Helena no podía dejar de pensar en el extraño comportamiento de su esposo. La manera de mirarla y sus palabras despectivas, parecían estar cargadas esta vez de algo más. «¿Qué ocultaba?», se preguntó la mujer, mientras se acomodaba en el abdomen uno de los almohadones de embarazo que había comprado en esa semana. La mujer acarició su vientre abultado, el cual simulaba perfectamente un embarazo de cuatro meses. Se suponía que ahora tenía que usarlo constantemente, y realmente, estaba disfrutando de hacerlo. No solamente había comprado un almohadón diferente para cada mes, sino que además, se había provisto de una gran variedad de ropas de maternidad y cosas para bebés. Los paparazzi la habían captado en varias ocasiones, mientras visitaba dichas tiendas y, solían hacer pequeños artículos referentes a esos encuentros. Helena estaba en el centro de la atención pública, se sentía como una celebridad, mientras muchas personas le otorgaban interés a cada una de sus acciones. Pero, aunq
Al día siguiente, Eloísa se encontraba lista para disfrutar de una tarde de cine. No tenía idea de cuál sería la película que vería y aquello era lo de menos, lo único que le interesaba era verse con Christopher y que los hombres de Henrick no se dieran cuenta de nada. De esa forma, se evaluaba en el espejo ansiosamente, mientras sentía un mal presentimiento que le instaba a no exponerse a ese encuentro, sin embargo, debía hacerlo, necesitaba de la ayuda del muchacho para poder irse definitivamente. Pero por más que intentaba convencerse de que estaba haciendo lo correcto, lo cierto era que no podía dejar de sentirse culpable, puesto que estaba exponiendo a una persona inocente a la furia de un hombre como Henrick. La joven observó detenidamente el teléfono sobre la cama y pensó en el riesgo de lo que estaba cometiendo. Christopher no se merecía pagar por su imprudencia. Pero justo cuando se disponía a escribirle un mensaje para cancelar el encuentro, su teléfono sonó anunciando q
—¿Cómo estuvo la película?—preguntó Henrick esa noche. La joven mujer, quien ya se encontraba en pijama, sintió una oleada de nervios que la atravesó a penas escucho la voz del hombre. —Estuvo muy entretenida—contestó con una voz suave, como si lo recordará perfectamente. La realidad era, que ella no había prestado la más mínima atención a lo que transmitían los proyectores. —¿Te divertiste?Henrick se acercó y la tomó por la cintura, presa ante aquellos brazos masculinos, la mujer susurró: —Sí, mucho. —Me alegra—el hombre besó seductoramente su cuello sin soltar su agarre alrededor de su cuerpo. Eloísa suspiró ante las sensaciones que le transmitían esos labios sobre su piel desnuda. —Yo te extrañé, ¿sabes? La mano que se encontraba en su cintura se desplazó hacia uno de sus senos. La mujer sintió el apretón y luego como masajeaba su pecho. —Y-yo también—jadeó en respuesta a esas sensaciones. En ese momento, Henrick la hizo girar para que sintiera su virilidad en su trasero
Eloísa tenía seis meses de embarazo para el momento en el que recibió la notificación de que su nueva identidad estaba lista. "Mañana en el centro comercial", le escribió Christopher aquel mensaje.Aquello era lo que tanto había estado esperado, su libertad estaba a tan solo un día de distancia. Sin embargo, no todo marchaba como se lo esperaba. De alguna manera, la idea de desaparecer para siempre había perdido todo entusiasmo. «¿Qué sería de su hermana?», se preguntó temerosa del destino de la misma. La última vez que la había visto había sido apenas hacía una semana. Helena no era la misma que conocía, aquella mujer que se presentó en su casa había perdido todo su brillo. Lo más preocupante de la situación de Helena, era que parecía haberse sumergido en un mundo ficticio. En esa visita, luego de tantos meses, no dejó de acariciar su vientre falso de embarazo. Lo peor de todo, es que parecía olvidar que lo que tenía en realidad no eran unos bebés, sino simples almohadones. —Po
