La Orden Negra

—Tu abuelo te consentía bien —dijo Demian cuando le mostré los discos y mi repertorio de música que tenía en mi iPod.

Ellos hacían que me sintiera bien y supe por qué; Demian podía influir en los estados de ánimo, él había hecho algo cuando me vio salir nuevamente con un terrible aspecto aun después del baño.

—Lo hacía —respondí acariciando a Shukaku con una mano (mientras sostenía el libro que leía con la otra) él me había dado el espanto de mi vida.

Mi enorme felino blanco no estaba y me puse histérica cuando noté que me hacía falta antes de subir al auto. Estuvimos buscándolo por una hora hasta que éste decidió aparecer con sangre en el hocico, completamente satisfecho. Los felinos y los humanos se parecían en algo, y es que a ambos les divertía jugar con su víctima y matarlos por puro placer, o al menos eso es lo que pensaba, pues Shu gustaba de matar pequeñas aves y quizá comerlas o simplemente abandonarlas para que los gusanos nacieran del cadáver.

Y ju
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