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La Carta que no es de Hogwarts

Abrí los ojos por el sonido de un mosquito que andaba revoloteando a unos centímetros de mi cara y en un acto reflejo lo atrapé con el dedo índice y pulgar, podía oír el molesto sonido que hacía mientras lo tenía entre mis dedos.

Lo aplasté.

Me incorporé poco a poco, estaba en mi cama; ellos me habían dejado ahí y no solo eso, Nery estaba acostada a un lado de mí, en el sofá que tenía junto a la ventana estaba unas sábanas con el que seguro, Cameron se cubrió y se había pasado la noche velando por mí.

Una sonrisa amarga me apareció en los labios.

Pero, aparte de eso, había un no sé qué en el aire que llegaba a mis fosas nasales, los primeros rayos del sol, los sonidos de unas sandalias arrastrándose por la sala y alguien sorbiendo café, las pequeñas motitas en la alfombra que había en la entrada, el claro sonido de los pájaros que estaban a varios metros de casa, el taladrar de una termita en el techo de la casa; era simplemente maravilloso. Podía ver con claridad todos los colores, oler todos los olores frescos y podridos, oír todo lo que era apenas audible.

¿Qué había sucedido? Era como si mi vista se hubiera convertido en un microscopio y un telescopio, me salí rápidamente de la cama y abrí la ventana, el cuervo estaba vigilando en un árbol cercano, lo verde del pasto del jardín era impresionante, los pequeños bichos que habitaban en él, también.

— ¿Qué es esta vida? —Estaba extasiada y corrí rápidamente hacia la habitación del abuelo para contárselo y luego al abrir la puerta, recordé. Y sentí que algo me oprimía el pecho y me invadió la tristeza y esa sensación de querer romperte a llorar nuevamente llegó.

— ¿Lisa? —Era la voz de Cameron subiendo los escalones, traía una taza de té humeante en una bandeja con un pan tostado con mermelada en ella.

—Eh, buen día, Cam. —Mi voz sonó ronca mientras me limpiaba las lágrimas que habían escapado de mis ojos.

—Buenos días, tus ojos... —dijo impresionado, se situó frente a mí y tomó la bandeja con una mano y me inspeccionó con la otra—, estoy seguro de que ayer habían vuelto a la normalidad.

— ¿Qué quieres decir?

Pude ver la luz de sus ojos verdes, sus pupilas y unas partículas apenas visibles nadando en él y los pequeños vasos sanguíneos que se asemejaban a un bosque tenebroso, cada hebra de su barba castaña, su piel reseca. Entrecerré mis ojos tratando de que fueran normales. Pensaba que no lo serían porque así había pasado, el cuervo debía verme para que fueran normales, o eso pensé, solo cuando Cameron dijo nuevamente, asustado:

—Uau. ¿Cómo haces eso? Estas asustándome, lo digo en serio.

No sabía de lo que lo asustaba verdaderamente. Si me hubiera visto la tarde anterior cuando esos cuervos se habían metido dentro de mi cuerpo quizá se hubiera desmayado desde que ese cuervo hizo una reverencia. ¿Realmente había pasado todo eso o solo había sido uno de mis locos sueños? Si eso había sido real ¿Qué había sido?

—No lo sé. ¿Hacer qué? Exactamente.

—Ya son normales, pero muy oscuros, recuerdo que lo tenías de un color verde musgo.

— ¿Eh?

— ¿Qué sucede?

—No lo sé.

—Tus ojos cambian, eran rojos y ahora muy oscuros, se asemejan al negro.

Con solo haber dicho eso, corrí inmediatamente hacía el baño que había al final del pasillo, me miré al espejo, mis ojos eran completamente negros, bueno, solo los iris, contrastaba con mi cabello de igual color, observé mi mano y ahí estaba el extraño símbolo, abrí la llave del grifo y comencé a lavarlo con el estropajo que había, no salía. Lo refregué hasta que mi piel quedó roja.

— ¿Qué pasa? Lisa, me estás asustando —añadió Cameron observándome desde la puerta, estaba claro que ninguno de los dos lo sabía, pero él estaba más asustado que yo, lo podía ver en sus ojos y en la expresión de su cara.

—No lo sé —repetí con la voz temblorosa y entonces recordé las últimas palabras del abuelo: “eres una Exorcista” ¿esto es lo que le sucedía a una Exorcista cuando despertaba sus poderes? Y ¿Qué era un Exorcista de todos modos?

