No supo con exactitud cuánto tiempo pasó, la realidad era que sus ojos no querían ser abiertos. La sensación de unos labios ajenos sobre su piel escalaba con cada segundo. El hombre besó su frente prolongadamente, para luego pasar a otras áreas de su cara. Cuando se percató no hubo espacio en su rostro que no hubiese sido besado. Era extraño. No percibía la lujuria o el desenfreno típico de aquel sujeto, sus besos parecían ser únicamente un gesto de completa devoción y afecto. De pronto, los ojos de la mujer se abrieron completamente, no pudo evitar sorprenderse ante la sensación de una mano tocando su bajo vientre. Eloísa abrió sus ojos, pero Henrick no la estaba viendo, seguía con su visión cerrada, mientras su mano acariciaba aquel lugar donde sus hijos se formaban. «¿De qué se trataba todo esto?», volvió a preguntarse, ahora mucho más confundida que antes. Tratando de regresar a la realidad, la joven intentó apartar su mano, provocando que los ojos del hombre la mirarán muy
Las preguntas no dejaban de circular en su mente, era mínima, pero la posibilidad estaba latente. La posibilidad de que este hombre, que la estaba besaba con tanta entrega, sintiese algo por ella.¿Se trataría de un simple encaprichamiento o tendría espacio la palabra "amor"?Eloísa no podía dejar de pensar en las razones ocultas, a medida que los labios masculinos reclamaban más de sí misma. Era pura necesidad lo que percibía, una necesidad que iba arrastrándola poco a poco, pero no, no caería, no le entregaría su corazón, aunque pretendiese reclamarlo de esa forma. «Úsalo a tu favor», volvió a susurrar aquella vocecita. Una vocecita que en esta oportunidad tenía razón, ya no se trataba solamente de ella, ahora había dos criaturas que debía proteger a toda costa. Luego de varios minutos, la joven miró aturdida como el hombre finalmente se separa de sus labios, al parecer por fin se había saciado, o eso fue lo que pensó, pero aparentemente se había equivocado. Tan pronto como aquel
Sin darse cuenta, las semanas se convirtieron en meses, para estas alturas Eloísa había alcanzado su cuarto mes de embarazo. La relación con Henrick había escalado desde aquella noche, en la que había decidido utilizar los sentimientos del hombre a su favor. Ese día, tenía uno de sus chequeos prenatales con la doctora Becker, un chequeo en el que esperaba conocer el sexo de sus bebés. A su lado, se encontraba Helena e incluso estaba presente Henrick. La joven se sentía incómoda ante aquella situación, eran contadas las veces en la que había visto a su hermana desde aquel día en la empresa, y peor aún, no sabía cómo mirarla luego de aquellos encuentros íntimos que había estado manteniendo con Henrick. No solamente mantenían relaciones sexuales, sino que el hombre se había vuelto mucho más amoroso. Religiosamente, se presentaba cada noche y se quedaba a dormir, la abrazaba mientras estaban en el lecho y acariciaba su vientre, bajo las sábanas. "Buenas noches, bebés", "Pórtense bien
Helena no podía dejar de pensar en el extraño comportamiento de su esposo. La manera de mirarla y sus palabras despectivas, parecían estar cargadas esta vez de algo más. «¿Qué ocultaba?», se preguntó la mujer, mientras se acomodaba en el abdomen uno de los almohadones de embarazo que había comprado en esa semana. La mujer acarició su vientre abultado, el cual simulaba perfectamente un embarazo de cuatro meses. Se suponía que ahora tenía que usarlo constantemente, y realmente, estaba disfrutando de hacerlo. No solamente había comprado un almohadón diferente para cada mes, sino que además, se había provisto de una gran variedad de ropas de maternidad y cosas para bebés. Los paparazzi la habían captado en varias ocasiones, mientras visitaba dichas tiendas y, solían hacer pequeños artículos referentes a esos encuentros. Helena estaba en el centro de la atención pública, se sentía como una celebridad, mientras muchas personas le otorgaban interés a cada una de sus acciones. Pero, aunq
