Capítulo 32 —Solo un nombre...Narrador:Aylin dejó escapar una risa rota entre sollozos, secándose las lágrimas con la palma de la mano.—Qué lindo que se preocupe por la integridad de la gente que cruza…Roman la miró, entrecerrando los ojos apenas.—Me importa una mie*rda esa gente. —Aylin se quedó en silencio. Roman se inclinó un poco hacia ella, apoyando el codo en el volante, su mirada oscura perforándola en la penumbra del coche. —Si cruzan, cruzan. Y si no, también me da lo mismo. ¿Las condiciones en que lo hacen? No es mi problema. Nunca lo ha sido. —Su tono fue seco, sin el menor atisbo de compasión—. Esto es un negocio, Escalante. Ni más, ni menos.Aylin sintió un nudo en la garganta.—¿Por que esto es diferente entonces?… —murmuró, con un hilo de voz.Roman no desvió la mirada, no intentó suavizar la brutalidad de sus palabras.Solo la sostuvo en ese abismo oscuro que era su presencia.—Contigo —su voz descendió a un susurro áspero— es diferente sí. —Se hizo un silencio es
Capítulo 33 —Te lo adevertíNarrador:El trayecto hasta la mansión fue un infierno de anticipación contenida.Roman no le soltó el muslo en ningún momento.Primero, fue solo una caricia, lenta, provocadora, el roce de sus dedos deslizándose sobre la tela de su pantalón. Luego, la presión aumentó, sus dedos hundiéndose en su piel con una firmeza que no dejaba dudas de su intención.Aylin apoyó la mano sobre la de él, no para detenerlo, sino para afirmarse en lo que estaba pasando. Roman la miró de reojo. La forma en que ella lo observaba, con los labios apenas entreabiertos, la respiración cada vez más errática y sus ojos encendidos por la misma necesidad que le recorría el cuerpo a él, lo hizo curvar los labios en una sonrisa oscura.Apretó más fuerte. Aylin ahogó un jadeo. Roman sintió el estremecimiento recorrerle la piel como una descarga eléctrica.Si no estuvieran en el mal*dito coche, la hubiera tomado ahí mismo.Cada semáforo en rojo, cada mal*dito segundo de espera, era una to
Capítulo 34 —Buena chica...Narrador:Roman bajó por su cuerpo con una precisión que la hizo temblar.Cada beso, cada roce de su boca sobre su piel, la hacía retorcerse bajo él.—No te muevas —murmuró contra su vientre. Aylin jadeó cuando sintió su lengua trazar un camino descendente, lento, tortuoso, directo a donde la estaba matando la necesidad. Roman la sujetó por los muslos y la obligó a abrirse para él, con la misma autoridad con la que dirigía sus negocios. —Así. Quiero verte perder la cabeza.Y lo hizo. La besó con descaro, con hambre, con esa necesidad casi animal que la hizo arquear la espalda y agarrarse de las sábanas como si se fuera a caer al abismo.—Mier*da… —soltó sin pensar, sintiendo su lengua deslizarse, jugar con ella, devorarla como si fuera su último maldito manjar.Roman sonrió contra su piel, orgulloso de lo que estaba logrando.—Eso… así me gusta.Siguió. Más lento, más profundo, más sucio.Aylin apenas podía respirar. Su cadera se movía sola, buscando más fr
Capítulo 35 —A la mañana siguienteNarrador:El sol se filtraba a través de las cortinas, pintando la habitación con un tono cálido y perezoso. Aylin pestañeó lentamente, sintiendo el peso del sueño todavía atrapado en sus párpados. Su cuerpo dolía en los mejores lugares, su piel todavía vibraba con la memoria de la noche anterior. Se movió un poco y entonces lo sintió. Roman. Su brazo estaba sobre su cintura, su respiración lenta contra su cuello, su presencia envolviéndola incluso dormido.Aylin tragó saliva, sintiendo el pulso acelerarse sin querer.El caos de la noche anterior se filtró en su mente en un torbellino de imágenes. Su boca, su lengua, sus manos. Su maldita forma de hacerla perder el control, de retorcerla hasta dejarla rogando, temblando, rota en el mejor sentido posible.Y ahora… estaba atrapada en su abrazo.Movió la pierna con cuidado, pero apenas se deslizó un centímetro, sintió la presión de sus dedos hundiéndose más en su cintura.—No —murmuró él, con la voz pa
