila comenzó a latir descontrolado. ¿Qué significaba aquello? Rápidamente, con manos temblorosas, abrió el correo y descargó la fotografía. Acto seguido, abrió el archivo y su corazón le dio un vuelco, mientras las lágrimas, que había intentado contener, comenzaron a rodar por sus mejillas. La fotografía mostraba a su esposo en un restaurante…, besando a… ¡Irina! —¡Maldito! —dijo con la voz estrangulada por el llanto—. ¡Eres un maldito! Sabía que él no la amaba, pero… ¿hacerle eso? ¿Por qué? ¿Por qué se había casado con ella? Pero, ya que lo había hecho, ¿por qué no la dejaba en paz y la dejaba ir antes de que se enamorara aún más de él? —Señora, ¿se encuentra bien? —preguntó Mary, colocando una mano sobre su hombro y mirándola con preocupación. —S-sí —respondió, tragando saliva con dificultad e intentando recuperar la calma, mientras se ponía de pie. —¿A dónde va? —inquirió la empleada, abriendo los ojos de par en par. —A trabajar —respondió Cam
—¿Has visto a Camila? —preguntó Alex con el ceño fruncido, mirando a la recepcionista.Llevaba más de media hora buscándola y no sabía dónde se había metido. ¿Qué le pasaba? ¿Cómo era posible que desapareciera en su segundo día de trabajo?Por un lado, se sentía furioso, dado que necesitaba que terminara con las tareas de ese día, pero, por el otro, no podía evitar sentirse preocupado.—No lo sé, señor, acabo de llegar. Quizás mi compañera… —comenzó a responder la recepcionista.—Llámala —ordenó Alex, interrumpiéndola.La joven, sorprendida por la reacción de su jefe, quien siempre se mostraba tranquilo y apacible, a pesar de ser un hombre sumamente exigente, se apresuró a obedecer; mientras se preguntaba por qué se veía tan impaciente por la ausencia de su secretaria.La mujer llevaba seis años trabajando en la empresa, en el mismo puesto, y jamás había visto que Alex Johnson reaccionara de esa manera ante algo que tuviera relación con alguna de sus secretarias.No podía evitar pregu
Camila vio el rostro crispado de Alex, y abrió los ojos de par en par. ¿Qué hacía allí y por qué se lo veía tan alterado?—Señor, ¿usted es…? —preguntó el médico, frunciendo el ceño.—Alex Johnson —respondió Alex, sin rodeos—. Soy el jefe de la señorita —añadió, mirando a Camila, quien lo observaba boquiabierta.—¡Oh! —exclamó la enfermera, sorprendida—. Es cierto, es el señor Johnson. Lo sentimos mucho, señor —se apresuró a decir la mujer, juntando sus manos frente a ella y haciendo una ligera reverencia.Alex hizo un gesto de disgusto, pidiéndole que se detuviera, y miró al médico fijamente, esperando una respuesta.El hombre, visiblemente incómodo, se humedeció los labios y cambió el peso de su cuerpo, de un pie a otro, antes de carraspear y decir:—Verá, la señorita se desmayó en su empresa y ese amable señor —Señaló hacia la puerta, donde, del otro lado, Thomas aún permanecía sentado—, llamó a emergencias y la trajo a urgencias.Alex miró al médico por un segundo más, antes de en
Cuando ambos salieron del hospital, se encaminaron hacia el garaje, en donde Alex abrió la puerta del coche para que Camila se montara.Camila pasó a su lado y, tras intercambiar una intensa mirada con él, se montó en el asiento del copiloto y se colocó el cinturón de seguridad.Una vez que Alex cerró la puerta de Camila, rodeó el Cullinan y se sentó tras el volante. Había salido tan rápido de la empresa que no había tenido tiempo de esperar a Xavier, por lo que ahora no le quedaba más remedio que conducir de regreso a la mansión.Mientras Alex conducía, él y Camila se sumergieron en un tenso silencio y ambos eran capaces de notar la distancia que se había instalado entre ellos, luego de lo sucedido en el hospital.Si bien no habían sido tan cercanos hasta ese momento, ahora, la distancia era abismal, en comparación.Después de varios minutos y sintiéndose incómodo, algo impropio en él que siempre era tan seguro de sí mismo, miró a Camila de reojo y comprobó que ella se encontraba sum