La joven inspiró profundo, tomó su taza y bebió un sorbo.—Está bien, vayamos despacio —respondió luego de unos minutos—, prometeme que me contarás todo de tu vida y no quedarán secretos que puedan afectarnos.—Así será —respondió con emoción—. Prometo que todo será tan claro como el agua.Antonella sonrió y frunció el ceño al escuchar mucho ruido procedente de la calle.—¿En dónde estás? —cuestionó.— Adivina.—No lo sé. —Escuchó el timbre sonar.Mordió sus labios y sonrió, entonces salió a abrir la puerta.—Debí imaginarlo —dijo al teléfono y cortó la llamada.—Solo vine a darte esto, personalmente. —Le entregó una caja de madera del tamaño de la de unos zapatos con su nombre pintado en la tapa en color dorado.—Es muy bonita —respondió—Me alegra que te guste. —Dio un beso en su frente—, tengo que irme, me espera una larga reunión.—Que te vaya bien. —Sonrió y de manera espontánea lo abrazó, cerró sus ojos e inhaló su varonil aroma amaderado y notas de ámbar.—También tú, entonces
Luego de que Bastian ayudó a su madre y a Antonella, ambas mujeres tomaron asiento.—¿Seguro que este lugar es uno de los mejores de la ciudad? —Bianca cuestionó no muy convencida.—Le pregunté a un conocido, y me lo recomendó mucho. Bastián miró a su acompañante y sonrió. —¿Te gusta? —cuestionó.—Es lindo —respondió y tomó la carta que les entregó a cada uno, el mesero.—¿Has hablado con tu papá? —Bianca preguntó.—No —Antonella contestó con seriedad.—Aunque le llamaras, dudo mucho que tenga deseos de responderte.—¡Mamá! —Bastian exclamó.Antonella miró a su alrededor y se contuvo de responder..—Cuéntame Bastian, ¿tienes novia?—No, nada serio después que rompimos —manifestó.—Imagino que tu mamá ya debió haberte presentado a media Italia, es extraño que no salgas con nadie, ¿acaso eres gay? —mordió sus labios al ver la expresión de Bianca.—Claro que no. Mi hijo no es gay —respondió bajito, para no llamar la atención.En ese momento se acercó el mesero y ordenaron sus platillos c
Días después.Pasaban de las diez de la noche, cuando Antonella cerraba la casa de modas, después de haber finalizado una última reunión con un nuevo proveedor de telas.Caminó unos metros, para esperar el Uber.Justo cuando observaba cuánto tiempo le faltaba por llegar, salió un hombre que se ocultaba desde la oscuridad entre otros vehículos y se colocó a unos cuantos pasos de ella.—Nos volvemos a encontrar.La gruesa voz de ese sujeto, la hizo sentir un gran escalofrío. La joven no se molestó en voltear, se movilizó para alejarse de él; sin embargo, el hombre la tomó por uno de los brazos, y la haló con fuerza, estaba por gritar, cuando le tapó la boca.El corazón de la chica palpitó con frenesí, sintiendo como la arrastraba con fuerza, sus ojos intentaron enfocar hacia la calle, para ver si había alguien la podía ayudar, pero no lo logró. En pocos segundos ya se encontraba en un callejón, en compañía de dos hombres más.—Espero que no te hayas olvidado de mí —Jackson dijo, recargán
Después de haber ido al hospital, y descartar una lesión más severa en Antonella, Iñaki la llevó a la cabaña en Mazunte. Descendió con mucho cuidado del auto, intentando no lastimarla.La tomó entre sus brazos, y la llevó a la que era la habitación de ambos, durante el trayecto no se atrevió a decir nada.Antonella emitió un quejido y colocó su mano sobre su vientre al estar sobre la cama.—Lo lamento —pronunció Iñaki al observar la palidez en su rostro.—Estaré bien, ya tomé los analgésicos que me recetó Connor.El joven inhaló profundo, presionó con fuerza sus párpados, lamentándose en lo más profundo de su ser lo ocurrido. Con nerviosismo dirigió sus dedos hacia su lastimado abdomen, observando aquellas marcas en su piel en tono rojizo.—Esto no debió ocurrir —gruñó.—¿Cómo me encontraste? —ella preguntó.Iñaki se aclaró la garganta.—Tengo gente cuidando de ti —expresó reflejándose en sus ojos color avellana.— ¿Me estás vigilando? —cuestionó sorprendida.Iñaki negó con la cabeza.
