Dos días después.—El evento fue muy emotivo —Antonella dijo al teléfono, mientras ingresaba a la casa y dejaba en la entrada el paraguas, que había utilizado al descender de su auto para buscar no mojarse.—Así es, los uniformes lucieron mucho en los alumnos, hiciste un gran trabajo —Alexia respondió—, te felicito—. Me has dado muy buen material para la búsqueda de nuevos patrocinadores.Dio un pequeño brinco ante un fuerte rayo que se retumbó.—Gracias —dijo con voz agitada—, estoy segura que encontrarás lo que buscas, Miranda me ha mostrado el gran trabajo que haces en los medios.—Vaya que el cielo se está cayendo —Alexia resopló—. Me encanta mi trabajo —manifestó—, te dejo, con esta tormenta, se empieza a cortar la comunicación. Descansa.—Así lo haré, vengo muy cansada —señaló y se estremeció al escucharse otro fuerte trueno.Al cortar la llamada, subió corriendo a su habitación, encendió la luz y buscó a su pequeña snoopy, hasta que la encontró metida debajo de la cama, inquiet
Minutos antes.Antonella tomó una cobija y protegió a su pequeño Snoopy, aquella conversación, que escuchó retumbaba fuertemente en su cabeza.—Todo era una trampa, me engañaste —expresó con voz fragmentada. «No te atrevas a llorar. Un Bianchi, no lo hace por nadie», aquellas palabras que su padre utilizó durante toda su vida con ella, permearon en su cabeza.Se recostó sobre el suelo, buscando resguardarse de aquellos fuertes impactos que se escuchaban a las afueras de la casa.—Su tiempo en esta casa se acabó, señora.Antonella abrió los ojos de par en par al sentir como le apuntaban con un arma, giró su rostro y entonces, se encontró con la fría mirada de la mujer que cocinaba.— ¿Qué crees que estás haciendo? —cuestionó.—Solo hago mi trabajo —la cocinera ladeó los labios. — ¡Levántate! —ordenó—, date prisa. Antonella se levantó, sintiendo un escalofrío recorrerle, al ver la mirada llena de odio de aquella mujer.—No puedes sacarme de la casa de mi esposo.La mujer carcajeó.—T
—¿Te encuentras bien? —La conductora salió del auto y preguntó asustada.—Necesito ayuda —Antonella se dejó caer al piso, sintiendo que sus fuerzas se habían agotado—, por favor —suplicó.Otra de las mujeres que iban en la suburban, descendió con rapidez al ver que caía aquella joven.—Hay que subirla —indicó, una de ellas, entre ambas mujeres la ayudaron a ponerse de pie y la subieron. —Estarás bien —mencionó retirándole el gorro de su cabeza, entonces su mirada se abrió de par en par.—Tenemos que irnos, por favor —solicitó con angustia—. Mi vida peligra —manifestó.Ambas se miraron a los ojos con extrañeza, cerraron las puertas y se alejaron de ahí.*****Iñaki hizo rugir el motor de su mustang y salió de la cochera de su mansión, acompañado de Emmanuel y un par de autos escoltándolo. Al escuchar otro fuerte impacto, supo que tenía que virar, en una de las calles cercanas.— ¿Crees que se haya ido hacia la avenida? —Iñaki cuestionó.—Es una posibilidad —Emmanuel respondió—, es la m
Horas más tarde.Eran las 2: 00 am, cuando Iñaki regresó, después de no detenerse, intentando encontrar a su mujer. Se sentó sobre la cama, sintiendo gran impotencia al no tener noticias de ella. Lleno de impaciencia observaba su móvil, esperando que se comunicara con él, sin embargo, conforme transcurría el tiempo, fue perdiendo la esperanza.Recargó su cabeza sobre la mullida almohada, y tomó entre sus dedos el portarretratos que tenía sobre la mesa de noche, un gran atisbo de tristeza cubrió su sombríos ojos marrón, al ver aquella imagen de la noche en la que contrajo nupcias con ella.—Tiene que ser una mentira de Jackson, que la boda no es falsa.Trazó con su dedo índice, el contorno de Antonella.—Caí en mi propia trampa —susurró abatido—, la temible bestia, se enamoró de su presa. —Pasó saliva con dificultad.Abrazó con fuerza aquel portaretratos, que la misma chica Bianchi, había colocado días después de su boda y cerró los párpados hasta que el cansancio lo venció y aquellos
