—¡Son preciosos! Helena extendió los brazos queriendo cargarlos, mientras Eloísa apretaba protectoramente a los pequeños contra su pecho. Se trataba de su hermana, la persona que quería sostener a los gemelos, sin embargo, un sentimiento de resguardo le instaba a no dárselos. Fueron varios segundos los que permanecieron así. Helena ladeó la cabeza sin entender la razón por la cual no se los daba, mientras Eloísa pensaba en una excusa para darle a su hermana y que desistiera de la idea de quitarle a sus pequeños. «Es tarde», susurró una vocecita en su alterada mente. Y vaya que lo era, ya no había marcha atrás, con todo el dolor de su alma debía entregar a sus hijos en manos de Helena y Henrick. Eloísa asintió e invitó a su hermana a acercarse. Con mucho cuidado Helena cargo al primero de los bebés, se trataba de Aarón, mientras halaga lo bello que había resultado. —Oh, es idéntico a Henrick—susurró la mujer, mirando al niño con devoción. La joven nuevamente asintió dándole la r
—¿Ya terminó la revisión?—preguntó Helena a la enfermera al día siguiente. —No, señora. Creo que demorará un poco más—contestó la trabajadora de salud, de forma nerviosa. —¿Pero cuánto? Ya han pasado muchas horas, ¿no le parece? —Disculpe, pero simplemente soy una enfermera, no está en mis manos decidir el tiempo de las revisiones.El señor Henrick le había dicho que contestará aquello en caso de que su esposa preguntara, por lo que tenía la respuesta previamente preparada, pero había algo con respecto a esta señora que la hacía sentir ansiosa. —¡En ese caso, exijo hablar con el director del hospital!Helena podía intuir que algo no estaba del todo bien, sus hijos no deberían estar alejados de ella, se suponía que tenía que darles pecho. —Le pediré a una de mis compañeras que lo busque—la enfermera decidió seguirle el juego. No sabía qué estaba sucediendo, pero era evidente que dos mujeres compartían los mismos hijos. Porque entonces, ¿cómo se explicaba que en otra habitación ha
—Asegúrense de que no se acerque nadie a la propiedad—ordenó Henrick a sus hombres, cuando llegaron a la casa campestre. Eloísa miró al par de guardaespaldas asentir diligentemente, mientras se apresuraban a montar guardia en compañía de otros más. —¿Ya me dirás qué sucede?—No hay nada de que preocuparse, Eloísa. Tranquila. —¿Dices que no hay de qué preocuparse, pero actúas como si se avecinara una guerra? Por favor, necesito saber que es lo que me estás ocultando.—Hay algunos rumores rondando por las redes. Al parecer se filtró algo de información. La joven palideció. —¿Rumores? ¿Qué clase de rumores?Henrick suspiró, cansado. Lo cierto era que las cosas se estaban saliendo un poco de control. —Se dice que tú y yo tenemos una relación.Eloísa abrió muy grandes sus ojos, imaginando lo problemático que sería si aquello llegaba a los oídos de Helena. —¿Tú y yo? ¿Pero cómo es que saben de mi existencia?—No lo sé. Pero se está hablando mucho sobre la misteriosa hermana de Helena
Eloísa estaba acabando de acostar a sus hijos cuando Henrick entró en la habitación. Un temblor se manifestó en el cuerpo de la joven al divisar la alta figura del hombre. Por un momento temió que viniese con la intención de llevarse a sus pequeños, pero al transcurrir de los segundos, se dio cuenta de que ese no era su objetivo. —Helena—murmuró Eloísa el nombre de su hermana mayor—. ¿Ella está bien?—indagó con preocupación. Habían pasado poco más de dos semanas y no había tenido noticias de su hermana. De hecho, aquella era la primera vez que veía a Henrick en muchos días. Era por eso, que su temor era mayor, temía que fuese el momento definitivo de separarse de sus hijos. —Ella…Henrick inició la frase, pero no la terminó. Aquello hizo que la preocupación de Eloísa aumentará. —¿Qué ocurre con Helena? —Helena no está bien. Eloísa tragó saliva, ya lo suponía. —¿En qué sentido? ¿Dime dónde está? Quiero verla—solicitó con vehemencia. —No es una buena idea. Ella cree que realment