Con mucho dolor en su corazón, Eloísa tuvo que aceptar que debía irse, aun cuando el destino de su hermana fuese completamente incierto. De esa forma, la joven mujer se alistó esa mañana para llevar a cabo la penúltima fase de su plan de escape. Con la excusa de necesitar nuevas vestimentas porque las que tenía le empezaban a quedar demasiado ajustadas, Eloísa se encontraba en el centro comercial recorriendo tiendas sin un verdadero interés de comprar absolutamente nada. Como ya se había vuelto costumbre, no se encontraba sola. Uno de sus vigilantes estaba justo a su lado, mientras simulaba evaluar algunas prendas y, el otro, esperaba afuera, completamente alerta de su entorno. En ese día las cosas iban a llevarse a un punto mucho más extremo. No había un plan en sí, y no tenía ni la menor idea de cómo iba a lograrlo, pero necesitaba escabullirse de sus guardaespaldas y hablar con Christopher. La muchacha entró al probador y aprovecho para enviar un corto mensaje. Christopher est
Eloísa sintió que el mundo se paralizaba a su alrededor, de pronto era como si toda esa situación la superará por completo. —Llévensela—ordenó Henrick con un tono de voz que le envió escalofríos por toda su columna vertebral. «No puede ser, eso no podía estar pasando», se repitió renuente a procesar lo que estaba ocurriendo.Christopher notó su parálisis y la amenaza implícita en aquella simple palabra, por lo que adoptó de inmediato una actitud defensiva y se adelantó para dejar a la mujer detrás de él. Henrick frunció el ceño al ver lo que hacía y apretó los puños sintiendo la ira recorrer todo su sistema. A él también le costaba procesarlo. Cuando su asistente Arno le informó que había encontrado registro de sospechosas llamadas por parte de Eloísa, no pudo hacer más que dudar de lo que el hombre le decía. En su mente no había cabida para una traición, no cuando la joven mujer se mostraba tan cómoda entre sus brazos en los últimos meses, no cuando Eloísa había empezado a hablarl
Lloró durante horas sin saber realmente qué sucedería, el temor por el destino de su amigo seguía latente. «¿Qué pasaría con Christopher?», se preguntó Eloísa una vez más, mientras las lágrimas se escurrían. —¡Por favor, abran!—siguió gritando a cualquiera que pudiese escucharla, sin embargo, nadie se compadecía. De esa forma, la mujer se fue sintiendo cada vez más debilitada, sus piernas se doblaron hasta tocar el suelo, mientras sentía un ligero mareo. Eloísa tocó su vientre y sintió una punzada que no supo identificar de dónde provenía y, de pronto, la mujer gritó, pero esta vez de agonía, un profundo dolor la atravesaba. Todo se volvió negro para ella, cuando al bajar su mirada observó entre sus piernas un líquido escarlata que descendía hasta llegar a sus tobillos, aquello se trataba de sangre.—¡No, mis bebés!—¿Señorita, qué pasa? Una de las empleadas, quien se mantenía atenta, pero sin involucrarse, abrió la puerta de inmediato ante el cambio de situación. Lo que encontró
Era medianoche cuando Eloísa despertó luego de haber sufrido los efectos de aquel calmante. La mujer miró a su alrededor buscando ubicarse sin recordar muy bien lo que había sucedido, sentía un fuerte dolor de cabeza que atravesaba sus sienes. De esa manera, pasaron los segundos uno a uno, hasta que pudo identificar una silueta. En la habitación donde permanecía, un hombre se mostraba cercano a la ventana, la cual daba al estacionamiento de aquel centro hospitalario. Ese hombre era Henrick. Eloísa sintió que los latidos de su corazón aumentaban a la vez que los recuerdos la embargaban de forma precipitada. Recordó a Christopher y todo lo que había sucedido, recordó que se había desmayado y que luego la doctora Becker le había dicho que no había podido dar con el paradero aquel hombre, el cual ahora se mostraba en la habitación como si nada hubiese pasado. Henrick, como si fuera sentido el peso de aquella mirada sobre su espalda, se giró para darle frente a la mujer que esperaba re