Eloísa estaba acabando de acostar a sus hijos cuando Henrick entró en la habitación. Un temblor se manifestó en el cuerpo de la joven al divisar la alta figura del hombre. Por un momento temió que viniese con la intención de llevarse a sus pequeños, pero al transcurrir de los segundos, se dio cuenta de que ese no era su objetivo. —Helena—murmuró Eloísa el nombre de su hermana mayor—. ¿Ella está bien?—indagó con preocupación. Habían pasado poco más de dos semanas y no había tenido noticias de su hermana. De hecho, aquella era la primera vez que veía a Henrick en muchos días. Era por eso, que su temor era mayor, temía que fuese el momento definitivo de separarse de sus hijos. —Ella…Henrick inició la frase, pero no la terminó. Aquello hizo que la preocupación de Eloísa aumentará. —¿Qué ocurre con Helena? —Helena no está bien. Eloísa tragó saliva, ya lo suponía. —¿En qué sentido? ¿Dime dónde está? Quiero verla—solicitó con vehemencia. —No es una buena idea. Ella cree que realment
—Entonces es verdad—dijo Helena, mientras apuntaba con un arma en la dirección de ambos. Henrick y Eloísa se separaron de inmediato para observar a la mujer que acababa de irrumpir en la habitación. El corazón de la más joven latió con fuerza, mientras observaba la furia destilar de los orbes de su hermana. —Baja el arma—ordenó el hombre a su esposa. Helena negó insistentemente, como si su cabeza aún tratara de procesar lo que pasaba; pero claramente renuente a obedecerle. —Tú no me das órdenes. Ya no—era como si finalmente la mujer pudiese liberarse del yugo de su actual matrimonio. De aquel matrimonio que había sido el peor error de su vida y del cual recién se daba cuenta. En vista de que Helena no pretendía bajar el arma, Henrick intentó acercarse para arrebatársela. —¡No te muevas!—gritó la mujer, desafiante. Henrick supo en ese momento que Helena realmente deseaba dispararle. —Helena, no hagas algo de lo cual te arrepientas—intentó hacerla entrar en razón. —Créeme ya es
No podía decir que todo había sido tristeza y dolor, tampoco podía decir que había sido feliz. Lo cierto era que, su vida, al lado de ese hombre, había sido compleja.Lo había querido, sí. Seguía queriéndolo, sí. Pero sabía que Henrick Collen no se merecía su amor, y también sabía que no era correspondida. "Esto no es un matrimonio de verdad, Helena. No sé qué te hizo creer que lo era"Nunca había perdido oportunidad de recordárselo, nunca había perdido oportunidad de decirle que no la amaba. Entonces, ¿por qué se engañó a sí misma durante tanto tiempo? Henrick era un infeliz, pero siempre le había dejado las cosas claras. Había sido ella, quien en su ingenuidad, había creído que aquello podía llegar a ser cambiado, que podía lograr que ese hombre la quisiera. En ese proceso, perdió su dignidad y también su cordura, perdió todo por un hombre que no movía ni un solo dedo por ella, porque a él simplemente no le interesaba. Era por eso, que presenciar aquella escena, dónde su herma
—¡Mamá, mamá! —¿Qué sucede, mi pequeño?—¿Es cierto que mañana es nuestro cumpleaños?—preguntó el pequeño Aarón con curiosidad. —Oh, sí, mi cielo. Mañana cumplen cuatro añitos—contestó Eloísa acariciando las mejillas de sus hijos. —Mamá, pero…—¿Qué pasa?Los dos niños guardaron silencio y se miraron entre ellos con complicidad. —Quisiéramos pedirte un regalo especial—comentó el pequeño Dylan, procediendo a mirar a su hermano. —¿Un regalo especial?—se interesó Eloísa. La mujer ya tenía todo planificado para ese día. Como todos los años haría una pequeña celebración en honor a sus hijos, invitaría a algunos de sus amigos y luego picarían el pastel que ya había encargado. —En la escuela dicen que no tenemos papá—confesó Aarón aquello que les aquejaba y que tenían tiempo guardando. Eloísa abrió muy grande sus ojos al escucharlo, la opresión en su pecho no se hizo esperar. —Los niños se burlan de nosotros—continuó diciendo Dylan, parte de lo que vivían día a día. —Mamá, queremos
