—¡Guao, es enorme!—se maravilló Eloísa de la mansión en la que vivía su hermana.
—Sí, es una casa muy grande—reconoció Helena con cierto toque melancólico. El lugar era tan grande, que se sentía completamente sola la mayoría del tiempo.
—¿Casa? Yo más bien diría mansión.
Helena sonrió ante el comentario de su hermana, tenía tanto tiempo sin verla que cualquier palabra que saliese de su boca era suficiente para provocar en ella una sensación de plenitud.
—Sí, supongo que tienes razón.
—¿Y tu esposo?—interrogo Eloísa deteniéndose para mirar a su hermana.
—Él… está en un viaje de negocio—mintió la mayor.
—Oh.
Eloísa pareció creerse la mentira, mientras seguía caminando como una niña curiosa, que admiraba todo a su alrededor. Helena odiaba mentirle, pero no podía decirle que a su “esposo” le importaba muy poco su llegada y que, además, no tenía tiempo para recibir a su cuñada. Cualquier marido normal, la hubiese acompañado incluso al aeropuerto, pero aquel matrimonio de normal no tenía absolutamente nada.
Aun así, Helena sabía que no podía seguir con la excusa del viaje de negocios por mucho tiempo. Necesitaba ingeniárselas para que Henrick le colaborara y actuara como un esposo, así como ella siempre lo hacía cuando él lo necesitaba.
—Ven, te mostraré tu habitación.
Luego de compartir un par de horas de plática, Helena salió de la recámara de su hermana, dispuesta a llamar a su marido.
—Henrick, necesito tu ayuda, por favor—pidió a través de la llamada.
—¿Ahora qué quieres, Helena?—rugió el hombre demostrando su poca paciencia para con su esposa.
—¿Recuerdas lo que te comente la otra noche?
Henrick bufo.
—No tengo tiempo para recordar estupideces.
—¡Maldición, esto es importante, Henrick!—se exasperó la mujer ante la poca muestra de colaboración.
—Sea lo que sea, no me interesa—dicho aquello colgó el teléfono.
Helena maldijo en voz alta, sintiendo como una vena se abultaba en su frente. Ese hombre era un experto en hacerla enfurecer.
[…]
—¿Qué te parece? ¿Te gusta?
—Está hermoso, Helena, pero es demasiado.
—Tonterías, es perfecto.
Eloísa suspiró con el vestido en la mano, aquel era el quinto que su hermana escogía para ella. Ella no podía ni siquiera pensar en probárselo al ver aquellos precios tan exorbitantes colgando de las etiquetas, en su vida imagino poder usar un vestido como ese.
—Vamos, pruébatelos.
—Helena…
—Basta, es un pequeño presente. Créeme, esto no es nada para todo el dinero que tiene mi marido—le recordó.
Helena quería hacer un gasto enorme en las tarjetas de Henrick a manera de venganza por no querer ayudarla. Su hermana llevaba dos días que había llegado a Alemania y él seguía sin dar señales de su existencia. Lo odiaba tanto.
—Igual, no me parece.
—Anda, pruébatelo—insistió otra vez.
A regañadientes, Eloísa entro a un cubículo para probarse aquellas prendas. Mientras lo hacía no podía evitar pensar en lo extraña que se comportaba su hermana. Definitivamente, aquella no era la misma Helena que se había ido de Suiza una mañana.
—Te ves perfecta—la halagó su hermana al verla usando uno de los vestidos.
—¿Tú crees?
—Sí, quédatelo. Iremos a cenar a un restaurante que prepara una comida deliciosa, te encantara—le aseguro la mayor.
Las dos mujeres salieron de aquella tienda de ropa y se dirigieron al vehículo que las aguardaba. Eloísa se sentía incómoda ante aquellos gorilas que parecían siempre perseguir a su hermana, pero Helena ya le había explicado que su esposo los había contratado para mantener su seguridad. A todas estas, le seguía pareciendo sospechosa la actitud de Helena cada vez que le preguntaba por el hombre. Era evidente que se ponía nerviosa ante la simple mención de su nombre. ¿Sería su vida de casada tan feliz como aparentaba? Presentía que todo no era más que una fachada, una fachada muy bien elaborada.
—¿Tienen una reservación?
—Sí, Helena Collen.
La sola mención de su nombre basto para que aquella recepcionista la escaneara brevemente.
—Por supuesto, señora Collen, pero…
—Tengo entendido que hay un área exclusiva a nombre de mi esposo—le recordó. Ella nunca había ido a ese restaurante, pero sabía que su marido había adquirido una membresía exclusiva.
—Sí, así es…—murmuró la chica en voz muy baja, visiblemente intimidada.
Eloísa evaluó el comportamiento de su hermana, nunca la había visto actuar así de imponente. Ambas mujeres pasaron por el resto de los comensales y fueron dirigidas por unas escaleras, luego de unos minutos llegaron a un área igual de elegante pero carente de personas, o, al menos, esa fue la primera impresión que recibieron de aquel espacio. Sin embargo, justo al fondo había una pareja, aquella pareja llamo la atención de su hermana mayor, la cual se congeló viendo con los ojos muy abiertos hacia aquella mesa.