—Chicos —la ronca voz de Nery provenía de la puerta de mi habitación adjunta a la del abuelo—. Buenos días. Algo me despertó, creo que alguien intentó romper la ventana con esto.

Traía una especie de palo con un sobre enrollado en ella atada con una cinta roja, ella me lo entregó mientras se frotaba los ojos, su cabello estaba hecho una maraña, su delineador negro estaba corrido por su ovalado rostro.

— ¿Qué dice? —Inquirió Cameron aun con la bandeja en su mano.

— ¿Me ves cara de chismosa? —Reprendió ella.

—De perra, nada más —dijo él en broma, pero su voz no lo hizo parecer así. Yo tampoco estaría así si él tuviera unos cambios de iris solo cuando cerraba sus ojos.

—Hippie de m****a, deja que salga al jardín y me orine en tu hermosa hortaliza que con tanto amor de hippie has cuidado y ahí veras lo que es una perra de verdad.

Éste replicó:

—Te amo, perra sarnosa —le puso un brazo encima de su hombro y ella bufó.

Él tenía veintisiete años y ella apenas había cumplido sus dieciocho años hacía unos meses, pero no, ellos no andaban, él estaba en busca de su amor y no era Nerissa, solo se trataban de esa manera porque ella, para que un chico llamado Isaac la dejara en paz le dijo que su novio era Cameron y él la ayudó en eso.

—Yo te odio tanto que me comería toda tu comida vegetariana solo para que no pudieras comer en un mes.

Me desesperaba oírlos.

—Eso…

—Basta —les calmé, tenía un licuado de emociones en mi estómago y sentía que pronto iba a vomitarlo.

La desenrollé del palo. Además de la cinta roja, el papel tenía un sello, no de esos sellos modernos, sino de lacre, era de un color negro; la figura de un circulo con lo que parecía ser cuatro puntas que se asemejaban a casas con símbolos extraños dentro de éstas, también pude distinguir en la casa de arriba que había una especie de ojo, en la del lado derecho una copa con luz, en la izquierda una cruz con un extraño símbolo y en la de abajo una especie de parábolas con una estrella encima y en el centro de éste había un octograma (o algo así). Realmente esto era extraño. Saqué la nota, era un papel viejo, como esas que veías en películas medievales, como un pergamino.

—Qué símbolo más extraño —dijo detrás de mí Nery.

—Muy extraño —coincidí.

— ¿Qué esperas? Ábrelo —me animó ansioso Cam dejando la bandeja en la mesita.

No esperaba a que me llegara la carta, aunque esto era realmente patético, ¿Por qué no estaba el abuelo para decir algo ingenioso en cuanto a esta carta? Cameron y Nery se pusieron a cada lado de mí para leerla y decía:

Jaime Schlunk II

Clan Inocencia y Líder de los Cazadores Especiales.

Miembro del Consejo Internacional de Exorcistas.

Sumo Inquisidor de la Élite Cuervo Richmond

Y Representante de La Orden Negra de los

Doce Exorcistas.

Estimada Señorita Anna Elisa Walker:

Nos dirigimos a usted para darle nuestro más sincero pésame. La pérdida de un familiar es lo más doloroso para un ser humano.

Pero eso no es exactamente para lo que es esta carta, le doy a su conocimiento que usted tiene una plaza en nuestra Orden Negra de Exorcistas, ya que se encuentra a pocos meses de cumplir la mayoría de edad.

Le pedimos nos envíe una carta con nuestro Rastreador cuando él se ponga en contacto con usted, sin más que añadir le deseo un buen día.

Muy cordialmente, Amanda Ainsworth

Directora adjunto de la Academia de La Orden Negra

— ¿Qué diablos significa esto? —Masculló Nery al terminar de leer la carta conmigo.

—Pues es tu carta, pero no de Hogwarts —dijo Cameron mordiéndose las uñas.

No sabía qué era exactamente lo que debía sentir, ¿alguien más recibía una carta como esta después de la muerte de su ser querido? Y ¿qué eran exactamente los Exorcistas, los Cazadores Especiales, los de la Élite Cuervo y los Rastreadores? Bueno, creo haber recordado que el abuelo había mencionado algo acerca de los Rastreadores, pero ¿Cómo eran ellos? Y ¿Los exorcistas eran humanos o una especie sacada de la biblia? ¿Qué “nos” hacia especiales a los otros humanos? ¿Por qué Nery no recibía una carta? ¿Los Exorcistas no solo eran los curas?

