Alex, sentada delante de su portátil, verificaba una y otra vez las informaciones que logró conseguir sobre el hermano de Manuel. Todo apuntaba a que no había error y eso la desconcertaba.Aquella noche, Mauricio la había invitado a salir, pero inventó una excusa para no aceptar. Había estado viéndolo con frecuencia, pero no deseaba continuar permitiendo los avances del hombre hasta estar segura de lo que sentía, por lo que muchas veces hacía que Ariana los acompañara a algunos lugares. Realmente a Mauricio no le molestaba, su amiga y él se llevaban muy bien y disfrutaban reunirse, bromeaban y conversaban sobre cosas que a ambos les interesaban y que a Alex le eran indiferentes. Ellos vivían en un mundo al que Alex ya no pertenecía hacía mucho tiempo. A veces, Ariana los invitaba a sus propias reuniones con sus amigos y aunque ellos se divertían, Alex se sentía fuera de lugar. Sin duda, Mauricio era un hombre encantador, amable y no podía negar que le gustaban sus intentos para enamor
Durante el tiempo que Manuel permaneció dormido, Alex hizo algunas llamadas, entre estas habló con Ariana y la puso al corriente de lo sucedido. Le pidió que pasara por su casa y le llevara su portátil cuando le fuera posible. Alex necesitaba mantener su mente ocupada para no pensar en sus sentimientos.¿Cómo era posible para los demás asumir una relación con facilidad y ser algo tan complicado para ella? No dudó ni por un momento que algo estaba funcionando mal dentro de su cabeza. Había dos hombres fabulosos en su mundo, ambos daban señales de que les importaba, cada uno a su manera, pero a la vez, ambos eran difíciles de desentrañar.Supuso que se trataba de la ley de la atracción porque no había duda de que atraía personas tan rotas como ella misma y no podía encontrar ni una sola razón para creer que eso podría ser sano para nadie.Pensaba en estas cosas y mientras tanto, evadía atender llamadas de Mauricio. Era claro que Manuel no era santo de su devoción y si bien, no dejaría d
—¡No seas infantil, Manuel! Tienes que dejar que te ayude, puedes caerte y echar a perder tu cirugía. No puedo creer que prefieras arriesgarte a lastimarte que dejar que te vea desnudo.—Puedo hacerlo solo. No soy un niño y no necesito que me bañes o vistas como a un lisiado.—Pues, no te queda de otra. No voy a permitir que te hagas daño por terquedad. Además, no tienes nada que ocultar, tu cuerpo no tiene nada reprochable… —se rió Alex tratando de aligerar el momento— Oye, entiendo tu renuencia, pero te aseguro que no tienes nada que yo no haya visto antes y tampoco te voy a bañar como a un bebé. Solo déjame ayudarte a entrar al baño y te dejaré solo con tu vergüenza. Ya otras chicas te han visto desnudo ¿no? Ven, no sientas pena conmigo, somos amigos, piensa en mí como si fuera cualquiera de tus amigos del gimnasio.—No tengo ningún amigo con cabeza de fósforo. — sonrió él a su pesar por la actitud de Alex.—Tranquilo, si me llego a romper una pierna, prometo dejar que seas tú quie
—¡No seas infantil, Manuel! Tienes que dejar que te ayude, puedes caerte y echar a perder tu cirugía. No puedo creer que prefieras arriesgarte a lastimarte que dejar que te vea desnudo.—Puedo hacerlo solo. No soy un niño y no necesito que me bañes o vistas como a un lisiado.—Pues, no te queda de otra. No voy a permitir que te hagas daño por terquedad. Además, no tienes nada que ocultar, tu cuerpo no tiene nada reprochable… —se rió Alex tratando de aligerar el momento— Oye, entiendo tu renuencia, pero te aseguro que no tienes nada que yo no haya visto antes y tampoco te voy a bañar como a un bebé. Solo déjame ayudarte a entrar al baño y te dejaré solo con tu vergüenza. Ya otras chicas te han visto desnudo ¿no? Ven, no sientas pena conmigo, somos amigos, piensa en mí como si fuera cualquiera de tus amigos del gimnasio.—No tengo ningún amigo con cabeza de fósforo. — sonrió él a su pesar por la actitud de Alex.—Tranquilo, si me llego a romper una pierna, prometo dejar que seas tú quie
