Helena se debatía entre la felicidad y la infelicidad. De día parecía una mujer distinta, sonreía a cada instante y visitaba tiendas para bebés, sin embargo, en las noches, el alcohol se había vuelto su único amigo y los empleados se habían acostumbrado a encontrarla inconsciente en el frío piso de su habitación. Henrick había sido informado sobre esta situación, por lo que se había presentado en la mansión con la única intención de comprobar con sus propios ojos que Helena había caído en el vicio del alcoholismo. —Suelta eso—ordenó cuando entró en la recámara y atrapó a su esposa a punto de comenzar con su jornada de embriaguez. La mujer se quedó paralizada ante su potente voz y luego negó con altanería, sin deshacerse del vaso de whisky que sostenía en su mano derecha. —No tienes ningún derecho a darme órdenes—la voz de Helena se alzó como en muy pocas ocasiones ocurría. —Sabes muy bien que eso no es cierto—la contradijo el hombre con superioridad. Era normal para él, sentirs
Helena no dejaba de observar las revistas que se encontraban esparcidas sobre la cama. Había ordenado a su asistente que vaciara todos los puestos de prensa que encontrará. Su foto y la foto de su amargado esposo, tenía más de un mes circulando en los principales tabloides. La más reciente noticia se trataba de la cena que habían protagonizado la noche anterior, en un lujoso restaurante. En las fotografías podía verse una pareja radiante que evidenciaba amor y atención, la cual fue captada de imprevisto, aunque, Helena sabía que aquello no había sido del todo improvisado. Henrick había pagado a un fotógrafo profesional para que hiciese aquellas tomas y luego se había encargado de distribuirlas en el medio como algo meramente casual. A pesar de conocer estos detalles, Helena no podía evitar sentir una pizca de emoción, ya que después de todo, era de ella, de quien hablaban esas revistas y le gustaba ser la protagonista de aquel cuento de hadas, aunque fuese simplemente algo ficticio
Eloísa no podía dejar de maldecir su mala suerte. «¿Cómo fue que terminó viniendo a este lugar?», se preguntó al detallar en el enorme edificio. La verdad era que no quería estar en ese sitio, se sentía ajena, completamente fuera de lugar. —Sube la mirada—la regaño su hermana al darse cuenta de que caminaba cabizbaja. La joven asintió ante la solicitud de la mayor, aunque en el fondo de su ser albergaba un único pensamiento: "Quiero irme" —Infórmale que estoy aquí—el tono de voz que Helena utilizó fue bastante amargo. En ese momento, Eloísa se percató de que algo extraño sucedía, las dos mujeres, frente a ella, se veían fijamente con mucho desagrado. —¿Acaso no me has escuchado?—y la tensión se incrementó tras aquella pregunta que evidenciaba un tono bastante amenazante. —Por supuesto, acompáñenme—la secretaria se levantó elegantemente de su puesto y se dispuso a dirigirlas a la oficina de su jefe.Emma tocó la puerta con cautela y dijo en un tono burlesco: —Señor, su esposa h
—¡Ya basta, Helena!—aquella orden tomó desprevenida a la mujer, quien no podía creer que la estuviese desautorizando frente a su amante. —¿Qué dices? Pero si…—Vete de aquí, Emma—ordenó Henrick antes de enfocarse únicamente en su alterada esposa. Una vez la puerta de la oficina se cerró, los ojos grises de Henrick se clavaron en la mujer frente a él. —¿Qué pretendes?—la encaró con brusquedad una vez estuvieron a solas. Helena no pudo entender la razón de su pregunta, por lo que se quedó en silencio esperando que fuese un poco más específico. —¿Qué pretendes al traer a Eloísa a la empresa?—decidió el hombre ser más directo al hablar. —No estamos hablando de…—Fui bastante claro contigo, Helena—la cortó tajantemente, se veía realmente molesto—. No es conveniente que se muestren juntas. —Lo sé, pero es muy pronto para que se note su embarazo, nadie sospechara de que…—¡Basta, no pienso tolerar ni una tontería más de tu parte! —¿A qué te refieres? —A partir de hoy, tienes prohib