Oh, había tantas preguntas en mi cabeza que me iba a explotar si esto seguía así.

— ¿Cómo llegó esto? —Le pregunté a Nery temblándome la mano.

—Pues entró por la ventana y chocó contra la pared —dijo ella todavía estupefacta como yo—, amiga, ¿Qué significa eso?

Entré a mi habitación, si no fuera porque abrí la ventana, los cristales de ésta hubieran estado rotos.

—No lo sé, el abuelo me dijo que soy… —me jalé del pelo, no quería llorar ni gritar, necesitaba respuestas y justo cuando salía, alguien tocó el timbre de la casa.

Los tres nos miramos.

Pero no sabía de quien se trataba realmente, aunque podía ser algo de superioridad en su modo de pararse frente a la puerta.

No me había cambiado, seguía con la misma ropa del día anterior, negro; y era viernes ¿Quién vendría a buscarme el viernes? ¿Los testigos de Jehová o los Cazadores de Sombras para decirme que también era uno de ellos? Necesitaba tiempo, respuestas, un momento de silencio para asimilar que no tenía a mi querido abuelo a mi lado, que era una especie de “algo que peleaba” contra el mal, que mis ojos repentinamente se volvían rojos y negros y que tenía un tatuaje extraño en el dorso de la mano sin el permiso de mi tutor.

—Yo voy —dijo Cameron—. Ah. Y tómate el té.

Suspiré.

—Vale.

Él bajó para atender a la visita, y al abrir la puerta oí perfectamente lo que decía:

— ¿Se encuentra la señorita Walker? —Interrogó éste y era una voz desconocida, por lo que dejé el té a medio camino de mi boca, temí de que fuera uno de los ¿Rastreadores?

— ¿Quién la busca?

—Soy Michael Mowbray. Notario del señor John Anthony Reynolds, que en gloria esté.

—Cameron Lowell, a su servicio —dijo él lo más educado posible, pude oír el apretón de manos—, la nieta del viejo Johnny viene enseguida, tome asiento, ¿gusta una taza de té o café?

—Café. Por favor —respondió éste sentándose en la sala.

Unos segundos después de alojar al notario en la sala; Cameron subió inmediatamente cuando yo estaba por bajar, peinándome el cabello con los dedos.

—Es el…

—Lo sé —corté—. Gracias, lo recibiré.

El señor Mowbray estaba en el sofá grande que estaba frente al televisor, vestía un atuendo muy de esos hombres que se hacían llamar notarios; traje azul marino, camisa blanca y corbata, tendría por lo menos unos cincuenta años bien conservados, traía consigo un portafolio, su cabello era rubio dorado y unos ojos azules muy saltones y nariz aguileña, tenía patas de gallo en los ojos por el exceso de trabajo. Supuse que venía a darme a conocer el testamento de mi abuelo y quizá, sospechaba, que no tendría acceso más que a las mensualidades ya que aún no cumplía la mayoría de edad.

—Hola, buen día —saludé tendiéndole mi mano que estaba, al parecer, frío y él me miró—, soy Anna Elisa Walker.

—Un gusto. Michael Mowbray. Notario 164. Vengo a darle a conocer el testamento de su querido abuelo —me apretó la mano y me brindó la sonrisa más creíble posible que tenía de su repertorio de sonrisas para personas desdichadas.

No supe qué responder ¿Cuándo había escrito su testamento?

—Aquí tiene —llegó diciendo Cameron ofreciéndole la taza de café.

—Gracias, joven.

Nery apareció y también lo saludó, aunque éste le miró extrañado por su look juvenil y extravagante, ahora tenía puesto un suéter amarillo pikachu, jogger de cebra y unos vans verdes.

—Si no le molesta, le comenzaré a leer el documento.

—Adelante —dije sentándome en el otro sofá, con mis amigos al lado.

La casa, obviamente era de mis padres, por lo que era mío, el dinero del banco también y como lo había pensado desde un principio; no tendría acceso a ella hasta la mayoría de edad, el abuelo me dejó lo que tenía de su ahorro y a Sonia, pidió que cuidara de Shukaku, y que si quería, podía donar sus pertenencias a un asilo de ancianos, y que conservara el álbum de fotos de viajes que realizamos o que hiciera lo que quisiera con ella, me dejó la joya familiar; unos pendientes de azul turquesa muy bonitos y un anillo con un rubí romboide en ella. Me pidió que les diera las siguientes cosas a nuestros vecinos más allegados: le daba a Cameron el baúl de sus recuerdos de guerra en Vietnam, le dejaba a Nery el tocadiscos y todos los discos de vinilo de sus bandas favoritas (cosa que le arrancó lágrimas a ella), le obsequiaba a Hannibal Pemberton la máquina de escribir que conservaba ya que él le gustaba eso de escribir historias fantásticas, le daba a Marina Osborn la vieja moto italiana que estaba en el garaje una vez que ella se recuperara de la lesión y por ultimo; me dejaba dos cartas; una de mi padre y una de él mismo.