—Puedo caminar —Antonella reprochó.Iñaki no hizo caso a lo que le dijo y continuó con ella entre sus brazos, hasta llegar al auto y subir, entonces Emmanuel comenzó a conducir.—Lo sé —refirió—, pero no deseo que te fatigues, o te vayas a lastimar más.Antonella rodó los ojos.—No es para tanto, eres un exagerado.— ¿Te parece poco haber recibido dos golpes en el abdomen? —preguntó—, no olvides que presencié la forma en la que… —Presionó con fuerza su mentón y su respiración se agitó.Ella colocó su mano sobre su mejilla y lo miró a los ojos.—Soy una chica fuerte, no me rompo por un par de golpes, por favor ya olvídalo.—No puedo —respondió—, si me lo hubieran hecho a mí, quizás podría dejarlo pasar por alto, pero se metieron con lo que más amo en la vida, y eso no lo puedo dejar atrás.La mirada de ella se iluminó, y su corazón se agitó con bravura.—Hemos llegado.La voz de Emmanuel los interrumpió, al hablar por su radio, entonces las puertas de la residencia se abrieron.—Tenemo
Puerto Escondido, Oaxaca.— ¿Piensas dormir con ropa? —Iñaki preguntó retirándose la camisa, el calzado y los pantalones, lanzándolos sobre el piso.Antonella no pudo evitar recorrer con su mirada el escultural cuerpo de él, su garganta se le secó al recordar el extraño y candente sueño que habían tenido ambos.—Debería darte vergüenza —refirió—, parece que olvidas que solo somos amigos. —Cerró sus ojos.Iñaki se acercó a ella.—Es algo muy habitual para mí, recuerdo haber pasado un fin de semana con una desconocida, que no solo durmió conmigo, sino que resultó ser una atrevida, una tramposa, una ladrona y además que le gustaba tocar de más —susurró en su oído, rememorando divertido—, y nunca me puso ningún pero —señaló.Ella carcajeó sin poder parar.—En mi defensa, tengo que decir que no estaba en mis cinco sentidos —refutó.Iñaki colocó sus manos en los costados de las curvas de su cuerpo. Su mirada se fijó en sus ojos color avellana.—Te necesito tanto —murmuró en su oído.La piel
Alexia tomó distancia de él con las mejillas sonrojadas, y la respiración agitada. —Tengo que irme —dijo y al ver a Bambi boquiabierta, frunció el ceño—. No me piensas presentar a tu amiga. —Su mirada se enfocó en la mujer que llevaba un ajustado vestido en tono verde esmeralda, el cual le venía bien a su oscurecida piel.Connor frunció el ceño.—La señora no es mi amiga —contestó—, es una antigua conocida. —Elevó su mentón.Bambi palideció al escucharlo.— ¡Una conocida! —murmuró.—Ven acompáñame a mi oficina un momento. —Connor caminó hacia el interior.Bambi presionó sus puños al distinguir la manera en la que la abrazaba y le ayudaba con la lesión que tenía la chica.—Señora, se le olvida la tarta que le compró a su esposo —inquirió con seriedad.Se regresó sintiendo como sus piernas temblaban y tomó el pastelillo, lo miró a los ojos con la mirada brillosa, y se retiró.Connor cerró la puerta y dirigió su mirada hacia la joven.— ¿Por qué lo hiciste? —cuestionó.Alexia se encogi
— ¿Qué novedades me tienes Antonio? —Jackson cuestionó recostado desde la cama de su habitación.El hombre se aclaró la garganta.—Ordené seguir a su esposa, tal como usted lo indicó…— ¡¿Por qué te quedas callado?! —gritó de muy mal humor.—La señora Bambi visitó el hospital, hace un rato.— ¿Acaso está enferma? —cuestionó.—No, no acudió a ninguna cita médica —contestó el hombre—, visitó únicamente al jefe de servicios de urgencias médicas.La mirada de Jackson se ensombreció.—Connor O’Brien ¿verdad?El hombre movió la cabeza y afirmó.—Me juró fidelidad a mí, y por lo que veo no lo está cumpliendo —señaló.—Es momento de recordarle a Bambi quién manda, para que deje hacer lo que se le da la gana —indicó—, quiero vayan a saludar de mi parte al medicucho ese —ordenó—, veremos si después de esto, ella se atreve a ir sin mi autorización.—Así lo haremos —expresó Antonio y se quedó parado frente a él.— ¿Ocurre algo más?—¿Qué le conviene más vengarse de la bestia o cobrarle a través d