Arthur Estaba a punto de explotar de rabia. ¿Cómo es posible que aparezca de repente y diga todo eso? La miré con desagrado, conteniendo el impulso de alzar la voz, pero me contuve, luego dirigí mi vista hacia mi hermano.—Al parcer todo es planeado por ti, Enzo sin embargo ya estan claros. Pronto me casare.—Estas mal hermano. No se de que hablas, acabo de encontrarme con Nadia.—Arthur soy tu esposa.—Menciono Nadia firme. A esta mujer le dejare las cosas claras.—Para empezar, tú y yo no tenemos absolutamente nada. Nos dejamos hace años, así que busca tu camino y haz lo que más te parezca. Ya te dije que busques a tu abogado. Tú y yo estamos divorciados hace mucho. Ni siquiera mis hijas llevan tu apellido. ¿Y ahora vienes aquí con esto?—Mira qué casualidad —dijo ella, con una sonrisa cínica—. Me encontré con mi cuñado y quería preguntarle por mis hijas y por ti, y que me busque un buen abogado. Si tú supieras todo lo que he sufrido, no te lo imaginas.—Pues que yo sepa, no te veo
Lía Daba vueltas y vueltas en la comisaría, tratando de procesar todo lo que había pasado. ¿Cómo era posible que este idiota de José Luis hubiera hecho tanto daño durante el último año? Lo miraba en silencio mientras él, aparentemente tranquilo, me observaba desde el otro lado de la sala. Fue inevitable que me acercara, sentía que tenía que decir algo, soltarle en la cara todo lo que había guardado.—Escúchame bien —le dije, intentando mantener la calma—. Eres un completo imbécil. No puedo creer que hayas destruido mi vida con todas tus mentiras y astucia. Pero para que lo sepas, no vas a salir de esta. Tienes un nombre que ensuciaste y vas a pagar caro todo lo que me hiciste. Ni te imaginas el hombre con el que estoy ahora. Él es mi novio, y créeme, es mucho más poderoso de lo que tu mente puede imaginar.José Luis se quedó mudo, y su rostro palideció. No se atrevió a decir nada, y eso me dio la fuerza para dejar mi declaración y salir de ahí sin mirar atrás. Había dejado atrás el pa
Lía.Terminé mis tareas y decidí que una ducha refrescante sería perfecta para despejar mi mente de todos esos pensamientos que me han rondado estos días. Sentí cómo el agua caía sobre mí, llevándose algo del cansancio acumulado. Después de la ducha, me puse un pantalón de tela cómodo, un top y una cazadora ligera. Me arreglé el cabello en una trenza y me maquillé suavemente antes de salir al salón, donde mis padres estaban conversando.Mi mamá, al verme, se acercó y me dio un beso en la mejilla.—¿Y ahora, a dónde vas?—, preguntó con una sonrisa cariñosa.—Voy a salir un rato con Arturo, mamá— respondí.Mi papá me miró con una mezcla de seriedad y cariño.—Espero que todo vaya bien con tu novio, pero no te apresures en nada, ¿me oíste?—moví la cabeza en asentimiento.—No te preocupes, papá. Sé manejar esto, y quiero lo mejor para mí. Además, Arthur Zaens es un buen hombre; sólo es cuestión de aprender a conocerlo bien y a entendernos— contesté, tratando de darle tranquilidad.—Eso es
Arthur Miraba el amanecer con una sonrisa. Por primera vez en mucho tiempo, me detuve a reconocer lo diferente que me siento desde que Lía llegó a mi vida. Soy un hombre más paciente, más determinado, y con el corazón latiendo fuerte cada vez que estoy a su lado. Su presencia me ha hecho cambiar para bien. Siento que ahora puedo darles más amor a mis hijas, protegerlas mejor, y evitar que aquella mujer vuelva a acercarse a ellas.Conozco bien las intenciones de Nadia. Quiere usar a mis hijas para chantajearme, pero no pienso dejar que eso suceda. Tengo pruebas del porque se fue de mi lado, pero aun no es el momento de revelar la verdad, por suerte logré divorciarme a tiempo antes de que las cosas fueran peores. Ahora tengo el control y, ante todo, protegeré a mis hijas.Me levanté y me di una ducha rápida. Una vez listo, me acerqué a la cama donde Lía seguía dormida, plácida y tranquila, con su boca entreabierta y el rostro tan sereno que me llenaba de paz. No pude evitar acariciar s