"Ya está en casa como ordenó" Eloísa regresó a la casa campestre en compañía de los hombres de Henrick, no volvió a mirar a su hermana en esa tarde, pero supuso que se había regresado por su propia cuenta. Por su parte, Henrick no podía dejar de observar la fotografía dónde se mostraba a la joven tan cómoda en los brazos de otro. Sabía que era tonto sentirse incómodo por algo como eso, pero, la realidad era que, la sensación que le transmitía esa simple imagen no era para nada grata. Él no sabía de qué se trataba, pero sea lo que sea, no quería sentirse de esa manera. Aun así, su pecho ardía de una forma que no podía comprender, era una sensación molesta que lo llenaba poco a poco, a medida que los malos pensamientos se incrementaban. Sus pensamientos lo llevaban a posibilidades que no quería se volviesen realidad, la primera de todas ellas, era la posibilidad de que Eloísa sintiera algo por ese hombre. ¿Amor, cariño o amistad? Sin importar el sentimiento, prefería que la joven
No supo con exactitud cuánto tiempo pasó, la realidad era que sus ojos no querían ser abiertos. La sensación de unos labios ajenos sobre su piel escalaba con cada segundo. El hombre besó su frente prolongadamente, para luego pasar a otras áreas de su cara. Cuando se percató no hubo espacio en su rostro que no hubiese sido besado. Era extraño. No percibía la lujuria o el desenfreno típico de aquel sujeto, sus besos parecían ser únicamente un gesto de completa devoción y afecto. De pronto, los ojos de la mujer se abrieron completamente, no pudo evitar sorprenderse ante la sensación de una mano tocando su bajo vientre. Eloísa abrió sus ojos, pero Henrick no la estaba viendo, seguía con su visión cerrada, mientras su mano acariciaba aquel lugar donde sus hijos se formaban. «¿De qué se trataba todo esto?», volvió a preguntarse, ahora mucho más confundida que antes. Tratando de regresar a la realidad, la joven intentó apartar su mano, provocando que los ojos del hombre la mirarán muy
Las preguntas no dejaban de circular en su mente, era mínima, pero la posibilidad estaba latente. La posibilidad de que este hombre, que la estaba besaba con tanta entrega, sintiese algo por ella.¿Se trataría de un simple encaprichamiento o tendría espacio la palabra "amor"?Eloísa no podía dejar de pensar en las razones ocultas, a medida que los labios masculinos reclamaban más de sí misma. Era pura necesidad lo que percibía, una necesidad que iba arrastrándola poco a poco, pero no, no caería, no le entregaría su corazón, aunque pretendiese reclamarlo de esa forma. «Úsalo a tu favor», volvió a susurrar aquella vocecita. Una vocecita que en esta oportunidad tenía razón, ya no se trataba solamente de ella, ahora había dos criaturas que debía proteger a toda costa. Luego de varios minutos, la joven miró aturdida como el hombre finalmente se separa de sus labios, al parecer por fin se había saciado, o eso fue lo que pensó, pero aparentemente se había equivocado. Tan pronto como aquel
Sin darse cuenta, las semanas se convirtieron en meses, para estas alturas Eloísa había alcanzado su cuarto mes de embarazo. La relación con Henrick había escalado desde aquella noche, en la que había decidido utilizar los sentimientos del hombre a su favor. Ese día, tenía uno de sus chequeos prenatales con la doctora Becker, un chequeo en el que esperaba conocer el sexo de sus bebés. A su lado, se encontraba Helena e incluso estaba presente Henrick. La joven se sentía incómoda ante aquella situación, eran contadas las veces en la que había visto a su hermana desde aquel día en la empresa, y peor aún, no sabía cómo mirarla luego de aquellos encuentros íntimos que había estado manteniendo con Henrick. No solamente mantenían relaciones sexuales, sino que el hombre se había vuelto mucho más amoroso. Religiosamente, se presentaba cada noche y se quedaba a dormir, la abrazaba mientras estaban en el lecho y acariciaba su vientre, bajo las sábanas. "Buenas noches, bebés", "Pórtense bien