La actitud de Alex y su amenaza silenciosa dejaron a Camila sintiéndose más sola y perdida que nunca. Pero sobre todo dolida.Porque sí, temía por su padre y por su hermana, sin embargo, lo que más le había afectado era que sentir que, a pesar de que, en un inicio se habían casado por conveniencia, él no la quería.¿Algún día lograría ablandar su corazón?No estaba segura, pero, sin saber por qué estaba dispuesta a intentarlo.A solas en el despacho, comenzó a escanear el entorno con la mirada, deteniéndose en cada detalle. La oficina de Alex era un santuario de poder y decisión, un reflejo de su personalidad y de su posición en la familia y en el mundo en general.Camila observó con asombro la habitación, fascinada. La habitación, por su aspecto sobrio y sombrío, le recordaba al despacho de los jefes de la mafia de las películas. Sobre el amplio escritorio de roble, había montones de documentos meticulosamente organizados, junto a una pluma dorada que parecía ser de oro.Sin embargo,
Tras la desagradable confrontación con Alex, la noche anterior, Camila se sentía sin rumboMientras intentaba comenzar el día, consciente de que no tendría más emociones que las que ya había y estaba experimentando, su teléfono comenzó a sonar, sobresaltándola.Rápidamente, se secó las lágrimas con el dorso de la mano, tomó el móvil de la mesita de noche y atendió, sorprendida de que su padre la llamara tan temprano por la mañana.—Papá —dijo a modo de saludo.Sin embargo, lo que pensó que sería una llamada común y corriente con su progenitor, pronto se transformó en un sentimiento de pánico.—Camila, es Andrea —respondió James con voz temblorosa.—¿Qué pasó, papá? —preguntó, incorporándose en la cama, como si así pudiera oír mejor.—Tu hermana ha tenido un accidente —respondió el hombre y Camila oyó cómo tragaba saliva.—¿¡Qué!? —exclamó, sorprendida, sintiendo que su voz se quebraba.Sabía que su padre no había querido asustarla, pero eso era lo que había logrado.—Fue atropellada cu
Tras apartar a Alex de su camino, Camila salió por la puerta, dejándolo estupefacto.Mientras caminaba, no podía evitar preguntarse si Alex tenía algo que ver con el accidente de su hermana.Una parte quería creer que no, mientras que otra le clamaba a gritos que era una gran posibilidad.A pesar de que este pensamiento podía parecer irracional, las amenazas repetidas de Alex habían hecho que la lógica no tuviera sentido. Él le había dejado claro que era capaz de cualquier cosa. Aun cuando no le había dado motivos para creer que lo que le había pasado a su hermana era obra suya.Sin embargo, no tenía tiempo para pensar en eso, por lo que, sin perder tiempo, Camila localizó a Xavier, el chofer de Alex, y se acercó a él con seguridad.—Llévame a este hospital —le pidió, mostrándole la dirección.—Señorita, lo siento, pero debo recibir una orden directa del señor Alex —respondió él, con un gesto de disculpa.—No hay problema, ya lo he hablado con él, créeme. —Sin embargo, al ver su expre
—Prométeme que volverás —le pidió Andrea con gesto de pena, cuando Camila estaba por irse, después de que ambas se tranquilizaron luego de que Andrea detallara lo que recordaba del accidente—. Por favor.—Claro que sí, lo prometo —respondió ella, con un nudo en la garganta, aunque no estaba muy segura de si podría hacerlo.Sin decir más, Camila abrazó a Andrea con fuerza. ¡La quería tanto!Cuando salió de la habitación, James la siguió cerrando la puerta tras de sí.—¿Cómo estás, hija? —preguntó el hombre con gesto preocupado.Desde que Camila se había casado con Alex, él no había tenido la oportunidad de verla y ver cómo estaba. Y sinceramente se sentía preocupado por cómo se encontraba.Se sentía sumamente culpable por lo que había hecho, y le dolía en el alma, pero ¿qué más podía hacer?—Bien, papá —mintió.James ladeó la cabeza, evaluándola con la mirada.—¿Estás segura? —la interrogó—. ¿Cómo te trata Alex? ¿Por qué no has ido a vernos a casa?—Estoy segura, papá. De veras, estoy