—…por lo tanto, el notario será el responsable del dinero y de tus mensualidades y te hará un informe mensual del dinero que hay invertido en el banco —finalizó el sr. Mowbray.

No había notado que estaba llorando mientras acariciaba a Shukaku que se había subido a mi regazo y maullaba. Quería gritarle a él porque tenía que cuidarlo aunque no quisiera, pero solo porque me recordaría eternamente a él y a la vez quería abrazarlo para sentir su presencia.

Tomé las cartas que se me ofrecían, no podía decir nada más que unas simples gracias, todo lo que se me ofrecía de mi padre era una carta escrita con su puño y letra. Tuve miedo de lo que pudiera decir en ella. Parecía ser muy vieja, estaba doblada y sellada pero el papel ya estaba oscurecida por el tiempo y la otra era de hace pocos meses y podía ver en la inscripción las letras del abuelo.

¿Cuál debía leer primero? La respuesta me la dio el sr. Mowbray como si hubiera adivinado mis pensamientos.

—Lea primero el de su padre. Esas fueron las instrucciones.

—Gracias —repetí.

—Bien, eso es todo, estuvo delicioso el café, joven Lowell —le dijo a Cam mientras se levantaba del sofá—. Fue un gusto saludarla, señorita Walker, nos vemos dentro de un mes.

—El gusto fue mío y gracias.

—Lo acompaño a la puerta —se ofreció Cameron.

Me quedé quieta mientras se cerraba la puerta, Nery miraba por la ventana, no dijeron nada y así se hizo el silencio, me mordí los labios por lo doloroso que resultaba ver la única cosa que el abuelo había dejado para mí hasta que éstas me sangraron.

—Hey, te haces daño —dijo Nery poniéndome una mano en el hombro.

—Es que todo esto es…

—Todo esto es… wow… —replicó inflando la boca y sus manos haciendo un gesto se explosión a su cabeza y tenía razón.

—Muchas impresiones en un solo día, anda, vamos a desayunar —Cam me ofrecía su mano y sabía que era solo para hacerme olvidar, lo cual no resolvía nada con un desayuno.

—No tengo hambre.

—No dejaré que te deprimas y te desnutras. Mírate, eres un costal de huesos.

—Pero, un costal de huesos sexy —añadió Nery intentando siempre de sacarme una sonrisa.

—Chicos, en serio, no tengo ganas de nada. Desayunen ustedes, tengo que leer unas cartas —objeté soltando a Shu.

—No. Primero el desayuno antes que nada ¿quieres desmayarte si llegas a enterarte de horribles cosas o lo que sea que digan esas sospechosas cartas? No, y todavía falta por resolver los enigmas de la primera carta que recibiste.

—Por eso mismo —repuse—. ¿Qué tal si en estas cartas encuentro una explicación a la primera?

—Quizá tengas razón, pero necesitas desayunar. Venga, no me hagas levantarte y amarrarte a la silla. Porque te juro que lo haré. Y, si no abres la boca, estoy tentado a alimentarte por sonda. Le prometí al viejo Johnny que cuidaría de ti como si fuera el viejo Cameron.

—Yo quiero comida del viejo Cameron. Anda Lisa, no hagas enfadar al espíritu del abuelo. No creo que a él le guste verte así.

No tuve palabras para replicar.

—Y queremos una explicación con detalles de ese extraño tatuaje que tienes en el dorso de tu mano —exigió Cam señalando mi mano derecha, yéndose a la cocina.

Observé el extraño tatuaje.

Suspiré y acepté comer de mala gana lo que había cocinado y además de que no quería tener una sonda dentro de mi garganta, ya era casi medio día, y como él era vegetariano, había preparado sopa de lentejas, Nery comía todo lo que se le pusiera en frente y la única condición era que se llamara “comida” y aun consumiendo de todo, mantenía su bajo peso.

Pero la comida que tenía en frente sabía a papel, sabía a las cartas que estaban en la mesa y tenía miedo de saber lo que decían. Pero quería saber.

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