Abro los ojos y lo primero que siento es pesadez en todo mi cuerpo, como si no hubiera dormido en miles de años y por fin despertaba de un sueño eterno, es como si cada uno de mis músculos se abrieran en mil pedazos, lo segundo que diviso es un techo blanco con una lámpara que destella con luz blanca chillante, intento mover primero una mano y luego la otra, sigo con las piernas y todo parece ir en orden, intento incorporarme pero me cuesta trabajo.
Las imágenes de lo sucedido vienen a mí como vendaval y repaso cada momento, cada palabra en mi mente, no encuentro nada que me sirva de utilidad, pero al escuchar como llaman por alguna bocina a un doctor, confirmo que me encuentro en el hospital. Hago un nuevo intento por incorporarme y la punzada de dolor al lado de mi costado izquierdo no tarda en devolverme a mi primer estado de reposo.
Sentía que me estaban acorralando hacia un campo minado de dudas, porque ¿es que estaba arrestada o algo parecido?—Abel, quiero irme a casa y ver a mi tía Nora, a diferencia de ti, no me puedo dar el lujo de hacer todo lo que dices ¿diseñadores? Por favor, apenas y puedo pagar un maldito café por mi cuenta, ¿compras? Las únicas que hago son las del súper para la despensa semanal y la mayoría es dinero de mi tía —me incorporo más y lo encaro—. Tampoco puedo darme el lujo de descansar tanto tiempo, tengo empleo e inicio el lunes, hay cuentas que pagar, tengo que hacerme responsable, por lo que en cuanto salga de este maldito lugar, me pondré a trabajar.Mi respuesta parece no encantarle nada.
Abel no se presentó al día siguiente, ya estaba lista, me había vestido con una muda de ropa que apareció de la noche a la mañana sobre mi cama, una enfermera vino hace dos horas a hacerme curación y a verificar que la herida estuviera bien, cuando vio que todo estaba en orden me dijo que alguien vendría por mí pero no especificó quién.Me pongo la falta de pliegues estilo escoces color verde oscuro, las bucaneras negras con un par de botas con calentadores, el suéter estilo blusa oscuro, y el cual me protegía del frío, un gorro y me maquillo con las pinturas que venían incluidas en el paquete junto con otros artículos de higiene personal.Me quedo esperando a que alguien entre y venga por mí con una buena explicación,
ZEDLa cabeza me da vueltas para cuando llego al maldito centro de recuperación en el que mi padre me engatusó junto con ayuda de Abel, siento rabia, ira incontrolable hacia ambos, una sed de venganza que no se detendrá, no en especial cuando me quieren arrebatar lo único que me ha importado en la vida; Nat.Ella es luz en mi oscuridad, es el sol de mi universo, porque si algo era cierto, es que llevaba la misma cantidad de años enamorado de ella que Abel, siempre la miré de lejos, tuve que ser un maldito espectador porque ese imbécil siempre la protegía y la acaparaba. Solo fue hasta su regreso que pude salir a la luz y llamar su atención, pero como siempre, Abel Pemberton tuvo que arruinarlo todo.La noch
Las horas pasan y siento que me volveré loco, solo espero a que Abel venga y me exija que le firme el divorcio a Nat, pero no lo haré, las cosas esta vez no serán como él las decida, solo por esta vez seré yo quien sujete la soga a su cuello. En poco tiempo cierro los ojos y me quedo dormido, al menos hasta que me despiertan y me hacen salir de la habitación, soy escoltado por una enfermera casi anciana, a la que no trato mal solo por el hecho de que las personas mayores me hacían respetarlas.—Esta es el salón de recreación, aquí pasarás las tardes libres, en una hora se servirá el almuerzo en el comedor —me indica la mujer y se marcha.El salón era una enorme área que contaba con algunas mesas con sillas en las que los pacient
Golpeo, grito, maldigo y bramo todo lo que se me ocurre, llevaba más de cinco horas desde que Abel me encerró, se fue sin decir nada, solo me besó, pasó su mano por mi coño, deslizó sus dedos y argumentó que eso era solo de él, que arreglaría las cosas referente al dichoso papel en el que aparezco como esposa de Zed, y desapareció de mi vista, luego intenté salir y no pude, me encerraron como a una jodida prisionera.—¡Déjenme salir! —exclamo en vano porque obtengo silencio como respuesta.Joder.Camino por la habitación en la que me dejó Abel, con la esperanza de encontrar una salida pero desisto al ver que es imposible. La casa de Abel era más bien una jodida man
—¿Por qué me haces esto?—¿Dejarte sola? Solo son unas horas, mi jet privado va a gran velocidad, tengo que arreglar esta mierda de tu divorcio —su voz suena tranquila, cero que ver con la explosión de emociones que me hacía sentir.—¿Y qué pasa si Zed no me lo quiere dar? —inquiero, la pregunta rozaba la punta de mi lengua desde que me enteré.Abel ríe y luego se escucha como bebe algo.—Lo hará, no tienes por qué preocuparte de nada.—No sé qué tienen ustedes dos en contra, pero estoy fuera de esto, en cuanto llegues con una solución, me largo
ABELCierro y abro los puños, estoy alterado, rabioso, solo quiero matar a Zed, quiero que su sangre se derrame en mis manos, ya tenía suficiente con aguantar su presencia en el hospital, se había mantenido al marguen, no me jodía tanto, supo mantener su distancia y no meterse en mis asuntos, pero cuando lo vi hablar con Nat por primera vez en el hospital, supe que todo se había jodido.Era el único que sabía mi secreto, sabía que me uní a la mafia y aunque no fue por gusto, he hecho cosas de las que no me siento especialmente a gusto y mucho menos las muertes que le ocasionado no me hacen hinchar el pecho de orgullo. Porque sí, era doctor, pero era un mafioso al que otro le entregó la estafeta, apenas estaba en este mundo, apenas me daba a con
Siento que la garganta se me seca cuando escucho las palabras de Abel, dejo caer la figurilla de cristal al suelo y cuando impacta, se rompe en mil pedazos, es un sonido parecido al que en estos momentos está sintiendo mi alma. La confusión se cruzó por mis facciones y cuando intentó acercarse a mí, me alejé colocándome al otro extremo de una mesa que se encontraba en medio de la enorme estancia, misma en la que se hallaban papeles, cartas de póker, objetos punzocortantes como navajas y otras cosas que no sabía qué eran.—Nat…Veo al tipo que está parado frente a mí y no le reconozco, Abel, mi Abel de antes no era así, la realidad me hace poner los pies en la tierra y siento que el nudo de mi garganta quiere explotar, un sentimiento d