Alex aún "disfrutaba" de sus vacaciones obligadas. Tenía la esperanza de que esta vez sí le permitieran volver a la oficina. Adrián la mantuvo de vacaciones por tres meses seguidos y ya sentía que enloquecería si continuaba arreglando el jardín. Ni siquiera le gustaban las plantas. En un par de días su jefe le informaría si Administración autorizaba su regreso. Había sido un gran error no haber tomado nunca vacaciones en todos los años que llevaba en la empresa. No volvería a cometerlo si algún día la dejaban volver.La chica se puso de pie y quitándose los guantes de jardinería, atendió el móvil que sonaba en su bolsillo.—¿Que tal todo, Mauricio?—Estoy algo ocupado en este momento, pero quise llamarte antes de entrar a una reunión de la que ignoro cuándo saldré. Me pregunto si te gustaría cenar conmigo hoy.—Me encantaría pero...—Si, lo sé: Manuel. —hubo enojo en la voz del financista. —No eres su esclava, no tienes que pasar cada minuto con él. Creo que es demasiada exigencia par
En los días siguientes Alex vio poco a Mauricio y aunque extrañaba su alegría y su sonrisa contagiosa, supuso que esa distancia era lo adecuado para ellos, al menos hasta que aclarara sus razones para buscarla.Manuel mejoraba rápidamente y el médico le recomendó comenzar la fisioterapia dirigida por un especialista, por lo cual, cuando Adrián finalmente le permitió regresar a su trabajo coincidió con las sesiones de terapia de Manuel. No había problema con que se quedara solo en casa. Se apoyaba en las muletas y tenía mucho mejor desempeño por sí solo. Alex insistió en que se quedara por unos días más hasta que se sintiera más seguro de sus movimientos y Manuel aceptó. La fisioterapeuta venía a la casa para atenderlo y en ocasiones, al llegar se encontraba con Carlota o con ese otro abogado que le presentó en algún momento.Alex sentía curiosidad por lo que trataba con esas personas pero nunca se atrevió a preguntarle. Si él deseara que ella lo supiera, se lo habría dicho.Con frecue
—¿A qué te refieres con eso, Manuel? —preguntó Alberto Estrada confundido ante la solicitud de Manuel.En los meses que habían transcurrido desde que conociera a Manuel, Alberto había aprendido a sentir un profundo respeto por Manuel y la amistad que lo unía a Carlota desde su juventud, fundamentó el aprecio que sentía por él.Manuel comenzó a asumir algunas funciones en los consejos directivos de las empresas, pero a pesar de la insistencia de Carlota para que abandonara el cargo en su oficina de intendencia, deseaba mantener esa fachada por un tiempo más.—Es simple, Alberto. Necesito que alguien le siga los pasos a Isis Alvarado y me informen de todo lo que hace.—¿Por qué te interesa tanto saber todo de ella? —preguntó Carlota con curiosidad.—Porque va a tener un hijo que se presume que sea mío y quiero estar seguro de lo que hace.—¿Un hijo? ¿Por qué no nos habías dicho nada sobre eso? —exclamó sorprendida ante la noticia.—Te lo estoy diciendo ahora. —respondió cortante.—¿No c
Tras acompañar a Isis a su control prenatal, Manuel se dirigió a su oficina. Ya se encontraba recuperado de su accidente y decidió reincorporarse a sus obligaciones.Durante todo el trayecto estuvo en silencio excepto alguna respuesta ocasional a algo que le decía la mujer a su lado, que cada vez sentía más opuesta a su forma de ser. No cesaba de hablar de los planes para el nacimiento del bebé y de cómo cambiarían sus vidas. En ese momento le planteaba la necesidad de cambiarse de vivienda, porque su apartamento era pequeño y no habría lugar para el niño.—Me ocuparé de eso, Isis. Si lo deseas, consigue algún lugar que te parezca adecuado y yo me encargaré del resto. —por algún motivo sentía que Isis traía esos temas a colación con un propósito, pero no lograba descifrarlo. En ocasiones se preguntaba si la mujer se habría enterado de su nueva posición y si lo pensaba, no era descabellado, ella se movía en el mundo de las finanzas y tenía muchos contactos, sin embargo, jamás le había