—Mira quién viene ahí —dijo Leo, abriendo los ojos de par en par.Alex frunció el ceño y siguió su mirada, la cual estaba enfocada en un punto al otro lado del vidrio tintado que funcionaba como pared. Desde adentro ellos podían verlo todo, mientras que, si alguien intentaba ver hacia el interior se encontraría con un muro espejado.Al enfocar la vista en el sitio en el que su amigo la tenía clavada, los ojos de Alex se abrieron por la sorpresa.La última vez que la había visto Irina había sido hacía una década, cuando ella se había marchado del país sin dejar rastro, rompiendo su relación de manera abrupta y sin explicación alguna. Su regreso inesperado despertó en Alex una mezcla de emociones encontradas, desde la curiosidad hasta el resentimiento.«¿Qué hace aquí?», se preguntó.De todos los sitios en los que esperaba encontrarse a Irina, luego de que se enterara de que había regresado al país, ese era el último.Ella, mientras estaban de novios, le había dejado más que claro que
Al ver a Camila, Alex sintió que un escalofrío le recorría la espalda al ver que su esposa, sin saber muy bien cómo, había aparecido en el club y, en especial, en aquel momento tan comprometedor. A toda velocidad, se puso de pie, sintiéndose sumamente incómodo, mientras Irina se apartaba de él, maldiciendo que su momento se hubiera visto interrumpido de manera tan abrupta. Camila se acercó a ellos con lentitud, sin apartar la mirada de Irina, quien parecía nerviosa y furiosa ante la presencia de la esposa de Alex. Aquello confirmaba que lo que le había dicho Gabriel era más cierto que nunca. Si bien Alex lo había reconocido, una parte de ella había albergado la esperanza de que fuera mentira. La tensión en el ambiente era palpable mientras los tres se enfrentaban en un silencio cargado de significado.—¿Tú? —preguntó Camila, esforzándose por mantener la calma y la voz firme, a pesar de que su corazón latía con fuerza ante la sorpresa y el malestar que producía en ella descubrir que
Luego de que Camila se marchara del club, de camino a la salida, Alex intercambió un par de palabras más con Irina, antes de encaminarse tras su esposa.Sentía que la cabeza le explotaría de un momento a otro, mientras esta daba vueltas intercalando entre las emociones que lo embargaban. Por un lado, estaba su decisión de no dar su brazo a torcer y no retroceder en su decisión de hacerle la vida imposible a Camila, sin importar el precio que tuviera que pagar, y, por el otro, se sentía sumamente culpable por haberla puesto en aquella situación. ¡Odiaba tanto esa maldita contradicción!Aunque, si lo pensaba bien, no era su culpa. Después de todo, Camila había aparecido en el club Blue Star por sus propios medios. Nadie la había obligado a ir hasta allí.Es más, ni siquiera sabía cómo había logrado localizarlo. Por lo que él sabía, ella no estaba al tanto de que él era el dueño de aquel local, así que no tenía demasiado sentido que lo hubiera encontrado por sus propios medios.Sin embar
Sintiendo la culpabilidad a flor de piel, algo impropio de él, se bajó del coche y se encaminó hacia la vivienda. Al cruzar la puerta, se encontró con que todo estaba en penumbras y sumido en el más completo silencio; comprobando que, tal y como había imaginado, Camila se había guarecido en su dormitorio. De hecho, ni siquiera se oía el trajín de Mary en la cocina. Era como si hubiera entrado en una sala insonorizada. Sintiendo que se le partía la cabeza en dos, Alex se acercó a la cocina, agarró un analgésico y un vaso de agua y lo tomó sin más, antes de encaminarse hacia el estudio. Después de lo que había sucedido en el club y de la discusión con Camila en el coche, por primera vez en mucho tiempo, se sentía solo en la inmensidad de aquella vivienda. Por un momento, pensó en llamar a Leo, sin embargo, descartó la idea prácticamente al instante, al recordar que él le había comentado que tenía una cita por la tarde. Mientras subía las escaleras, se llevó la mano a la cabeza y al
