—¿Qué fue lo que le hiciste? —cuestionó lleno de ira.—Nada, no le hice nada —refirió asustada—, ella me exigió que le abriera la puerta, porque deseaba alejarse de usted —explicó—, estaba muy alterada, me amenazó con el arma que tenía en su habitación, tuve miedo por mi vida, en las condiciones que se encontraba, pudo haberme disparado.Iñaki la miró a los ojos.— ¡Estás mintiendo! —exclamó—. Antonella no es de las mujeres que sale huyendo, enfrenta los problemas y luego toma una decisión—. Algo le hiciste y quiero saber en este momento qué.—No hice nada, patrón —lloriqueó. —Se lo juro por esta. —Hizo una cruz con sus dedos y la besó.—No te creo. Voy a hacer que me digas la verdad, lo juro. —La tomó por un brazo y la fulminó con la mirada.***Antonella estaba en la cocina en compañía de la hermana Mary, ayudándole a preparar la comida.—¿De qué parte de Italia eres? —cuestionó.En ese momento se le resbaló el cuchillo a la hermana.—De… Roma —respondió con nerviosismo.— ¿Cómo es
Iñaki apenas podía respirar a causa de la sensación desoladora, que lo atravesaba por todo su torrente sanguíneo, al percibirla sufriendo tanto. De inmediato guardó el arma y la sostuvo por la cintura, notando al instante que había bajado de peso y ni ese disfraz de religiosa, lo podía ocultar.—No vine aquí a hacerte daño. —Inclinó su cabeza, azorado—. Tenemos que hablar.Inspiró la mayor cantidad de aire que pudo, intentando recuperar la fuerza que necesitaba para atreverse a mirarlo a los ojos, luego de tomar distancia y salir de sus brazos.—No quiero hablar —expresó ante la ráfaga de pensamientos negativos que la estaban abrumando. No deseaba volver a caer, no quería exponerse más. —¡Por favor! —Iñaki exclamó.Su mirada color avellana, se enfocó en él, justamente ahí se dio cuenta de lo distinto que se veía, luciendo su rizada cabellera más larga, al igual que su barba. Un agitado suspiro le recorrió el pecho. A pesar de las marcadas ojeras, seguía viéndose irresistible.—¡No! —
—Es verdad que cuando te busqué el día de tu boda, llegué con la intención de hacerte pagar por la muerte de Jacob. —Tomó asiento frente a ella—, desde ese momento luchaba por la extraña simpatía que me atraía a ti.Antonella rodó los ojos.—Eres tan buen actor —refirió—, sabías que estaba sola, que no contaba con nadie, y que al venirme contigo, estaba traicionando a mi gente, a mi padre, que no podría volver a Italia, porque ellos se encargarían de acabar conmigo —pronunció con voz temblorosa—, y aún así decidiste hacerme pagar, por un crimen que yo no cometí, ¿por qué conmigo? —alzó la voz.Una fuerte opresión en su pecho, se apoderó de él.—Porque tú eres el punto débil de Bianchi. —Se aclaró la garganta.Inhaló profundo al escuchar aquellas palabras.— Debiste dejar que me casara con Bernardo, esa era la venganza perfecta, ser la mujer de Rinaldi me haría muy infeliz, porque no solo dejaste que me casara con él. —Se puso de pie alzando la voz—, te hubieras evitado tanta farsa.—P
A la mañana siguiente, cerca de las 9:00 am, Antonella se puso de pie, se dirigió a ducharse, para intentar despejarse del cansancio que sentía al no haber dormido mucho. Tomó el hábito que se había retirado para poder dormir la noche anterior, y lo volvió a usar. Cepillo sus dientes y su cabellera, y descendió para pedirle a Iñaki que la llevara al convento.Al no escuchar nada de ruido en la planta baja, lo buscó en la habitación, luego de tocar por unos segundo y no obtener respuesta, abrió la puerta, y la encontró vacía. Se dirigió hacia afuera y respiró aliviada al ver la camioneta estacionada.—¿Se le ofrece algo a la señorita?Antonella frunció el ceño y se sintió confundida.—¿Dónde está Iñaki? —cuestionó.—Se fue muy temprano, me pidió que viniera para que la lleve al convento, o a donde usted me indique —Emmanuel respondió.—El convento está bien —solicitó sintiendo decepción.—Así lo haré —el hombre abrió la puerta del vehículo y esperó a que ella subiera.***Iñaki ingresó
