El viento soplaba con fuerza en el campo de entrenamiento, levantando polvo y hojas secas mientras el sol estaba en su punto más alto. Rachel observaba nerviosa a los otros participantes. Todos se alineaban en la pista, sus cuerpos estaban tensos y listos para la última prueba del día. Ella, en cambio, no estaba lista. No se sentía preparada para enfrentarse a su mayor miedo: la transformación. Nunca había logrado sacar a su loba, Zahira, y la presión de hacerlo en ese momento parecía insuperable.Cruzó los brazos sobre su pecho, intentando ocultar su ansiedad. Sabía que todos la observaban, esperando a que fallara, a que demostrara que no pertenecía a ese lugar. En especial Thomas y Gamaliel, cuyas miradas críticas no se apartaban de ella.Zahira había estado silenciosa desde hacía minutos, y eso solo hacía aumentar su ansiedad.—No puedo hacerlo —murmuró Rachel, apretando los dientes mientras miraba a Zahira en su mente—. Nunca me he transformado. Esto va a ser un desastre.Sin e
Thomas tenía una sonrisa complacida en el rostro, cruzado de brazos, como si ya hubiera previsto lo que sucedería porque sabía cómo era Rachel y que no se negaría a presentar la prueba, a pesar de que su loba no se había manifestado todavía. Sabía que podría resultar muy mal herida y esperó que así fuera porque quería ver a Alexander hundido en la desesperación al enterarse del “accidente”—Sabía que no se negaría —dijo Thomas en voz baja, apenas moviendo los labios, pero lo suficiente como para que Gamaliel escuchara y sonriera de manera cómplice—. Siempre ha sido obstinada. Pero esto la va a quebrar. Y cuando lo haga… Alexander estará acabado.Rachel intentó ignorarlos, aunque sentía que cada una de sus miradas y los murmullos burlones era como un dardo envenenado clavándose en su piel. “No puede fallar,” se repetía a sí misma, pero la duda y el miedo la perseguían.«Zahira…», susurró mentalmente, intentando invocar a su loba, pero no hubo respuesta. El silencio en su mente era en
Rachel permanecía inmóvil, con el corazón acelerado mientras él le hablaba con voz suave, intentando calmarla. —No te preocupes, Rachel. No fallaste —susurró, acariciando su rostro con ternura—. Muchos novatos no logran transformarse en sus primeras oportunidades. Para eso están las prácticas. —Hizo una pausa, su tono cambiando a uno más duro—. Pero esos que están ahí no son novatos. Deberías haberme esperado, yo te habría guiado. Rachel lo miró, con un nudo en la garganta, pero antes de que pudiera responder, Alexander suspiró y añadió con determinación: —Ya tendrás tu oportunidad para demostrarles a todos que eres una loba fuerte, amor —acarició su rostro con ternura—. No te preocupes. Entonces, sin previo aviso, se inclinó hacia ella, tomando su rostro entre sus manos, y la besó con intensidad. El calor del beso hizo que Rachel olvidara por un momento la humillación que había sentido, pero pronto se dio cuenta de que todos los presentes estaban observando. Algunos bajaban
El viento gélido soplaba sobre las tierras del Alfa Morgan, trayendo consigo la sensación de una inminente tormenta. La tierra que había ofrecido como refugio a Evelyn y Máximo se extendía como una fortaleza natural, rodeada de colinas escarpadas y frondosos bosques que parecían impenetrables. Morgan, un Alfa conocido por su frialdad y pragmatismo, se mantenía al margen de las disputas de las manadas vecinas, pero esta vez había roto su política habitual. Por petición de Víctor, su viejo amigo, había aceptado ocultar a su hija y a Máximo en su territorio, impidiendo el acceso a cualquier intruso, incluidos los hombres de Alexander.Evelyn se asomaba por la pequeña ventana de la cabaña que les habían asignado. La vista era opresiva: una interminable extensión de árboles, montañas que parecían tocar el cielo y un silencio sofocante que solo amplificaba su nerviosismo. No había tregua para su mente; la culpa y el miedo se mezclaban con la adrenalina de la huida.—¿Estaremos seguros aqu