—No, no lo haré —respondió—, te vamos a apoyar en todo lo que podamos. —Recordó el pasado lleno de tormentas que tuvo que pasar para ser feliz y de inmediato se conectó con la tribulación que pasaba Antonella.—Muchas gracias —la joven respondió—, voy a seguir con mis labores respondió percibiendo un gran alivio.—No dudes en pedirnos ayuda, si la necesitas, podemos conseguirte una casa, para que puedas quedarte ahí. —Sonrió con dulzura.—Se los agradezco, en cuanto me sienta segura, sino consigo nada, la buscaré. Hasta luego.—Hasta pronto —Alondra se puso de pie y tomó su bolso—, me voy con preocupación por ti.Antonella se dirigió al taller para continuar con la confección de un vestido de noche.—Hor de comer —Alexia ingresó y abrió los ojos de par en par al observar el hábito de Antonella.— ¿Qué haces vestida así? —Vamos a comer y te cuento a grandes rasgos —expresó.Ambas salían del ascensor, cuando observaron un par de camionetas, además de un mustang, estacionarse frente a la
Un mes después.Antonella se encontraba en una vieja habitación del convento, en donde por órdenes de Alondra le fue llevada la maquinaria y los muebles necesarios, para que desde ahí pudiera trabajar en sus diseños, sin necesidad de salir y exponerse.La joven se encontraba cortando con total cuidado, la delicada seda con los moldes que había realizado, cuando Paula María y Alexia, llegaron a visitarla.— ¿Se puede? —Pau cuestionó, entonces el ladrido de un pequeño animalito, las sorprendió.Antonella sonrió al observar a su pequeña acompañante, pararse de su cama, y gruñir a sus visitas, la tomó entre sus brazos.—Tengan cuidado con mi fiera —indicó sonriendo.—Esta hermosa —Pau dijo y la acarició con cuidado.—Sí, lo es. Fue un regalo de… —Se aclaró la voz.—Venimos a comer contigo —Alexia expresó, luego de que en las semanas anteriores, había notado en ella tristeza—. Pau preparó los platillos.Muchas gracias —Antonella dijo. — ¿Quieren que vayamos al jardín?, ahí tienen algunas m
—¿Qué fue lo que le hiciste? —cuestionó lleno de ira.—Nada, no le hice nada —refirió asustada—, ella me exigió que le abriera la puerta, porque deseaba alejarse de usted —explicó—, estaba muy alterada, me amenazó con el arma que tenía en su habitación, tuve miedo por mi vida, en las condiciones que se encontraba, pudo haberme disparado.Iñaki la miró a los ojos.— ¡Estás mintiendo! —exclamó—. Antonella no es de las mujeres que sale huyendo, enfrenta los problemas y luego toma una decisión—. Algo le hiciste y quiero saber en este momento qué.—No hice nada, patrón —lloriqueó. —Se lo juro por esta. —Hizo una cruz con sus dedos y la besó.—No te creo. Voy a hacer que me digas la verdad, lo juro. —La tomó por un brazo y la fulminó con la mirada.***Antonella estaba en la cocina en compañía de la hermana Mary, ayudándole a preparar la comida.—¿De qué parte de Italia eres? —cuestionó.En ese momento se le resbaló el cuchillo a la hermana.—De… Roma —respondió con nerviosismo.— ¿Cómo es
Iñaki apenas podía respirar a causa de la sensación desoladora, que lo atravesaba por todo su torrente sanguíneo, al percibirla sufriendo tanto. De inmediato guardó el arma y la sostuvo por la cintura, notando al instante que había bajado de peso y ni ese disfraz de religiosa, lo podía ocultar.—No vine aquí a hacerte daño. —Inclinó su cabeza, azorado—. Tenemos que hablar.Inspiró la mayor cantidad de aire que pudo, intentando recuperar la fuerza que necesitaba para atreverse a mirarlo a los ojos, luego de tomar distancia y salir de sus brazos.—No quiero hablar —expresó ante la ráfaga de pensamientos negativos que la estaban abrumando. No deseaba volver a caer, no quería exponerse más. —¡Por favor! —Iñaki exclamó.Su mirada color avellana, se enfocó en él, justamente ahí se dio cuenta de lo distinto que se veía, luciendo su rizada cabellera más larga, al igual que su barba. Un agitado suspiro le recorrió el pecho. A pesar de las marcadas ojeras, seguía viéndose irresistible.—¡No! —