Confesión

No supo con exactitud cuánto tiempo pasó, la realidad era que sus ojos no querían ser abiertos. La sensación de unos labios ajenos sobre su piel escalaba con cada segundo.

El hombre besó su frente prolongadamente, para luego pasar a otras áreas de su cara. Cuando se percató no hubo espacio en su rostro que no hubiese sido besado.

Era extraño.

No percibía la lujuria o el desenfreno típico de aquel sujeto, sus besos parecían ser únicamente un gesto de completa devoción y afecto.

De pronto, los ojos de la mujer se abrieron completamente, no pudo evitar sorprenderse ante la sensación de una mano tocando su bajo vientre.

Eloísa abrió sus ojos, pero Henrick no la estaba viendo, seguía con su visión cerrada, mientras su mano acariciaba aquel lugar donde sus hijos se formaban.

«¿De qué se trataba todo esto?», volvió a preguntarse, ahora mucho más confundida que antes.

Tratando de regresar a la realidad, la joven intentó apartar su mano, provocando que los ojos del hombre la mirarán muy
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