Capítulo 36 —No quiero ser la mujer del DiabloNarrador:Roman entró a la mansión en silencio, con la ropa empapada de sangre ajena, la mandíbula tensa y las manos aún hormigueándole por el recuerdo de los golpes. No se detuvo en el vestíbulo, no miró a nadie. Subió las escaleras con pasos firmes, directo a su habitación.Aylin lo vio desde el pasillo. La respiración se le cortó.No había sido capaz de sacarlo de su mente en todo el día. Había intentado convencerse de que lo correcto era mantener la distancia, pero al final, había decidido ceder. Iba a ir a su habitación. Iba a entregarse. Iba a…La ropa tirada en el suelo la detuvo en seco, la sangre.El aire se le atascó en la garganta.Dio un paso dentro del dormitorio, con las manos temblando.La camisa, el saco, los pantalones… todo estaba empapado, desgarrado en algunas partes. El olor metálico flotaba en el aire, impregnando cada rincón de la habitación.El miedo le hizo un nudo en el estómago.¿Era su sangre? Un sonido la hizo
Capítulo 37 —No estáNarrador:Las noches eran más largas sin él. Aylin no lo veía desde aquella vez. No lo buscaba, no lo evitaba. O quizás sí.La mansión era lo suficientemente grande como para que no se cruzaran. Y él, al parecer, tampoco hacía el intento de encontrarse con ella.Pero algunas noches, cuando se quedaba en la cama, con el pecho apretado y la mente revuelta, se asomaba por la ventana.Y ahí estaba. El destello naranja de un cigarrillo encendiéndose en la oscuridad. En su rincón, su refugio, su escondite. La banca en el jardín que, por un tiempo, fue de ambos.Aylin apoyaba la frente en el cristal, sintiendo el frío morderle la piel, pero sin apartar la mirada.Lo veía apenas. Una sombra entre sombras. Fumando, con el cuerpo recostado contra el respaldo de la banca, una pierna apoyada sobre la otra, el brazo colgado con una languidez que en él no era descuido, sino cansancio reprimido.—¿Está pensando en mí? —se preguntó. —La idea era absurda. Ilógica. Roman Adler no e
Capítulo 38 —La jaula fríaNarrador:Las horas se habían convertido en días, y la locura lo estaba consumiendo.Roman no dormía, no comía, no hacía otra cosa que buscarla, que mover contactos, que revisar cámaras, que interrogar a cualquiera que pudiera tener una mínima pista. Pero no había nada. Nada.Esa era la parte que lo estaba matando.Porque si alguien la hubiera secuestrado, ya habrían pedido un rescate.Si alguien se hubiera atrevido a tocarla, ya habría encontrado el primer rastro de sangre.Pero no. Era como si Aylin se hubiera desvanecido de la faz de la Tierra.Dominic entró a su despacho sin anunciarse. Roman apenas levantó la mirada, con el ceño fruncido y el cigarro casi consumido entre los dedos.—¿Qué? —gruñó, la voz áspera de tanto callarse el tormento.Dominic cruzó los brazos, inclinando la cabeza.—¿Y si la raptaron?Roman se quedó en silencio un momento.Luego, soltó una risa seca, sin rastro de humor.—Nadie se atrevería a hacerme eso, Dominic.Dominic entrecer
Capítulo 39 —Dorian LangdonNarrador:El despacho estaba en penumbra. Solo el resplandor de la ciudad, más allá de los ventanales, iluminaba la expresión severa de Roman.Dominic entró con el teléfono aún en la mano, la mandíbula tensa, el ceño marcado con el peso de la frustración.—Nada —soltó de golpe—. Ni con todos mis contactos podemos sacarla. Al menos no por los canales regulares.Roman no respondió enseguida. Se pasó una mano por el rostro, tratando de contener la furia que ardía bajo su piel.Aylin seguía allí, encerrada, sola. A la espera de un destino que no merecía.Él no iba a permitirlo. No tenía muchas opciones. Y odiaba eso.Odiaba sentir que el control se le escurría de entre los dedos, que no había un solo movimiento en su tablero que pudiera ejecutarse sin arriesgar algo.Pero no iba a perderla.Se ajustó la chaqueta, exhaló con lentitud y tomó el teléfono.Dominic lo observó desde el otro lado del escritorio, con el ceño fruncido.—¿Qué vas a hacer?Roman no respon