Con mucho dolor en su corazón, Eloísa tuvo que aceptar que debía irse, aun cuando el destino de su hermana fuese completamente incierto. De esa forma, la joven mujer se alistó esa mañana para llevar a cabo la penúltima fase de su plan de escape. Con la excusa de necesitar nuevas vestimentas porque las que tenía le empezaban a quedar demasiado ajustadas, Eloísa se encontraba en el centro comercial recorriendo tiendas sin un verdadero interés de comprar absolutamente nada. Como ya se había vuelto costumbre, no se encontraba sola. Uno de sus vigilantes estaba justo a su lado, mientras simulaba evaluar algunas prendas y, el otro, esperaba afuera, completamente alerta de su entorno. En ese día las cosas iban a llevarse a un punto mucho más extremo. No había un plan en sí, y no tenía ni la menor idea de cómo iba a lograrlo, pero necesitaba escabullirse de sus guardaespaldas y hablar con Christopher. La muchacha entró al probador y aprovecho para enviar un corto mensaje. Christopher est
Eloísa sintió que el mundo se paralizaba a su alrededor, de pronto era como si toda esa situación la superará por completo. —Llévensela—ordenó Henrick con un tono de voz que le envió escalofríos por toda su columna vertebral. «No puede ser, eso no podía estar pasando», se repitió renuente a procesar lo que estaba ocurriendo.Christopher notó su parálisis y la amenaza implícita en aquella simple palabra, por lo que adoptó de inmediato una actitud defensiva y se adelantó para dejar a la mujer detrás de él. Henrick frunció el ceño al ver lo que hacía y apretó los puños sintiendo la ira recorrer todo su sistema. A él también le costaba procesarlo. Cuando su asistente Arno le informó que había encontrado registro de sospechosas llamadas por parte de Eloísa, no pudo hacer más que dudar de lo que el hombre le decía. En su mente no había cabida para una traición, no cuando la joven mujer se mostraba tan cómoda entre sus brazos en los últimos meses, no cuando Eloísa había empezado a hablarl
Lloró durante horas sin saber realmente qué sucedería, el temor por el destino de su amigo seguía latente. «¿Qué pasaría con Christopher?», se preguntó Eloísa una vez más, mientras las lágrimas se escurrían. —¡Por favor, abran!—siguió gritando a cualquiera que pudiese escucharla, sin embargo, nadie se compadecía. De esa forma, la mujer se fue sintiendo cada vez más debilitada, sus piernas se doblaron hasta tocar el suelo, mientras sentía un ligero mareo. Eloísa tocó su vientre y sintió una punzada que no supo identificar de dónde provenía y, de pronto, la mujer gritó, pero esta vez de agonía, un profundo dolor la atravesaba. Todo se volvió negro para ella, cuando al bajar su mirada observó entre sus piernas un líquido escarlata que descendía hasta llegar a sus tobillos, aquello se trataba de sangre.—¡No, mis bebés!—¿Señorita, qué pasa? Una de las empleadas, quien se mantenía atenta, pero sin involucrarse, abrió la puerta de inmediato ante el cambio de situación. Lo que encontró
Era medianoche cuando Eloísa despertó luego de haber sufrido los efectos de aquel calmante. La mujer miró a su alrededor buscando ubicarse sin recordar muy bien lo que había sucedido, sentía un fuerte dolor de cabeza que atravesaba sus sienes. De esa manera, pasaron los segundos uno a uno, hasta que pudo identificar una silueta. En la habitación donde permanecía, un hombre se mostraba cercano a la ventana, la cual daba al estacionamiento de aquel centro hospitalario. Ese hombre era Henrick. Eloísa sintió que los latidos de su corazón aumentaban a la vez que los recuerdos la embargaban de forma precipitada. Recordó a Christopher y todo lo que había sucedido, recordó que se había desmayado y que luego la doctora Becker le había dicho que no había podido dar con el paradero aquel hombre, el cual ahora se mostraba en la habitación como si nada hubiese pasado. Henrick, como si fuera sentido el peso de aquella mirada sobre su espalda, se giró para darle frente a la mujer que esperaba re
