—No, no lo haré —respondió—, te vamos a apoyar en todo lo que podamos. —Recordó el pasado lleno de tormentas que tuvo que pasar para ser feliz y de inmediato se conectó con la tribulación que pasaba Antonella.—Muchas gracias —la joven respondió—, voy a seguir con mis labores respondió percibiendo un gran alivio.—No dudes en pedirnos ayuda, si la necesitas, podemos conseguirte una casa, para que puedas quedarte ahí. —Sonrió con dulzura.—Se los agradezco, en cuanto me sienta segura, sino consigo nada, la buscaré. Hasta luego.—Hasta pronto —Alondra se puso de pie y tomó su bolso—, me voy con preocupación por ti.Antonella se dirigió al taller para continuar con la confección de un vestido de noche.—Hor de comer —Alexia ingresó y abrió los ojos de par en par al observar el hábito de Antonella.— ¿Qué haces vestida así? —Vamos a comer y te cuento a grandes rasgos —expresó.Ambas salían del ascensor, cuando observaron un par de camionetas, además de un mustang, estacionarse frente a la
Un mes después.Antonella se encontraba en una vieja habitación del convento, en donde por órdenes de Alondra le fue llevada la maquinaria y los muebles necesarios, para que desde ahí pudiera trabajar en sus diseños, sin necesidad de salir y exponerse.La joven se encontraba cortando con total cuidado, la delicada seda con los moldes que había realizado, cuando Paula María y Alexia, llegaron a visitarla.— ¿Se puede? —Pau cuestionó, entonces el ladrido de un pequeño animalito, las sorprendió.Antonella sonrió al observar a su pequeña acompañante, pararse de su cama, y gruñir a sus visitas, la tomó entre sus brazos.—Tengan cuidado con mi fiera —indicó sonriendo.—Esta hermosa —Pau dijo y la acarició con cuidado.—Sí, lo es. Fue un regalo de… —Se aclaró la voz.—Venimos a comer contigo —Alexia expresó, luego de que en las semanas anteriores, había notado en ella tristeza—. Pau preparó los platillos.Muchas gracias —Antonella dijo. — ¿Quieren que vayamos al jardín?, ahí tienen algunas m
—¿Qué fue lo que le hiciste? —cuestionó lleno de ira.—Nada, no le hice nada —refirió asustada—, ella me exigió que le abriera la puerta, porque deseaba alejarse de usted —explicó—, estaba muy alterada, me amenazó con el arma que tenía en su habitación, tuve miedo por mi vida, en las condiciones que se encontraba, pudo haberme disparado.Iñaki la miró a los ojos.— ¡Estás mintiendo! —exclamó—. Antonella no es de las mujeres que sale huyendo, enfrenta los problemas y luego toma una decisión—. Algo le hiciste y quiero saber en este momento qué.—No hice nada, patrón —lloriqueó. —Se lo juro por esta. —Hizo una cruz con sus dedos y la besó.—No te creo. Voy a hacer que me digas la verdad, lo juro. —La tomó por un brazo y la fulminó con la mirada.***Antonella estaba en la cocina en compañía de la hermana Mary, ayudándole a preparar la comida.—¿De qué parte de Italia eres? —cuestionó.En ese momento se le resbaló el cuchillo a la hermana.—De… Roma —respondió con nerviosismo.— ¿Cómo es
Iñaki apenas podía respirar a causa de la sensación desoladora, que lo atravesaba por todo su torrente sanguíneo, al percibirla sufriendo tanto. De inmediato guardó el arma y la sostuvo por la cintura, notando al instante que había bajado de peso y ni ese disfraz de religiosa, lo podía ocultar.—No vine aquí a hacerte daño. —Inclinó su cabeza, azorado—. Tenemos que hablar.Inspiró la mayor cantidad de aire que pudo, intentando recuperar la fuerza que necesitaba para atreverse a mirarlo a los ojos, luego de tomar distancia y salir de sus brazos.—No quiero hablar —expresó ante la ráfaga de pensamientos negativos que la estaban abrumando. No deseaba volver a caer, no quería exponerse más. —¡Por favor! —Iñaki exclamó.Su mirada color avellana, se enfocó en él, justamente ahí se dio cuenta de lo distinto que se veía, luciendo su rizada cabellera más larga, al igual que su barba. Un agitado suspiro le recorrió el pecho. A pesar de las marcadas ojeras, seguía viéndose irresistible.—¡No! —