Al día siguiente, Eloísa se encontraba lista para disfrutar de una tarde de cine. No tenía idea de cuál sería la película que vería y aquello era lo de menos, lo único que le interesaba era verse con Christopher y que los hombres de Henrick no se dieran cuenta de nada. De esa forma, se evaluaba en el espejo ansiosamente, mientras sentía un mal presentimiento que le instaba a no exponerse a ese encuentro, sin embargo, debía hacerlo, necesitaba de la ayuda del muchacho para poder irse definitivamente. Pero por más que intentaba convencerse de que estaba haciendo lo correcto, lo cierto era que no podía dejar de sentirse culpable, puesto que estaba exponiendo a una persona inocente a la furia de un hombre como Henrick. La joven observó detenidamente el teléfono sobre la cama y pensó en el riesgo de lo que estaba cometiendo. Christopher no se merecía pagar por su imprudencia. Pero justo cuando se disponía a escribirle un mensaje para cancelar el encuentro, su teléfono sonó anunciando q
—¿Cómo estuvo la película?—preguntó Henrick esa noche. La joven mujer, quien ya se encontraba en pijama, sintió una oleada de nervios que la atravesó a penas escucho la voz del hombre. —Estuvo muy entretenida—contestó con una voz suave, como si lo recordará perfectamente. La realidad era, que ella no había prestado la más mínima atención a lo que transmitían los proyectores. —¿Te divertiste?Henrick se acercó y la tomó por la cintura, presa ante aquellos brazos masculinos, la mujer susurró: —Sí, mucho. —Me alegra—el hombre besó seductoramente su cuello sin soltar su agarre alrededor de su cuerpo. Eloísa suspiró ante las sensaciones que le transmitían esos labios sobre su piel desnuda. —Yo te extrañé, ¿sabes? La mano que se encontraba en su cintura se desplazó hacia uno de sus senos. La mujer sintió el apretón y luego como masajeaba su pecho. —Y-yo también—jadeó en respuesta a esas sensaciones. En ese momento, Henrick la hizo girar para que sintiera su virilidad en su trasero
Eloísa tenía seis meses de embarazo para el momento en el que recibió la notificación de que su nueva identidad estaba lista. "Mañana en el centro comercial", le escribió Christopher aquel mensaje.Aquello era lo que tanto había estado esperado, su libertad estaba a tan solo un día de distancia. Sin embargo, no todo marchaba como se lo esperaba. De alguna manera, la idea de desaparecer para siempre había perdido todo entusiasmo. «¿Qué sería de su hermana?», se preguntó temerosa del destino de la misma. La última vez que la había visto había sido apenas hacía una semana. Helena no era la misma que conocía, aquella mujer que se presentó en su casa había perdido todo su brillo. Lo más preocupante de la situación de Helena, era que parecía haberse sumergido en un mundo ficticio. En esa visita, luego de tantos meses, no dejó de acariciar su vientre falso de embarazo. Lo peor de todo, es que parecía olvidar que lo que tenía en realidad no eran unos bebés, sino simples almohadones. —Po
Con mucho dolor en su corazón, Eloísa tuvo que aceptar que debía irse, aun cuando el destino de su hermana fuese completamente incierto. De esa forma, la joven mujer se alistó esa mañana para llevar a cabo la penúltima fase de su plan de escape. Con la excusa de necesitar nuevas vestimentas porque las que tenía le empezaban a quedar demasiado ajustadas, Eloísa se encontraba en el centro comercial recorriendo tiendas sin un verdadero interés de comprar absolutamente nada. Como ya se había vuelto costumbre, no se encontraba sola. Uno de sus vigilantes estaba justo a su lado, mientras simulaba evaluar algunas prendas y, el otro, esperaba afuera, completamente alerta de su entorno. En ese día las cosas iban a llevarse a un punto mucho más extremo. No había un plan en sí, y no tenía ni la menor idea de cómo iba a lograrlo, pero necesitaba escabullirse de sus guardaespaldas y hablar con Christopher. La muchacha entró al probador y aprovecho para enviar un corto mensaje. Christopher est