—¿Helena, qué pasa?—se preocupó Eloísa al verla.
Su hermana no contestó, por lo que no le quedó otra alternativa que tratar de entender qué era lo que pasaba. Los ojos miel de Eloísa enfocaron a la pareja, descubriendo algo que la dejo con la sangre helada. Ella no conocía al marido de su hermana, pero en esos años lo había visto un par de veces en algunas revistas, y aquel hombre, el que se besaba con aquella chica, tenía un enorme parecido con el esposo de Helena.
Eloísa estaba a punto de realizar la incómoda pregunta cuando pudo ver como de los ojos de su hermana se escurrían gruesas lágrimas, no fue necesario confirmar nada, todo estaba al alcance de su vista. No supo en qué momento sus pies se movieron a tal velocidad, pero en cuestión de segundos se encontraba al frente de aquella mesa.
—¡Maldito infeliz!
El hombre se separó de la mujer que besaba con tal intensidad, para mirarla con una furia que muy poco pudo disimular en sus ojos grises.
—¿Quién demonios…?
—Eloísa, vámonos, te lo puedo explicar—interrumpió la mayor el reclamo de su hermana.
—¿Pero de qué hablas? ¿Acaso no es este tu esposo?
Eloísa no entendía nada. ¿Cómo era que Helena podía actuar de una manera tan frívola?
—¡Sí, lo es!—explotó Helena, mirando con dolor al hombre que no se cansaba de traicionarla.
—¿Entonces?
—Te lo explicaré en la casa—intentó jalarla del brazo, para que se marcharan de ese lugar cuanto antes.
La castaña negó sin poder entender nada. Sus ojos mieles volvieron a encontrarse con los del hombre, aquel fue un duelo de miradas que duro por varios segundos, cada uno se transmitían el mismo odio…
—Helena, ¿qué fue todo eso?Eloísa no podía procesar la escena que acababa de presenciar. Primero, el esposo de su hermana le era infiel y, segundo, Helena parecía tener una explicación para su actuar. ¿Qué significaba? ¿En qué clase de manicomio había ido a parar?—Eloísa, te lo explicaré en casa.—¡No, basta! ¡¿Dímelo ahora mismo?!—exigió completamente fuera de control.Estaban justo al frente de aquel restaurante. La menor no podía ocultar su turbación con relación a lo sucedido, mientras Helena parecía más interesada en guardar las apariencias.—Por favor, alguien puede escuchar—suplico su hermana.—¡Por Dios, Helena! ¿Quién eres? No logro reconocerte—la decepción en los ojos de Eloísa era evidente.No sabía qué había pasado en esos cinco años separadas, pero estaba claro que esa mujer no era su hermana, era una completa extraña, a la cual ya no quería seguir escuchando.Eloísa se subió al auto dando un portazo y Helena la siguió con más recato. Luego de que estuvieron en el inter
—¿Te atreves a desafiarme?—la voz de Henrick se alzó de forma imponente, mientras daba un paso hacia ella. Eloísa se mantuvo en su lugar sin inmutarse. —¡Ya he tomado una decisión! ¡Helena regresará conmigo! —Eres muy ilusa si piensas que tus decisiones tienen algún tipo de importancia—se burló el hombre—. Helena es mi esposa y se quedará a mi lado, te guste o no. La castaña bufó, mostrándose indignada. —¿Ahora resulta que es su esposa? Esa no es la impresión que dio, mientras se devoraba a esa otra mujer en el restaurante. —Mi relación con tu hermana no es de tu incumbencia. Ciertamente, tenía razón en eso último. Pero estaba en su derecho de involucrarse sabiendo que su hermana no era feliz con toda esa situación. —Estoy al tanto de lo del contrato, sé que solamente la usa para aparentar, aunque no entiendo muy bien con qué fin—señaló—. Así que dígame, ¿por cuánto tiempo más piensa seguir con toda esta farsa? La mirada del hombre se oscureció tras ser revelada aquella inform
Tras aquella amenaza, Henrick abandonó la recámara de Helena, dejando detrás de sí a dos mujeres que se veían una a la otra, ligeramente asustadas. —Helena, tenemos que irnos de aquí cuánto antes—insistió Eloísa con aquella idea. —¡Basta, Isa!—alzó la voz Helena, sorprendiéndola—. Deja de involucrarte, ¿no entiendes que esto no es un juego?—le reclamó sintiéndose enfurecida. Su hermanita no tenía ni idea de dónde se estaba metiendo. —¿Y entonces qué quieres que haga?Eloísa no podía creer que su hermana se mostrará tan sumisa con aquel sujeto, pero con ella, era capaz de sacar las garras. —No quiero que hagas nada. Solamente no te involucres. —¡Claro que voy a involucrarme, eres mi hermana!—De haber sabido que ibas a causar tantos problemas, nunca te hubiese ayudado a comprar esos pasajes—soltó Helena de manera brusca el comentario. Aquellas palabras parecieron herir el corazón de Eloísa, quien tenía como única intención ayudar a su hermana a salir del infierno en el que vivía.