Al despertar a la mañana siguiente, Camila lo hizo sintiendo un nudo en el estómago, producto de la gran cantidad de emociones que la invadían. Se sentía más sensible que nunca. Sin embargo, pese a todo, también se sentía decidida a tomar ese día como uno que podría depararle gratas sorpresas. Estaba determinada a enfrentar todo lo que el día le tuviera preparado.Sin perder el tiempo, se dirigió al baño para darse una ducha, antes de vestirse y arreglar su cabello y su maquillaje, tan rápido como le fuera posible.Al bajar las escaleras, se dio cuenta de que apenas quedaba un minuto para las siete, el horario en el que había quedado con Alex, por lo que, al llegar al vestíbulo, lo encontró allí, esperándola. Su imponente presencia y su mirada escrutadora la hicieron sentir un ligero escalofrío, mezcla de ansiedad y de algo más que, en ese momento, no fue capaz de descifrar. No obstante, se obligó a mantener la compostura. Estaba decidida a hacer un buen trabajo y demostrar que podía
—Buenas noches, señora —la saludó el hombre, mientras le abría la puerta del coche, con actitud servicial. No estaba segura de por qué, pero había imaginado que Alex la esperaría para regresar a casa. Sin embargo, se había equivocado. —Buenas noches, Xavier, ¿cómo estás? ¿Alex no viene con nosotros? —preguntó Camila, mientras se montaba en el asiento trasero del automóvil.Xavier miró a Camila y dudó, sin saber si responder o no, hasta que al final dijo:—El señor me ha pedido que la lleve solo a usted. Él ha tomado otro de sus coches, y volverá más tarde. Camila sintió que su corazón se encogía, en una mezcla de emociones confusas. A pesar de que Alex la había forzado a aceptar aquel trabajo, ni siquiera se tomaba la molestia de acompañarla de regreso a casa. —¿Sabes a dónde ha ido? —le preguntó Camila a Xavier, cuando este puso el coche en marcha. —Lo siento, señora, pero él no me lo dijo —respondió el chofer, mirándola a través del espejo retrovisor. Camila se limitó a asenti
A la mañana siguiente, el día de su segunda jornada laboral, Camila se levantó sintiéndose más cansada que nunca. Había pasado toda la noche en vela, hablando con Andrea. Después de que Xavier se hubiera resistido a seguir su orden de llevarla a casa de su padre, Camila, decidida a no complicarle la existencia al pobre hombre, decidió llamar a su hermana para que acudiera a la vivienda de Alex. Necesitaba hablar con ella, pese a que sabía que estaba en recuperación, y Andrea, fiel como siempre, había accedido sin poner ni la más mínima objeción. Durante toda la noche, hasta bien entrada la madrugada se habían dedicado a hablar como en la época en la que Camila vivía con ella, comiendo dulces y riendo como dos niñas. Realmente, la compañía de su hermana era extremadamente valiosa para ella. Sin embargo, todo lo bueno tenía su fin y pronto se vio obligada a enviar a su hermana a casa, con Xavier. No quería que Alex llegara y la encontrara allí. No por miedo, sino porque no quería t
Al leer esto, el corazón de Camila comenzó a latir descontrolado. ¿Qué significaba aquello? Rápidamente, con manos temblorosas, abrió el correo y descargó la fotografía. Acto seguido, abrió el archivo y su corazón le dio un vuelco, mientras las lágrimas, que había intentado contener, comenzaron a rodar por sus mejillas. La fotografía mostraba a su esposo en un restaurante…, besando a… ¡Irina! —¡Maldito! —dijo con la voz estrangulada por el llanto—. ¡Eres un maldito! Sabía que él no la amaba, pero… ¿hacerle eso? ¿Por qué? ¿Por qué se había casado con ella? Pero, ya que lo había hecho, ¿por qué no la dejaba en paz y la dejaba ir antes de que se enamorara aún más de él? —Señora, ¿se encuentra bien? —preguntó Mary, colocando una mano sobre su hombro y mirándola con preocupación. —S-sí —respondió, tragando saliva con dificultad e intentando recuperar la calma, mientras se ponía de pie. —¿A dónde va? —inquirió la empleada, abriendo los ojos de par en par. —A trabajar —respondió Cam