Horas más tarde.—Disculpe la demora —Antonella mencionó al llevar a un domicilio en el que tenía una cita muy importante.—No se preocupe señorita Bianchi, su asistente me notificó que le salió un imprevisto —la mujer sonrió.—Agradezco que me esperará un poco más.—Es mera formalidad —refirió la mujer—, prácticamente la casa a partir de este momento ya está a su disposición. Ambas ingresaron a la cochera, para después entrar a la casa—. Ya se le colocaron los closets, a las habitaciones, subieron por las escaleras y también se cambió el mueble del lavamanos y las persianas —explicó.Antonella sonrió.—Quedó como nuevo.—Así es, señorita—, también en la cocina—, descendieron y fueron hacia allá—, se cambiaron las puertas de las alacenas y se renovó la llave del grifo, ya no hay fuga.—Todo parece estar en perfecto orden, ¿cuándo me puedo mudar? —cuestionó.—En cuanto firme el contrato de arrendamiento, podrá tomar posesión.—Muchas gracias. —La chica tomó un bolígrafo de su bolso y
—Siempre tan directa —Bastian se acercó y la saludó con un beso en cada mejilla. —Si viniste con la esperanza de que te devuelva el tan preciado anillo de compromiso, lamento decirte que no lo tengo. Bastian negó con su cabeza. —Supe que habrá un desfile de modas, y vi que eres una de las nuevas promesas de este país. Sabes que mi mamá siempre está a la vanguardia. Es super Fashion. —Espero que no se infarte cuando sepa que estaré ahí —la joven se mofó. —Sigue sin perdonarte que no devolviste la joya de la familia —Bastian externó. —Si vieras lo mucho que me preocupaba, no podía ni dormir —se burló. —Tengo que irme Antonella, solo deseaba saludarte y decirte que estaremos en el desfile —el joven suspiró profundo—. Sigues tan hermosa como siempre. —Lo sé. —Sonrió y elevó su rostro con arrogancia. —No dejarás de ser una Bianchi, nunca —mencionó riendo—. Espero que me permitas invitarte a comer en la semana —solicitó—, me gustaría saber de ti. —No creo que sea prudente, desde qu
Antonella apareció en la habitación de Iñaki,observó que su escultural torso estaba desnudo, sus firmes brazos la tenía atrapada por la cintura. Con agilidad sus dedos, desabrocharon del sostén. —¡No! —murmuró con dificultad—, no la toques, no soy yo, es una impostora ¡Mírame! —exigió. Iñaki ladeó los labios y sonrió reflejándose en la mirada color avellana de la chica. —Eres todo para mí, pequeña —susurró y volvió a tomarla por los labios. Una gran oleada de celos, se apoderaron de Antonella caminó con la intención de arrancarla de sus brazos; sin embargo no lo logró, se acercó a la chica, para removerla, entonces aquel cuerpo la absorbió. Antonella abrió los ojos de golpe ante aquella extraña forma en la que se posesionó de aquel cuerpo que era justo igual al de ella, entonces se encontró con la brillante mirada color marrón de Iñaki. —También eres todo para mí —confesó con la voz fragmentada—, me haces tanta falta. —Sus dedos se deslizaron por su espesa cabellera rizada y lo
La joven inspiró profundo, tomó su taza y bebió un sorbo.—Está bien, vayamos despacio —respondió luego de unos minutos—, prometeme que me contarás todo de tu vida y no quedarán secretos que puedan afectarnos.—Así será —respondió con emoción—. Prometo que todo será tan claro como el agua.Antonella sonrió y frunció el ceño al escuchar mucho ruido procedente de la calle.—¿En dónde estás? —cuestionó.— Adivina.—No lo sé. —Escuchó el timbre sonar.Mordió sus labios y sonrió, entonces salió a abrir la puerta.—Debí imaginarlo —dijo al teléfono y cortó la llamada.—Solo vine a darte esto, personalmente. —Le entregó una caja de madera del tamaño de la de unos zapatos con su nombre pintado en la tapa en color dorado.—Es muy bonita —respondió—Me alegra que te guste. —Dio un beso en su frente—, tengo que irme, me espera una larga reunión.—Que te vaya bien. —Sonrió y de manera espontánea lo abrazó, cerró sus ojos e inhaló su varonil aroma amaderado y notas de ámbar.—También tú, entonces