Rachel se encontraba de pie en el centro del claro, con el viento acariciando su rostro y el sol filtrándose entre las hojas de los árboles que rodeaban el lugar. Su corazón latía con fuerza, casi en un frenesí, mientras observaba el área destinada para su primera transformación. Era un día crucial, uno que marcaría su lugar en la manada. A su alrededor, los lobos ya transformados la miraban con atención, algunos expectantes, otros con miradas furtivas cargadas de envidia. Rachel podía sentir el peso de las miradas, la presión de la expectativa, pero más allá de todo, la necesidad de probarse a sí misma.Alexander se encontraba a su lado, su presencia era sólida y reconfortante. Había estado apoyándola desde el comienzo, ayudándola con sus entrenamientos, pero ambos sabían que este era un desafío que Rachel debía enfrentar sola. Con una sonrisa suave y una mirada llena de orgullo, Alexander le tomó la mano por un breve momento.—Confía en Zahira —susurró—. Ella siempre ha estado co
En un rincón oscuro y apartado de la fortaleza, se gestaba una conspiración. Gamaliel, aún furioso por el respeto que la loba había ganado entre los suyos, no pensaba quedarse de brazos cruzados. Esa victoria era un golpe a su orgullo y una amenaza directa a sus ambiciones. Convocó a los disidentes del consejo en una sala subterránea, lejos del bullicio de la celebración. Las paredes de piedra eran gruesas y frías, absorbiendo cada murmullo que escapaba de los labios conspiradores. El aire estaba cargado de tensión, y los rostros de los presentes, iluminados por la tenue luz de las antorchas, reflejaban tanto inquietud como resentimiento. Gamaliel, con su semblante endurecido por la amargura, se levantó de su asiento y dejó que su mirada recorriera la sala. Thomas, a su derecha, estaba igual de furioso. La envidia y el rencor habían dejado una huella en su rostro, haciéndolo parecer aún más peligroso. —No podemos permitir que esto continúe —comenzó Gamaliel, con voz firme—. Ra
El viento soplaba frío sobre los vastos campos donde Alexander entrenaba a Rachel. Las primeras luces del amanecer apenas comenzaban a teñir el cielo de tonos púrpura, pero la tensión que se respiraba en la manada ya era palpable. Cada mirada lanzada a Alexander era un recordatorio de lo frágil que era su posición, y peor aún, de cómo se estaba erosionando su autoridad. Él lo sentía con cada paso que daba, cada murmullo que oía cuando pasaba entre los suyos. Sabía que las fuerzas enemigas no sólo eran externas; estaban dentro de su propia casa.Rachel, por otro lado, se esforzaba por seguir el ritmo de Alexander mientras él la guiaba a través de una serie de movimientos diseñados para mejorar su agilidad y fuerza. Los músculos de sus piernas temblaban por el esfuerzo, su respiración era entrecortada, pero lo que más le dolía era la duda que la asfixiaba desde dentro.— No sé si estoy hecha para esto, Alexander —dijo, con una voz quebrada por el agotamiento y la frustración, mientras
El viento frío de la madrugada soplaba entre los árboles, llevando consigo un susurro de desconfianza que parecía envolver a la manada entera. Alexander caminaba a paso lento por el claro, observando a su gente mientras se preparaban para el día. Sabía que algo no estaba bien, que una tormenta se acercaba, pero lo que más le preocupaba no era el peligro externo, sino el veneno que se estaba esparciendo entre los suyos.Dentro de una cabaña cercana, Gamaliel y Thomas se encontraban reunidos, susurrando entre ellos con miradas calculadoras. El ambiente estaba cargado de conspiración, sus voces bajas resonaban con malicia.— La manada está al borde del colapso —comentó Thomas, mirando a Gamaliel con una sonrisa retorcida—. Alexander ha perdido el control, y su debilidad es evidente. Gamaliel asintió, cruzando los brazos mientras paseaba por la habitación.— La clave es sembrar dudas suficientes. Necesitamos que los jóvenes alfas, los más ambiciosos, comiencen a cuestionar su liderazgo