Alex, caminaba de un lado a otro de su despacho, sintiendo las emociones a flor de piel, mientras se llevaba un cigarro a los labios, de manera ansiosa. Sabía que lo mejor era no fumar, de hecho, no lo hacía a menudo, pero, siempre que los nervios se apoderaban de él no podía evitarlo.Desde que había tenido el encontronazo con Camila, no había dejado de hacerlo y ya llevaba casi media cajetilla de cigarros.Realmente, aún no podía procesar la idea de que ella desconfiara tanto de él. La decisión de hacerle creer que era capaz de matar a su familia, se había salido de control, y no estaba seguro de por qué esto le preocupaba. Sin embargo, así era y, por mucho que había intentado alejar esa sensación de sí, no lo estaba logrando.Inspiró profundamente y apagó el cigarro sobre el montículo que había en el cenicero, que se encontraba en el escritorio e inspiró profundamente.El hedor a tabaco era intenso en el estudio, pero no le importó. Porque, además de lo que había sentido y sentía a
Camila lo miró con una mezcla de miedo e impotencia.¿Quién se creía que era? ¿No tenía suficiente con haberla obligado a casarse con él?—Si quieres trabajar, puedes hacerlo en la empresa —propuso Alex, mientras señalaba la pantalla en donde el correo seguía abierto.¿Trabajar para él? ¿En serio?Por un momento, Camila valoró aquella posibilidad, pensando que, quizás así, podría conocerlo más, saber quién era en realidad. Si se ponía a pensar, estaba casada y poco a poco comenzaba a albergar sentimientos por un completo desconocido. Pero ¿tenía sentido acceder?—No puedo hacerlo —respondió Camila, tomando el teléfono y poniéndose de pie—. Me casé contigo, ¿no es suficiente? Ah, no, cierto que no, por eso intentaste matar a mi hermana.—Camila —comenzó a decir Alex con un gesto frío, pero con voz calmada, buscando paciencia—, ya te dije que yo no he sido. Comprendo si no quieres creerme, estás en tu derecho, pero ya te lo he dicho. Estás casada conmigo, te guste o no, sea porque te co
Irina, sentada en el restaurante del hotel, aguardaba su desayuno y la llegada de Gabriel. Después de regresar al país, él la había llevado al hotel, a pesar de tener una casa en las afueras. Cuando él sugirió ir a su casa, Irina prefirió quedarse en el centro, y Gabriel había sugerido quedarse hospedarse allí para estar disponible para ella, a lo que Irina no supo cómo oponerse.Desde que eran adolescentes, cuando Irina estaba de novia con Alex, Gabriel se había comportado de aquella manera con ella, y, en cierto modo, la hacía sentir incómoda.Además, ella no entendía por qué Gabriel se empeñaba tanto en ser casi una copia exacta de Alex. Pero en eso se esmeraba y, por mucho que ella le había dicho que lo mejor era que fuera él mismo, no parecía dispuesto a dar el brazo a torcer.En un primer momento, había pensado en acudir a Alex, pero algo dentro de ella le había dicho que era mejor no hacerlo. Después de todo, ambos habían quedado en términos un tanto incómodos; por no decir «ma
Después de salir de la mansión, Alex se sentía confundido. No sabía por qué le había propuesto a Camila que trabajara para él, pero había obedecido a un impulso y, si bien se lo cuestionaba, tampoco se arrepentía.Una parte de él le decía que aquello no tenía sentido, tenerla cerca podría complicar aún más sus sentimientos, sin embargo, el hecho de pensar en ella en otra empresa, rodeada de personas desconocidas y que él no podía controlar le hacía sentirse sumamente nervioso.Podía controlar a sus empleados, sus cuentas, sus clientes, pero no podía hacer lo mismo con sus sentimientos. Por un lado, temía que ella accediera a trabajar para él, dado que corría el riesgo que lo que había surgido en él se intensificara, pero, por el otro, también sentía que no podría tolerar que ella se rodeara de otros hombres.¿Qué significaba aquello? ¿Qué diablos estaba sintiendo? ¿Acaso se estaba enamorando?No, no podía ser. Solo estaba confundido, eso era todo.Cuando llegó al club Blue Star, en el