—¡Son preciosos! Helena extendió los brazos queriendo cargarlos, mientras Eloísa apretaba protectoramente a los pequeños contra su pecho. Se trataba de su hermana, la persona que quería sostener a los gemelos, sin embargo, un sentimiento de resguardo le instaba a no dárselos. Fueron varios segundos los que permanecieron así. Helena ladeó la cabeza sin entender la razón por la cual no se los daba, mientras Eloísa pensaba en una excusa para darle a su hermana y que desistiera de la idea de quitarle a sus pequeños. «Es tarde», susurró una vocecita en su alterada mente. Y vaya que lo era, ya no había marcha atrás, con todo el dolor de su alma debía entregar a sus hijos en manos de Helena y Henrick. Eloísa asintió e invitó a su hermana a acercarse. Con mucho cuidado Helena cargo al primero de los bebés, se trataba de Aarón, mientras halaga lo bello que había resultado. —Oh, es idéntico a Henrick—susurró la mujer, mirando al niño con devoción. La joven nuevamente asintió dándole la r
—¿Ya terminó la revisión?—preguntó Helena a la enfermera al día siguiente. —No, señora. Creo que demorará un poco más—contestó la trabajadora de salud, de forma nerviosa. —¿Pero cuánto? Ya han pasado muchas horas, ¿no le parece? —Disculpe, pero simplemente soy una enfermera, no está en mis manos decidir el tiempo de las revisiones.El señor Henrick le había dicho que contestará aquello en caso de que su esposa preguntara, por lo que tenía la respuesta previamente preparada, pero había algo con respecto a esta señora que la hacía sentir ansiosa. —¡En ese caso, exijo hablar con el director del hospital!Helena podía intuir que algo no estaba del todo bien, sus hijos no deberían estar alejados de ella, se suponía que tenía que darles pecho. —Le pediré a una de mis compañeras que lo busque—la enfermera decidió seguirle el juego. No sabía qué estaba sucediendo, pero era evidente que dos mujeres compartían los mismos hijos. Porque entonces, ¿cómo se explicaba que en otra habitación ha
—Asegúrense de que no se acerque nadie a la propiedad—ordenó Henrick a sus hombres, cuando llegaron a la casa campestre. Eloísa miró al par de guardaespaldas asentir diligentemente, mientras se apresuraban a montar guardia en compañía de otros más. —¿Ya me dirás qué sucede?—No hay nada de que preocuparse, Eloísa. Tranquila. —¿Dices que no hay de qué preocuparse, pero actúas como si se avecinara una guerra? Por favor, necesito saber que es lo que me estás ocultando.—Hay algunos rumores rondando por las redes. Al parecer se filtró algo de información. La joven palideció. —¿Rumores? ¿Qué clase de rumores?Henrick suspiró, cansado. Lo cierto era que las cosas se estaban saliendo un poco de control. —Se dice que tú y yo tenemos una relación.Eloísa abrió muy grandes sus ojos, imaginando lo problemático que sería si aquello llegaba a los oídos de Helena. —¿Tú y yo? ¿Pero cómo es que saben de mi existencia?—No lo sé. Pero se está hablando mucho sobre la misteriosa hermana de Helena
Eloísa estaba acabando de acostar a sus hijos cuando Henrick entró en la habitación. Un temblor se manifestó en el cuerpo de la joven al divisar la alta figura del hombre. Por un momento temió que viniese con la intención de llevarse a sus pequeños, pero al transcurrir de los segundos, se dio cuenta de que ese no era su objetivo. —Helena—murmuró Eloísa el nombre de su hermana mayor—. ¿Ella está bien?—indagó con preocupación. Habían pasado poco más de dos semanas y no había tenido noticias de su hermana. De hecho, aquella era la primera vez que veía a Henrick en muchos días. Era por eso, que su temor era mayor, temía que fuese el momento definitivo de separarse de sus hijos. —Ella…Henrick inició la frase, pero no la terminó. Aquello hizo que la preocupación de Eloísa aumentará. —¿Qué ocurre con Helena? —Helena no está bien. Eloísa tragó saliva, ya lo suponía. —¿En qué sentido? ¿Dime dónde está? Quiero verla—solicitó con vehemencia. —No es una buena idea. Ella cree que realment