Su hermana tenía cinco años de casada, exactamente, la misma cantidad de tiempo en que no le veía la cara.—Me voy a casar, Isa—anunció un día, llamándola por el diminutivo que siempre utilizaba.—¿Casarte? Pero ni siquiera sabía que tenías novio—no pudo evitar sorprenderse, ¿de cuándo acá su hermana andaba de amores?—Lo sé, es un poco inesperado, pero ya está decidido.—¿Y cómo es que tomas una decisión tan importante de la nada?Helena era la mayor, pero en ocasiones solía comportarse como una chiquilla enamoradiza. Sus pensamientos eran incomprendido, o, al menos, Eloísa no lograba seguir el hilo de aquellos irracionales sueños que se trazaba.—Lo conocí en el hotel. Mientras acomodaba su habitación, él entró, nos miramos, fue amor a primera vista.—¡Por Dios, Helena, estás loca!—Regresa esta semana a su país, Isa. Y, me pidió que me fuera con él, ¿puedes creerlo?La menor negó repetidamente, sin poder creerse todas las locuras que su hermana estaba diciendo. Claro, aquella no er
—Al parecer está viéndose con su secretaria, señora—informó su asistente personal.Martina llevaba trabajando para ella desde que puso un pie en esa casa.—¿Estás segura?—Sí, señora. Los han visto salir juntos a altas horas de la noche. Además, según los comentarios de otros trabajadores, se encierran por largas horas en la oficina del señor Collen.Helena asintió, mientras se dirigía a pasos lentos hacia el ventanal. Necesitaba un poco de aire fresco, sentía que se ahogaba.—Está bien, Martina. Has sido de mucha ayuda, gracias—pidió a la mujer retirarse.Aquello no era algo nuevo, desde luego que era consciente de todas las infidelidades de su esposo, pero al parecer saberlo, no aminoraba el dolor que aquello le causaba siempre.«¿Qué estás haciendo, Helena? ¿Por qué sigues ahí?», la voz de su consciencia salió a relucir y, era tan parecida a la voz de su pequeña hermana.—Isa, debí escucharte cuando me dijiste que esto era una locura. Nunca debí casarme con él.Las lágrimas de Hele
—¡Guao, es enorme!—se maravilló Eloísa de la mansión en la que vivía su hermana. —Sí, es una casa muy grande—reconoció Helena con cierto toque melancólico. El lugar era tan grande, que se sentía completamente sola la mayoría del tiempo. —¿Casa? Yo más bien diría mansión. Helena sonrió ante el comentario de su hermana, tenía tanto tiempo sin verla que cualquier palabra que saliese de su boca era suficiente para provocar en ella una sensación de plenitud. —Sí, supongo que tienes razón. —¿Y tu esposo?—interrogo Eloísa deteniéndose para mirar a su hermana. —Él… está en un viaje de negocio—mintió la mayor. —Oh. Eloísa pareció creerse la mentira, mientras seguía caminando como una niña curiosa, que admiraba todo a su alrededor. Helena odiaba mentirle, pero no podía decirle que a su “esposo” le importaba muy poco su llegada y que, además, no tenía tiempo para recibir a su cuñada. Cualquier marido normal, la hubiese acompañado incluso al aeropuerto, pero aquel matrimonio de normal no
—Helena, ¿qué fue todo eso?Eloísa no podía procesar la escena que acababa de presenciar. Primero, el esposo de su hermana le era infiel y, segundo, Helena parecía tener una explicación para su actuar. ¿Qué significaba? ¿En qué clase de manicomio había ido a parar?—Eloísa, te lo explicaré en casa.—¡No, basta! ¡¿Dímelo ahora mismo?!—exigió completamente fuera de control.Estaban justo al frente de aquel restaurante. La menor no podía ocultar su turbación con relación a lo sucedido, mientras Helena parecía más interesada en guardar las apariencias.—Por favor, alguien puede escuchar—suplico su hermana.—¡Por Dios, Helena! ¿Quién eres? No logro reconocerte—la decepción en los ojos de Eloísa era evidente.No sabía qué había pasado en esos cinco años separadas, pero estaba claro que esa mujer no era su hermana, era una completa extraña, a la cual ya no quería seguir escuchando.Eloísa se subió al auto dando un portazo y Helena la siguió con más recato. Luego de que estuvieron en el inter