«Un hijo», aquella frase todavía hacía eco en su mente. «¿Cómo se le había ocurrido proponerle semejante cosa?», se preguntó Helena subiéndose al auto donde la aguardaba su chófer. Sin duda alguna, Henrick Collen acababa de perder completamente la cabeza. Era una locura desde todos los puntos de vista posibles. "¿Y quién dijo que será tuyo?"Helena soltó un bufido recordando su pregunta. Era un descarado, infiel, que abarcaba una lista inmensa de malos calificativos. No podía creer que existiese alguien tan cínico. "¡Estás demente!", le soltó en ese momento, sintiéndose completamente encolerizada. "Lo estoy, querida", reconoció con tono orgulloso. Y pensar que el día que lo conoció en aquel hotel se mostraba tan diferente. Luego de un exhaustivo intercambio de miradas, le dedicó una media sonrisa que le paralizó el alma. Era un hombre bello y sensual que la dejó enteramente cautivada. Después de ese encuentro, cada vez que se veían se mostraba tan atento y cordial, haciéndose p
—Esto es todo lo que encontré, señor—informó Arno entrando en la oficina de su jefe.La carpeta fue colocada sobre la mesa del escritorio de Henrick, quien luego de dedicarle una mirada indiferente, se animó a abrirla y descubrir su contenido. Ante sus ojos apareció un mar de información desconocida: récords académicos, y hasta un par de dibujos que habían sido seleccionados en un concurso escolar.La vida y obra de Eloísa Meier estaba resumida en esos documentos.Durante las siguientes horas, Henrick Collen se dedicó a conocer un poco más del pasado de su altanera cuñadita, sorprendiéndose con las buenas calificaciones que obtuvo durante toda su vida académica. A pesar de su precaria situación económica, logro hacerse de una beca y graduarse de la universidad con honores, y actualmente trabajaba en una escuela para niños especiales a las afuera de Berna. Su vida pintaba a ser sencilla y pintoresca.«Patética», pensó, pasando a la siguiente página del informe.Henrick se entretuvo más
“El señor dio la orden de que ninguna de las dos puede abandonar la propiedad”Helena sintió la desesperación latente al escuchar aquellas palabras. Era un panorama desalentador lo que presenciaba y ni siquiera tenía claro que era lo que quería su esposo, al involucrar a Eloísa en sus retorcidos planes.—Déjate de tonterías, Horacio. Acabo de darte una orden—trato de mostrarse firme ante su chofer.—Señora, le repito que…—Helena—el causante de toda su angustia, acababa de aparecer.Henrick llevaba las manos ocultas en sus bolsillos, en una pose bastante despreocupada.—¿A qué estás jugando?—lo enfrentó, mirándolo fieramente.El chofer se sintió incómodo ante la posible discusión que se armaría entre sus jefes, por lo que decidió retirarse y darles privacidad.—¿Acaso crees que mandarla de regreso a su país servirá de algo?—se burló Henrick.Helena se sintió completamente estúpida ante aquello. Claro, había olvidado que aquel hombre tenía conexiones en todas partes y no le sería nada
—¿Qué hacemos aquí?Eloísa miró con desconfianza el edificio en el que acababan de estacionarse.—Ya lo verás—se limitó a contestar Helena, bajándose del auto con expresión calmada.Luego de la inesperada propuesta de la noche anterior, Eloísa no confiaba en las decisiones de su hermana, por lo que todo este asunto de la salida le resultaba bastante sospechoso. Y vaya que no se equivocaba…—Señora Collen, es un gusto tenerla de vuelta por aquí—saludo una mujer regordeta, quien con suma amabilidad las hizo pasar por uno de los pasillos.A medida que se adentraban más y más en aquel sitio, Eloísa comenzaba a comprender de qué se trataba ese lugar.“Banco de esperma”, leyó en una de las puertas que acababan de dejar atrás.—Esto es…—Pasen, la doctora las está esperando—las palabras de Eloísa fueron interrumpidas por aquella mujer que acababa de indicarle que habían llegado a su destino.Al frente de sus ojos podía verse una placa que enunciaba de que se trataba la consulta a la que esta
Eloísa percibió como sus latidos aumentaban en tempo. La cercanía de Henrick, su mirada gris tan penetrante y esa sonrisa socarrona en sus labios, hacían de él una visión, que, por alguna razón, la dejaba hipnotizada.—Apártese—le dijo empujándolo.Se dirigió al otro extremo de la habitación tratando de serenarse, no podía demostrarle que su proximidad le afectaba de alguna manera. Además, había dicho algo de un “negocio”, necesitaba tener la mente en calma para enfrentarse a la locura de ese hombre.—No sé de qué está hablando, pero permítame aclararle un par de cosas: primero, no pienso hacer ningún tipo de negocio con usted y, segundo, ni crea que encerrarme aquí, en contra de mi voluntad, ayudara a que me doblegue ante sus exigencias. Así que, ahorrémonos tiempo y libéreme, si es que no quiere enfrentar las consecuencias legales de su atropello.—Me gusta—dijo el hombre mirándola con alguna extraña emoción bailando en sus orbes—, pero aunque me gusta, no puedo permitir que sigas h