—Entonces es verdad—dijo Helena, mientras apuntaba con un arma en la dirección de ambos. Henrick y Eloísa se separaron de inmediato para observar a la mujer que acababa de irrumpir en la habitación. El corazón de la más joven latió con fuerza, mientras observaba la furia destilar de los orbes de su hermana. —Baja el arma—ordenó el hombre a su esposa. Helena negó insistentemente, como si su cabeza aún tratara de procesar lo que pasaba; pero claramente renuente a obedecerle. —Tú no me das órdenes. Ya no—era como si finalmente la mujer pudiese liberarse del yugo de su actual matrimonio. De aquel matrimonio que había sido el peor error de su vida y del cual recién se daba cuenta. En vista de que Helena no pretendía bajar el arma, Henrick intentó acercarse para arrebatársela. —¡No te muevas!—gritó la mujer, desafiante. Henrick supo en ese momento que Helena realmente deseaba dispararle. —Helena, no hagas algo de lo cual te arrepientas—intentó hacerla entrar en razón. —Créeme ya es
No podía decir que todo había sido tristeza y dolor, tampoco podía decir que había sido feliz. Lo cierto era que, su vida, al lado de ese hombre, había sido compleja.Lo había querido, sí. Seguía queriéndolo, sí. Pero sabía que Henrick Collen no se merecía su amor, y también sabía que no era correspondida. "Esto no es un matrimonio de verdad, Helena. No sé qué te hizo creer que lo era"Nunca había perdido oportunidad de recordárselo, nunca había perdido oportunidad de decirle que no la amaba. Entonces, ¿por qué se engañó a sí misma durante tanto tiempo? Henrick era un infeliz, pero siempre le había dejado las cosas claras. Había sido ella, quien en su ingenuidad, había creído que aquello podía llegar a ser cambiado, que podía lograr que ese hombre la quisiera. En ese proceso, perdió su dignidad y también su cordura, perdió todo por un hombre que no movía ni un solo dedo por ella, porque a él simplemente no le interesaba. Era por eso, que presenciar aquella escena, dónde su herma
—¡Mamá, mamá! —¿Qué sucede, mi pequeño?—¿Es cierto que mañana es nuestro cumpleaños?—preguntó el pequeño Aarón con curiosidad. —Oh, sí, mi cielo. Mañana cumplen cuatro añitos—contestó Eloísa acariciando las mejillas de sus hijos. —Mamá, pero…—¿Qué pasa?Los dos niños guardaron silencio y se miraron entre ellos con complicidad. —Quisiéramos pedirte un regalo especial—comentó el pequeño Dylan, procediendo a mirar a su hermano. —¿Un regalo especial?—se interesó Eloísa. La mujer ya tenía todo planificado para ese día. Como todos los años haría una pequeña celebración en honor a sus hijos, invitaría a algunos de sus amigos y luego picarían el pastel que ya había encargado. —En la escuela dicen que no tenemos papá—confesó Aarón aquello que les aquejaba y que tenían tiempo guardando. Eloísa abrió muy grande sus ojos al escucharlo, la opresión en su pecho no se hizo esperar. —Los niños se burlan de nosotros—continuó diciendo Dylan, parte de lo que vivían día a día. —Mamá, queremos
Su hermana tenía cinco años de casada, exactamente, la misma cantidad de tiempo en que no le veía la cara.—Me voy a casar, Isa—anunció un día, llamándola por el diminutivo que siempre utilizaba.—¿Casarte? Pero ni siquiera sabía que tenías novio—no pudo evitar sorprenderse, ¿de cuándo acá su hermana andaba de amores?—Lo sé, es un poco inesperado, pero ya está decidido.—¿Y cómo es que tomas una decisión tan importante de la nada?Helena era la mayor, pero en ocasiones solía comportarse como una chiquilla enamoradiza. Sus pensamientos eran incomprendido, o, al menos, Eloísa no lograba seguir el hilo de aquellos irracionales sueños que se trazaba.—Lo conocí en el hotel. Mientras acomodaba su habitación, él entró, nos miramos, fue amor a primera vista.—¡Por Dios, Helena, estás loca!—Regresa esta semana a su país, Isa. Y, me pidió que me fuera con él, ¿puedes creerlo?La menor negó repetidamente, sin poder creerse todas las locuras que su hermana estaba diciendo. Claro, aquella no er