—Es verdad que cuando te busqué el día de tu boda, llegué con la intención de hacerte pagar por la muerte de Jacob. —Tomó asiento frente a ella—, desde ese momento luchaba por la extraña simpatía que me atraía a ti.Antonella rodó los ojos.—Eres tan buen actor —refirió—, sabías que estaba sola, que no contaba con nadie, y que al venirme contigo, estaba traicionando a mi gente, a mi padre, que no podría volver a Italia, porque ellos se encargarían de acabar conmigo —pronunció con voz temblorosa—, y aún así decidiste hacerme pagar, por un crimen que yo no cometí, ¿por qué conmigo? —alzó la voz.Una fuerte opresión en su pecho, se apoderó de él.—Porque tú eres el punto débil de Bianchi. —Se aclaró la garganta.Inhaló profundo al escuchar aquellas palabras.— Debiste dejar que me casara con Bernardo, esa era la venganza perfecta, ser la mujer de Rinaldi me haría muy infeliz, porque no solo dejaste que me casara con él. —Se puso de pie alzando la voz—, te hubieras evitado tanta farsa.—P
A la mañana siguiente, cerca de las 9:00 am, Antonella se puso de pie, se dirigió a ducharse, para intentar despejarse del cansancio que sentía al no haber dormido mucho. Tomó el hábito que se había retirado para poder dormir la noche anterior, y lo volvió a usar. Cepillo sus dientes y su cabellera, y descendió para pedirle a Iñaki que la llevara al convento.Al no escuchar nada de ruido en la planta baja, lo buscó en la habitación, luego de tocar por unos segundo y no obtener respuesta, abrió la puerta, y la encontró vacía. Se dirigió hacia afuera y respiró aliviada al ver la camioneta estacionada.—¿Se le ofrece algo a la señorita?Antonella frunció el ceño y se sintió confundida.—¿Dónde está Iñaki? —cuestionó.—Se fue muy temprano, me pidió que viniera para que la lleve al convento, o a donde usted me indique —Emmanuel respondió.—El convento está bien —solicitó sintiendo decepción.—Así lo haré —el hombre abrió la puerta del vehículo y esperó a que ella subiera.***Iñaki ingresó
Horas más tarde.—Disculpe la demora —Antonella mencionó al llevar a un domicilio en el que tenía una cita muy importante.—No se preocupe señorita Bianchi, su asistente me notificó que le salió un imprevisto —la mujer sonrió.—Agradezco que me esperará un poco más.—Es mera formalidad —refirió la mujer—, prácticamente la casa a partir de este momento ya está a su disposición. Ambas ingresaron a la cochera, para después entrar a la casa—. Ya se le colocaron los closets, a las habitaciones, subieron por las escaleras y también se cambió el mueble del lavamanos y las persianas —explicó.Antonella sonrió.—Quedó como nuevo.—Así es, señorita—, también en la cocina—, descendieron y fueron hacia allá—, se cambiaron las puertas de las alacenas y se renovó la llave del grifo, ya no hay fuga.—Todo parece estar en perfecto orden, ¿cuándo me puedo mudar? —cuestionó.—En cuanto firme el contrato de arrendamiento, podrá tomar posesión.—Muchas gracias. —La chica tomó un bolígrafo de su bolso y
—Siempre tan directa —Bastian se acercó y la saludó con un beso en cada mejilla. —Si viniste con la esperanza de que te devuelva el tan preciado anillo de compromiso, lamento decirte que no lo tengo. Bastian negó con su cabeza. —Supe que habrá un desfile de modas, y vi que eres una de las nuevas promesas de este país. Sabes que mi mamá siempre está a la vanguardia. Es super Fashion. —Espero que no se infarte cuando sepa que estaré ahí —la joven se mofó. —Sigue sin perdonarte que no devolviste la joya de la familia —Bastian externó. —Si vieras lo mucho que me preocupaba, no podía ni dormir —se burló. —Tengo que irme Antonella, solo deseaba saludarte y decirte que estaremos en el desfile —el joven suspiró profundo—. Sigues tan hermosa como siempre. —Lo sé. —Sonrió y elevó su rostro con arrogancia. —No dejarás de ser una Bianchi, nunca —mencionó riendo—. Espero que me permitas invitarte a comer en la semana —solicitó—, me gustaría saber de ti. —No creo que sea prudente, desde qu