LíaAl llegar a la capital, Arthur me dejó en casa. Ya eran más de las diez de la mañana, y mientras nos despedíamos, me informó que esta noche tendría que acompañarlo a una cena en su casa para presentarme formalmente ante sus padres. Mis padres también estarían allí; era el momento de que ambas familias se conocieran. Al oírlo, una mezcla de nervios y ansiedad se instaló en mi pecho. ¿Me aceptarían? Siempre me ha preocupado que el hecho de ser una mujer de recursos modestos sea un obstáculo para encajar en su familia. Intento no imaginarme a su madre como una mujer fría y rígida, ni a su padre como un hombre difícil de impresionar, pero los nervios juegan en mi contra. Arthur fue alguien duro y serio cuando lo conocí; quién sabe cómo podrían ser sus padres.Entré en casa soltando un suspiro de alivio. Me dirigí al baño para tomar una ducha larga y relajante. Mientras el agua caía, recordé la noche anterior; fue fugaz, excitante y emocionante. Me sentía completamente segura del amor
Lía Había pasado una semana desde que Arthur y yo habíamos acordado que pronto me mudaría a su mansión para continuar con el cuidado de las niñas. Sin embargo, aquí estaba, sentada en mi habitación, mirando fijamente a la nada, sin poder comprender qué me ocurría. Dejé escapar un suspiro largo y profundo mientras el aire frío de la madrugada rozaba mi rostro. Eran las cuatro de la mañana, y mis ojos se negaban a cerrarse. Quería dormir, lo necesitaba desesperadamente, pero simplemente no podía. Desde aquella vez me he sentido extraña, como si algo dentro de mí estuviera desconectado. A veces no tengo ganas de hacer nada, ni de ver a nadie. La cabeza me late como un tambor, como si un peso invisible estuviera aplastándome. Intenté levantarme de la cama, pero un mareo repentino me hizo tambalear y sujetarme al borde de la mesita de noche. Cuando me estabilicé, caminé lentamente hasta el baño. Frente al espejo, apenas reconocí mi reflejo. Mi rostro estaba pálido, las ojeras evidenci
Arthur.Miraba a mis hijas, tan pequeñas, de tres años de edad, y sin sentir ninguna emoción real. Eran idénticas a mí, pero con la piel más clara, cabello rubio y esos ojos azules que definitivamente venían de su madre. Aún así, no lograba conectar. Sus rostros reflejaban inocencia, pero mi mente estaba en otro lugar. Con un suspiro, salí de la habitación de ellas, me dirigí al salón donde estaba la niñera, quien inmediatamente notó mi mal humor. Me acerqué y, sin ocultar mi molestia, le hablé.—¿Qué cree que está haciendo aquí? ¿Para qué la contraté?—Señor, disculpe, lo que pasa es que… —intentó explicar mientras tartamudeaba, pero no la dejé continuar.—¿Qué? —le dije, elevando la voz—. Te contraté para cuidar a mis hijas, no para estar acostándote con el jardinero en mi mansión. ¡Lárgate! Tú y él. ¡Fuera de mi casa!La niñera bajó la cabeza, temblorosa. El jardinero se acomodaba la camisa, claramente incómodo. Ambos intentaron disculparse.—Por favor, señor, no lo volveré a hacer
Lía.Estaba revisando cada palabra del manuscrito que había preparado para la edición del nuevo libro del cual me inspire en escribir hace unas semanas. Finalmente, había escrito una historia de romance y odio, mezclando una venganza apasionada. La trama giraba en torno a un hombre que buscaba vengarse de una familia poderosa a través de la hija, y traté de plasmar cada detalle lo mejor posible. Este proyecto estaba destinado a una de las mejores editoriales, "Cervantes Publishing", donde yo trabajaba como editora.Cuando terminé, me levanté de mi escritorio, dejé todo organizado, tomé mi saco y salí. Mi asistente me había informado que el CEO quería verme, así que caminé hacia su oficina. Al llegar, respiré profundo y entré.—Muy buenas tardes, señor Elías —saludé.—Siéntese, señorita Lía —me respondió con un tono serio—. Necesitamos hablar.Algo en su voz me puso en alerta.—¿De qué se trata, señor? —pregunté, tratando de mantener la calma.—Es sobre los libros de algunas de las esc